Corinna…………………………………VASILISA BERZHANSKAYA Marquesa Melibea……………………MARIA BARAKOVA Condesa di Folleville………………..JESSICA PRATT Madama Cortese…………………… KARINE DESHAYES Cavalier Belfiore…………………….. JACK SWANSON Conde de Libenskof………………… DMITRY KORCHAK Lord Sidney……………………………MICHAEL MOFIDIAN Don Profondo…………………………ERWIN SCROTT Barón de Trombonok................... NICOLA ALAIMO Don Alvaro…………………………… .VITO PRIANTE Don Prudencio…………………………ALEJANDRO BALIÑAS Don Luigino……………………………TIANXUFEI SUN Delia………………………………………PAOLA LEGUIZAMÓN Maddalena……………………………….MARTINIANA ANTONIE Modestina.......................................VITTORIANA DE AMICIS Zefirino/Gelsomino…………………….JORGE JUAN MORATA Antonio………………………………… .NICOLÒ DONINI
Director de orquesta…………………..DIEGO MATHEUZ Versión de concierto
Orquesta Sinfónica Nacional de la RAI Coro del Teatro Ventidio Basso
Ante todo, diré que me parece un error programar “Il Viaggio” en versión de concierto. Una ópera con tantos personajes, tantas escenas, se presta mal a hacerse ver interpretada por unos cantantes colocados como palos enfrente de sus atriles, cada uno vestido como bien le parece—desapareciendo así esa marcada caracterización cómica basada en estereotipos nacionales—, apenas sin mirarse, y sin ningún tipo de interacción física entre ellos.
Independientemente de la maravillosa música que escribió su autor, esta ópera tan coral necesita de la escena, los trajes, las banderas, el punto de surrealismo que contiene esa ingenua comicidad tan típica de Rossini. Hay algunas escenas en las que las lagunas que deja la versión de concierto, se roza el absurdo; por ejemplo, cuando se encuentra el sombrero de la Condesa sin que nadie aparezca, y ella se dirija al público cantando “Che miro, che miro…ah del naufragio tu ti salvasti…”, llevando a preguntarnos (si no conociésemos la ópera) a qué se está refiriendo. Como esta, unas cuantas más a lo largo de la función.
Unos días antes de este concierto final del Festival, se representó escenificada por los alumnos de la Academia (con paupérrimas prestaciones vocales en general), y con la pretendidamente elegante y aburridísima dirección de escena de Emilio Sagi. No tengo ni idea si habrá sido por esta razón o por falta de tiempo que con el reparto estelar se haya optado por la versión de concierto.
Las voces sin embargo, dejaron bastantes momentos para el disfrute de esta excelente música. Comenzando por la Madama Cortese de Karine Deshayes, cantada con una intensidad algo excesiva, quizás para suplir la falta de cuerpo en el registro medio, parece una lírica más bien ligera, yo no sé cómo hace para cantar Norma. Sus agudos y notas picadas hacían por momentos competencia a los de Pratt, en precisión y volumen, tanto que a veces se la escuchaba mejor en los concertantes.
Jessica Pratt me produjo un cierto escalofrío cuando salió transmutada en una especie de Joan Sutherland, tal era el parecido en peinado, vestimenta y gestualidad. No solo eso, sino que me da la impresión de cada vez la imita más cantando (para lo malo más que para lo bueno), con un exhibicionismo un poco superficial y esos ataques de expresividad un poco anticuada. Cierto que su capacidad para los fuegos de artificio es impresionante, aunque a diferencia de la australiana, se queda corta en volumen en muchos momentos. Quizás no soy del todo justo con ella porque el papel iba a cantarlo Sara Blanch, que no sé por qué motivo habrá cancelado. Bastante bien en todo caso.
Maravillosa y una de los dos grandes triunfadores de la noche la Corina de Vasilisa Berzhaskaya, una cantante de la que se nota la progresión, o sea, que lo hace mejor cada vez. Impresionante la amplitud de su registro, con graves bien apoyados, sólidos y timbrados y sobreagudos límpidos; un control perfecto de las medias voces, la ejecución de unos planísimos y filados a límite de lo audible, y sin embargo, estupendamente proyectados, y un fiato más que notable. Es de esos cantantes cuya musicalidad les da tanta seguridad y fluidez que parece que no están sujetos a la métrica y sin embargo, son extraordinariamentente precisos. Después de su primera aria, “Arpa gentil”, se llevó un estruendoso aplauso y zapateado que no se acababa nunca, lo cual que aprovechó Alaimo para, con una pequeña genialidad, interrumpir el entusiasmo del público, y, con intención y un cierto gesto reprobatorio, continuó con el texto del libreto: “…Non canta più!”. Carcajada general en lo que fue uno de los momentos más cómicos de la noche.
Algo más floja resultó Maria Barakova en el papel de Melibea. La voz es bonita, pero falta de rotundidad y sonoridad, especialmente en los graves, lo que hace que la interpretación se quede un poco blanda y coja en su caracterización.
Estuvo espléndido Dmitry Korchak en su cometido. Su técnica belcantista es impecable, el timbre penetrante y lleno en todo el registro, con un squillo impresionante; especialmente la parte aguda era un clarín, las agilidades muy bien ejecutadas, con las variaciones bellamente adaptadas al texto y al carácter más serio del personaje……pero sobre todo, lo que más me gustó fue su expresividad y un fraseo modélico, caracterizando perfectamente ese romanticismo arrebatado y pasional de Libenskof. Asimismo con un uso del legato y una messa di voce que no esperas de un cantante ruso. Fue, sin duda, el otro triunfador de la noche.
Aprovechó Erwin Scrhott su momento para ofrecer el segundo momento cómico de la ópera con su presentación de los personajes imitando los distintos acentos. Conserva un barítono bello y resonante, estupendamente proyectado, muy italiano y muy seguro en su emisión de perfecta dicción, de modo que fue prácticamente el único al que se le entendió el texto al cien por cien. Fue también el único que intentó , de alguna manera, escenificar su papel.
No conocía a Jack Swanson, cuyo color de tenore di grazia con fenomenales agilidades y voz bien proyectada, resultó ideal para el personaje de Belfiore. Su dúo con Vasilisa fue recibido con grandes aplausos.
No tuvo suerte Michael Mofidian en su interpretación de Lord Sidney. Además de problemas en la zona aguda de su registro y una cierta palidez en los graves más profundos, dieron el resultado de una interpretación poco satisfactoria, tanto más cuando el solo de flauta que acompañan a su aria estuvo tocado magníficamente, de modo que la escucha se concentraba en éste más que en aquél.
Bien también en sus papeles menos lucidos, Nicola Alaimo, gran fraseador, y Vito Priale.
De los secundarios, solo me llamó la atención la bonita voz del joven bajo-barítono gallego Alejandro Baliñas, que caracterizó además una muy expresiva interpretación del médico.
Muy bien la orquesta de la RAI, dirigida con la ligereza de tempi que conviene a Rossini, pero también con el pathos necesario en momentos como el maravilloso concertante “Non pavento alcun periglio”, que para mi fue lo mejor dirigido de la ópera. Diego Matheuz se reveló como un muy buen concertador, también en las difíciles “strette” rossinianas, ejecutadas con admirable exactitud por orquesta, coro y cantantes. En momentos puntuales, pocos, la verdad, el volumen tapó a los cantantes con menos capacidad para proyectar la voz.
Estupendo el coro, que redondeó una notable presentación esta bellísiima y burbujeante ópera.
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