Terminando...
LA WALLYACTO III
Lo sucedido hasta ahora es bastante asumible, y más tratándose de una ópera: una joven que contraría los deseos de su padre es castigada por éste; a su muerte, vuelve toda soberbia y ante una humillación planea vengarse. Sin embargo, en este acto y en el siguiente van a ocurrir algunas cosas que supondrán una dura prueba para nuestra credulidad.
En el acto III volvemos a Hochstoff. A un lado del escenario vemos la plaza del pueblo, y al fondo el puente que comunica con Sölden; al otro lado, la habitación de Wally. Es de noche. Ha terminado la fiesta en el pueblo vecino y los aldeanos de Hochstoff vuelven a casa, Wally entre ellos. Antes de acostarse, le asaltan los remordimientos por haber ordenado la muerte de Hagenbach, pero como cree que Gellner se ha quedado remoloneando por Sölden, se queda tranquila pensando que al día siguiente podrá arreglarlo todo.
De este pasaje tenemos youtubes disponibles. Uno de ellos, con la interpretación de Renata Tebaldi, lo ha puesto Printse con anterioridad. Aquí tenéis una versión anterior, de 1932, a cargo de Gina Cigna:
http://www.youtube.com/watch?v=cojYW6IZkGAy otra con Mirella Freni y la Orquesta de La Fenice, dirigiendo a todos Roberto Abbado:
http://www.youtube.com/watch?v=_lL_QRTqGkw Né mai dunque avrò pace?
E da pensieri tristi
ognor sarò turbata?
Ohimè! solo una celia io fui per lui,
e del mio ardente bacio egli si rise?
Ebbene, morrai, crudel!
Ah! misera me, chè l'amo!
La giovinezza coi suoi sogni ardenti,
or crudeli tormenti,
tutta sola mi lascia;
e già s'accascia
nel triste ricordare la persona,
e la speranza fugge e m'abbandona!
In un suo bacio v'era la mia vita,
in un suo bacio la speranza tutta!
E m'ha quel bacio la vita infranta!
Misera me! Ei m'ha la vita
con quel suo bacio infranta!
Ohimè! Ohimè!
Pur gli perdono; io non vo' la sua vita
A Gellner voglio dir che pazza fui.
(apre la porta)
Che tetra notte! Come fischia il vento!
Spento è il lume laggiù!
Giuseppe certo a Sölden è rimasto;
per stanotte non ha nulla a temer.
Doman l'avvertirò!
¿Nunca más tendré paz?
¿Me atormentarán
horribles pensamientos?
¡Ay de mí! Sólo fui un juguete para él.
¡Se burlo de mi ardiente beso!
Pues bien, ¡morirás, cruel!
¡Ah! ¡Desgraciada de mí, que lo amo!
La juventud, con sus sueños ardientes,
ahora convertidos en crueles tormentos,
me abandona.
Todo mi ser está invadido
por un triste recuerdo.
¡La esperanza huye y me abandona!
En su beso estaba mi vida,
¡En su beso toda mi esperanza!
¡Con ese beso me ha roto la vida!
¡Desgraciada de mí!
¡Con su beso me ha partido la vida!
¡Ay de mí! ¡Ay de mí!
Sin embargo, lo perdono, no quiero su vida.
A Gellner debo decirle que fui una loca.
(abre la puerta y mira en la oscuridad)
¡Qué tétrica noche! ¡Cómo sopla el viento!
¡Aquella luz se ha apagado!
Giuseppe en Sölden se ha quedado,
por esta noche no hay nada que temer.
¡Mañana le advertiré! Ahora bien, Gellner no está en Sölden, sino que también ha vuelto ya a Hochstoff, y en una charla con el viejo soldado se entera por éste de que Hagenbach viene asimismo de camino. ¡Hombre, qué bien! Decididamente, este Hagenbach siempre viene al pueblo en el momento justo: noche cerrada, un puente sobre un barranco… La ocasión la pintan calva. El único problema es la luz del Cristo que hay en el puente, pero Gellner la apaga y se queda acechando a un lado.
Hagenbach llega para pedir perdón a Wally por su actitud en el baile, de la cual también se ha arrepentido. Cuando cruza el puente, el ejecutor salta sobre él y lo tira al barranco. (Ya les vale: a Gellner, cazador y para más señas uno de los mejores tiradores de la comarca, no se le ocurre mejor manera de cargarse al rival que tirándolo por un puente; y el otro, que en el primer acto presumía de matar osos a navajazos, se deja). Misión cumplida. Gellner se retira a casa, y cuando pasa ante la de Wally ve la luz encendida. Siempre servicial, decide ir a darle cuenta de la gestión.
Gellner llama a la puerta de Wally y cuando ésta lo ve, le cambia el color. “¡Vaya, Gellner, qué casualidad! Ahora mismo pensaba en ti. Mira, que… sobre lo que te dije antes, no sé si te acuerdas, lo de cargarte a Hagenbach y tal, pues que he cambiado de idea”. La cara de Gellner, deseando que se le trague la tierra, es digna de verse. “Un poco tarde, Wally. Ya está en el fondo del barranco”. “¡Miserable! ¿Qué has hecho?”, le recrimina ella, como si en vez de la instigadora fuese una turista que pasaba por allí.
Agarra a Gellner y se lo lleva hasta el barranco. Y la frase que le suelta es para graduarse en abyección: “¡Ven!... ¡Vamos!... ¡Caigamos!... ¡Los dos juntos! ¡Allá abajo está el altar de nuestra boda!” Llegan al borde del precipicio, y justo en ese instante, desde las profundidades, asciende un lamento. ¡Atiza, que está vivo! Si es que este Gellner no me vale ni para eso… Wally empieza a gritar pidiendo auxilio. Los aldeanos salen de sus casas, coincidiendo con los söldinenses que vienen por el otro lado del puente buscando a Hagenbach, al que en plena noche han echado de menos. Afra, que va con ellos, se da por viuda anticipada al enterarse de lo que ha pasado. En la confusión, Gellner se escabulle.
El salvamento es complicado, pero la Wally, que se come las uñas, baja hasta el herido por un sendero con la fuerza que le da su amor. “Admirados ante tal acto de valor” dice el libreto, los hombres la siguen y las mujeres se arrodillan para rezar. Al final, entre unos y otros consiguen izar con cuerdas a los amantes y sacarlos del barranco. “¡Salvado! ¡Salvado!”. Salvado pero inconsciente, que para eso se ha dado una buena costalada. Y Wally, que al fin y al cabo era la única que quería verlo fiambre, demuestra, con lo que le dice a Afra, cuán abyecto se puede llegar a ser: “Sí, ¡vive aún! Dios te lo devuelve, salvado por mí.” Y ya sin venir a cuento para nada, añade: “Así, también mi casa y mis campos, Afra, son tuyos.”
Un sollozo interrumpe sus palabras; estalla en lágrimas y se arrodilla ante Hagenbach, abrazándole y murmurando: “¡Adiós, adiós!”. Después toma las manos de Afra y le dice, de forma que todos puedan oírlo: “Cuando sus ojos se reabran a la luz, dile que el beso que me dio se lo he devuelto ahora”. Naturalmente, todos los presentes acaban cantando: “¡Oh, generosa! ¡Oh, santa criatura!”. Qué menos.
Final del Acto III, desde el momento en que Gellner llama a la puerta de Wally y ésta dice: “Oh ciel, chi batte?” “¡Oh, cielos! ¿Quién llama?”
La Wally - Final Acto 3Catalani pudo haber dejado aquí la historia, y ya nos hubiera suministrado una buena dosis de abyección. Pero, aconsejado por Boito y por Giacosa, y siguiendo las tendencias del finisecular momento, decidió añadir un cuarto acto para llevarnos hasta un final francamente repulsivo y deleznable.
ACTO IV
La cima del Murzoll en Navidad. La nieve, el hielo y las brumas crean un ambiente gélido y fantasmagórico. Wally está como en trance, sentada delante de una cabaña, propiedad suya. Walter, que por segunda vez la ha acompañado en su autoexilio, le aconseja volver al pueblo, porque las nevadas están borrado los caminos y quedarse allí es cada vez más peligroso. Ella contesta que no tiene ni adónde ni con quién ir, y que las penas de este mundo ya no le hacen ni cosquillas. Pero obliga al propio Walter a marcharse, regalándole antes el famoso collar de perlas. La despedida es un baño de lágrimas, pero al final, el joven poeta se marcha, cantando la triste canción del primer Acto, mientras Wally va repitiendo las estrofas.
En esto, aparece Hagenbach. Al verlo, ella le pregunta a qué ha venido, y el galán aprovecha para endosarnos su aria “M’hai salvato”, que vamos a escuchar, primero, en la versión de Mario del Monaco (grabación de 1969), en la que sólo canta él, pues se han suprimido las breves intervenciones de Wally:
http://www.youtube.com/watch?v=Vlu8cTg4qVA HAGENBACH
M'hai salvato,
hai voluto obliar l'offesa mia,
e tu mi chiedi perchè son tornato?
A te ne vengo come a un santo altar!
WALLY
(fra sè)
È la sua voce!...
... è la sua voce!
HAGENBACH
A te ne vengo...
...come a un santo altar!
Oh! come furon lunghi i di lontan da te,
e come mi struggeva il desio di rivederti!
Tu nel tormento dell'ore infinite
a me apparivi bella e innamorata!
Poi, la dolce vision si mutava...
e come la Madonna del Dolore
ai miei pie' ti vedevo addolorata,
mentre a lavarvi l'oltraggio del bacio,
dagli occhi tuoi sulla tua scarna gota
vi sgorgava un'amara onda di pianto.
WALLY
(fra s}e)
Ah! L'armonia delle sue parole m'uccide!
HAGENBACH
Poi m'han detto un dì:
Wally non è più qui, nè più la rivedrai,
Ma la speranza non m'ha mai lasciato,
e t'ho, fanciulla mia, ritrovata.
Io t'amo, Wally!
HAGENBACH
Me has salvado,
has querido olvidar mi ofensa,
¿Y tú me preguntas a qué vengo?
¡A ti vengo como a un santo altar!
WALLY
(para sí)
¡Es su voz...
es su voz!
HAGENBACH
¡A ti vengo...
como a un santo altar!
¡Qué largos fueron los días lejos de ti, cómo
me consumía el deseo de volverte a ver!
¡Tú, en el tormento de las horas infinitas,
ante mí aparecías bella y enamorada!
Después, la dulce visión cambiaba...
Y como a la Virgen de los Dolores,
a tus pies me veía adorándote.
Mientras te lavaba el ultraje del beso,
de tus ojos, por las pálidas mejillas,
manaba una amarga ola de llanto.
WALLY
(para sí)
¡Ah, la armonía de sus palabras me mata!
HAGENBACH
Después, un día me dijeron:
Wally no está, no la volverás a ver más.
Pero la esperanza no me ha dejado nunca,
te he vuelto a encontrar, muchacha mía.
¡Yo te amo, Wally!
Después de esta declaración, vienen las confesiones: Hagenbach reconoce que, aunque al principio creyó odiarla, en realidad la amó siempre, y que el beso que le dio en el baile no era fingido. Eso es lo que iba a contarle aquella noche, cuando al pasar por el puente Dios le castigó arrojándolo al barranco… “¿Dios?”, dice ella. “¡Qué va, tonto! ¡Si fui yo, que nada más que ordené que te mataran!” Y a continuación le espeta: “Amami adunque ancor, si puoi…”. O sea: “Amame ahora, si eres capaz”. Con un par.
¡Vaya flash! Imaginaos que os estáis declarando, y la persona en cuestión os dice: “Oye, ¿has visto la peli ésa de “Durmiendo con su enemigo”? Pues lo mismo: hace unos días ordené que te mataran” ¿No agarraríais por el cuello al amor de vuestra vida y apretaríais bien fuerte, cual Homer a Bart Simpson? O al menos ¿no maldeciríais a todo lo divino y lo humano? Pues Hagenbach no. Menudas tragaderas tiene. “Ah, que querías verme muerto… Bueno, pelillos a la mar. Vamos a ser felices a partir de ahora”
En este punto de la historia, el libreto indica: “El la estrecha tiernamente sobre su corazón. Durante este tiempo, el cielo se ha cubierto de nubes. Una espesa niebla desciende, amenazando con envolver la cima del Murzoll. En pocos instantes, la cabaña de Wally queda sumida en tinieblas. El viento empieza a soplar, pero los dos amantes, abrazados, no parecen darse cuenta de nada, mientras se murmuran al oído palabras de amor”. Es decir, que mientras a su alrededor se prepara la mundial, los tortolitos siguen en Babia, hablando de irse a playas floridas y asilos encantados, hasta que Wally, notando el frescor, mira en torno suyo y dice: “Pepe, ¿dónde estamos?” (Literal, ¿eh? que viene tal cual en el libreto: “Giuseppe, ove siam noi?”) Y él tiene la cachaza de contestar: “Estás sobre mi corazón”. Ya, ya, cariño –empieza a inquietarse ella-, pero aquí hace una rasca que no veas. Anda, vámonos a casita a encender la chimenea.
Hagenbach se adelanta buscando la senda, pero el temporal la ha borrado. Súbitamente, se produce una avalancha y Hagenbach se despeña barranco abajo. (Sí, otra vez: es como un déjà vu. Al final, Hagenbach se pasa más rato en el patio de butacas que sobre el escenario) Wally se asoma al precipicio formado por el alud y llama a su amado. Silencio sepulcral. Entonces, “se oculta la cara con las manos y queda petrificada. Cuando aparta las manos, revela un rostro lívido con los ojos muy abiertos y una mirada extraña. Se abalanza al precipicio y alzando los brazos exaltadamente grita: ¡Oh, nieve! ¡Oh, cándido destino mío! He aquí la esposa de Giuseppe. ¡Alma querida, ábreme tus brazos!”
FINTerminamos las audiciones con estos diez minutos de grabación de 1968 en el Carnegie Hall, que comprende desde la despedida de Walter (a quien alcanzamos a oir cantando los últimos versos de la canción, y a Wally repitiéndolos) pasando por los alaridos del reencuentro de Hagenbach y Wally (el riesgo de aludes se la traía floja a ambos), repitiendo el aria de Hagenbach y terminando en el momento en que ella confiesa haber encargado su muerte. (La frase “Amami dunque ancor, se puoi” se queda a medias; lo siento)
http://www.youtube.com/watch?v=EixNYJ3Vtjo