Tras la cancelación de Martina Serafin en el papel protagónico, se preveía una función bastante pobre y así fue. Su sustituta, Barbara Haveman posee una voz de gran calibre, sobre todo arriba, aunque la línea de canto es algo abrupta y el centro es flojito. Por tanto, poco pudo ofrecernos, aunque fue de largo, lo mejor de la función. Cantó un Vissi d'Arte muy modestito, que no levantó pasiones y aunque arriba iba sobrada, rozaba casi el grito, en parte por el desorbitado volumen de la orquesta.
No sé que le vieron los neoyorquinos a Yonghoon Lee, que cantó un Cavaradossi mediocre. Empezó con la voz estubada y con una dicción más que mejorable, aunque una vez despojado de ella, se intuía una voz bella, pero casi siempre en esa metódica de engolar la voz y estrangular el paso. Floja la entrada, con un Recondita Armonia muy soso y con la voz atrás y, aunque otrogó algún pepinazo arriba, eso no es Cavaradossi ni por asomo.
Inicialmente estaba previsto que Marco Vratogna cantara el Scarpia, pero a dos días de la función, fue sustituído por Alberto Gazale, que compuso un Scarpia mediocre. La voz carece de nobleza necesaria para este papel y es lírico. Se echó en falta un mayor fuste en la voz y un mayor refinamiento, pero no pudo ofrecer mucho, siempre tapado además por la orquesta. Bien es cierto que es mejor que el ínclito Vratogna y que no da la sensación de constante ladrido, pero no tiene nada medianamente salvable en su voz como para cantar bien este papel.
Bien cantado el Angelotti de Sorin Coliban, con voz bonita y correctos los comprimarios. Nefasta dirección orquestal de Michael Halász, siempre abonada al forte, forte, forte. Verismo mal entendido, lo que llamo yo. El volumen era desorbitante y el coro tuvo que hacer malabares para hacerse oir, al igual que los solistas. No había matices, ni momentos más pausados, ni refinamiento en el Te Deum, nada. Solo mostró algo en el preludio del III acto, cuándo abandonó el forte para hacer algo más lírico el pasaje, pero no funcionó. El público lo notó, solo hace falta ver las ovaciones de la función anterior y los aplausos tímidos de esta, dónde el director de orquesta salió despavorido al saludar.
Hermosísima producción de Margarethe Wallman, con una iglesia bellísima, el cuadro de Cavaradossi, la pila bautismal, los suelos, el fondo. El Palazzo Farnese decorado de manera brillante y el espectacular castillo final, dónde tiene lugar el fusilamiento. Lo único salvable de la mediocre representación.
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