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Elisabeth Schwarzkopf
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Su vida
Bautizada Olga Maria Elisabeth Frederike Schwarzkopf, Dame Elisabeth Schwarzkopf nació en diciembre de 1915 en Jarocin, actual Polonia, previamente parte de Alemania. Sus padres, personas de cultura (su padre era profesor de Historia) animan a la joven Elisabeth en su desarrollo musical y ésta comienza su carrera debutando en 1928, como Eurídice en una producción escolar de la obra Orfeo ed Euridice, de Gluck en Magdeburgo.
Schwarzkopf va a Berlín para completar sus estudios musicales en la Hochschule für Musik donde se encuentra con su primera maestra, la antigua cantante Lula Mysz-Gmeiner, quien educa la voz ligera y brillante de la joven en la cuerda de contralto, la madre de la joven protesta, y aún a sabiendas de los problemas que puede causar a la carrera de su hija el abandonar las clases de la famosa y respetada Mysz-Gminer, obliga a la joven a hacerlo.
Schwarzkopf se enrola en la Sociedad Favre como soprano dentro del coro en 1937. Tal coral, es la elegida por Walter Legge, para la grabación de Die Zauberflöte que la Columbia está preparando con Thomas Beecham a la batuta y Helge Roswaenge y Tiana Lemnitz en los principales. Debuta en 1938 en la Staatsoper Unter den Linden berlinesa como Muchacha Flor en un Parsifal dirigido por Karl Böhm. No tardará en llegar más alto, y cantará en el mismo teatro papeles como Oscar, Musetta o Zerbinetta.
Aconsejada por su compañero el barítono Karl Schmitt-Walter, Schwarzkopf decide tomar clases con Maria Ivogün, que reconduce la voz y la técnica de Schwarzkopf, obligandola a trabajar la coloratura y la flexibilidad, pero desde una voz lírica, y no ligera. Papeles como Zerbinetta o Sophie deberán ser abandonados para desarrollar Ariadne o la Mariscala. El marido de la Ivogün, el famoso pianista acompañante Michael Rauchesien, descubre un nuevo mundo a la Schwarzkopf: el lied.
Debuta en Viena con gran éxito en un velada liederística y Böhm, impresionado con la soprano, la contrata para debutar en la Staatsoper con papeles coloraturescos como Zerbinetta o Rosina, su esperado debut como Ariadne (todo un salto cualitativo) en la ópera homónima no se dará por la grave enfermedad pulmonar que aqueja a la Schwarzkopf, que en ese mismo 1942 se retira al sur de Polonia para superarla. El debut se reprograma para 1944, pero la Guerra destruye el teatro y es aplazado sine die.
Acabada la Guerra, Walter Legge acude a Viena para audicionar a los jóvenes talentos de la Wiener Staatsoper. Schwarzkopf presenta entre otras cosas el lied de Hugo Wolf : Wer rief dich denn.
Legge un ardoroso defensor de la obra de Wolf le hace repetir y trabajar el lied, de menos de minuto y medio de duración, durante varias horas (ante el horror y la estupefacción de Herbert Von Karajan, también presente en la audición) hasta que éste queda a su gusto. Schwarzkopf firma ese mismo día un contrato que la unirá a la EMI durante el resto de su vida artística.
El lanzamiento internacional de la Schwarzkopf se da en 1947 en el Festival de Lucerna, con el Requiem Aleman de Brahms (y posterior grabación junto a Hans Hotter bajo la batuta de Karajan). Semanas después debuta en Londres como miembro de la Staatsoper vienesa como Donna Elvira y más tarde como Marzelline. El éxito de la alemana es grande y el Covent Garden decide contratarla como miembro parte de la compañía. Entre 1948 y 1951 canta Pamina, Sophie, Mimí, Violetta, Susanna, la Eva de los Maestros Cantores wagnerianos, Manon y Butterfly. Schwarzkopf acepta el contrato, en contra de la voluntad de Legge para permanecer en Londres y desarrollarse junto a él.
Su contrato en Londres enfrió las relaciones con la Opera de Viena, en la que no es requerida hasta que Josef Krips deja el podio y Herbert Von Karajan se hace cargo del mismo.
En 1948 debuta en el Festival de Salzburgo como la Condesa Almaviva y más tarde en la Scala con el mismo papel. La relación con el coliseo milanés es muy estrecha y hasta 1963 cantará habitualmente y con enorme éxito, siendo la primera soprano germana relacionada habitualmente con el teatro italiano.
Será en la Scala donde debute en 1952 dirigida por Karjan un papel que para muchos ha hecho suyo, la Mariscala de la maravillosa ópera straussiana Der Rosenkavalier. No es un personaje que haya tomado a la ligera, Schwarzkopf lleva meses y meses de preparación, y el éxito es mayúsculo. En la Scala debutará Melisande (la única de su carrera), la Elisabeth del Tannhäuser, la Iole del Eracle de Händel (en bizarra grabación junto a Franco Corelli y Fedora Barbieri) o la Marguerita del Fausto gounodiano. Estrena además Il Trionfo di Afrodita de Carl Orff.
No es el único estreno de la carrera de Schwarzkopf, en 1951 estrena en Venecia la ópera de Stravinski, The Rake's Progress, en el exigidisimo protagonista Anne Truelove y bajo la dirección del propio Stravinski.
Europa conquistada, Schwarzkopf debuta en 1953 en recital de lied en Nueva York en el Town Hall, con gran éxito. Tanto Legge como Schwarzkopf estaban advertidos del poco éxito o tirón de una soprano que ni siquiera había sido presentada en el Metropolitan House (debut que no se dio por razones políticas hasta 1964 con unas representaciones del Rosenkavalier). Numerosos contratos para conciertos en América le llegan a Schwarzkopf.
Establecida como un tótem mozartiano y straussiano en Europa y América, Schwarzkopf va especializándose a medida que van pasando los años 50 en una serie de papeles que no dejará hasta su retirada: Donna Elvira, Fiordiligi, Contessa Almaviva, Mariscala y Condesa Madeleine.
La progresiva decadencia vocal hace que la soprano abandone la escena operística y se centre en numerosos conciertos de lied que cultiva con fruición y del que se convierte en una de sus mas grandes, por no decir la más, embajadora.
Muerto Walter Legge en 1979, la gran soprano se dedica a las clases magistrales, especialmente en la Juilliard School neoyorquina.
Retirada durante muchos años en Suiza, Elisabeth Schwarzkopf murió en Austria en agosto de 2006 a los 90 años
Su voz
Los primeros recuerdos sonoros oficiales que tenemos de Elisabeth Schwarzkopf datan de 1946, aunque la Radio de Berlín guarda archivos anteriores. ¿Cómo era la voz de la joven Schwarzkopf?
Walter Legge decía: “Personalísima, sonriente, fresca y brillante, no grande pero admirablemente proyectada y con una deliciosa capacidad para los pianissimi en el registro agudo”.
Las primeras grabaciones de Schwarzkopf nos enseñan a una soprano que linda entre la lírica y la lírico-ligera, aunque la balanza caiga del primer lado. El centro es claro, sutil y delicado, y el agudo seguro, luminoso y brillante. La voz está perfectamente emitida, solo cuando la soprano avanza en las procelosas aguas del registro medio grave pierde fuerza y se achica. En estas grabaciones, el timbre es plateado pero no tiene el color tan característico que logrará más adelante. Los medios no son excepcionales, pero la poseedora de los mismos es una artista total.
Si bien la voz de Schwarzkopf (ya se ha dicho) no es grande, suple el poco volumen con una notabilísima proyección y una paleta de colores y tonalidades admirable. Es también remarcable su habilidad para los reguladores (sofocantes pianissimos).
Con el paso de los años, el registro grave dará problemas, sonando éste abierto cuando no ahuecado, vuoto e artificioso e irreal. Mientras el centro toma sonoridades cellisticas y la capacidad para resolver el registro agudo será más exigida, atacados éstos con temor y con una sonoridad seca y fija.
Mucho se ha criticado el estilo Schwarzkopf. Criticada por fría, amanerada y cursi en la encarnación de sus papeles operísticos, Schwarzkopf desarrolló una serie de características interpretativas personalísimas e inconfundibles, nunca alejadas del mensaje del autor de la obra ni de la partitura, que podrán gustar más o menos, pero que crearon escuela.
Mozart
Dentro de la carrera operística de Schwarzkopf, la figura del de Salzburgo es capital. En ella concurrían una serie de condiciones ejemplares para hacer justicia las obras mozartianas: amplio y variado fraseo, dominio de los reguladores y de la expresión y la prosodia que le permitía crear un discurso coherente.
En los primeros estadios de su carrera, Susanna y Blondchen son piedras de toque, pero según avanza su formación musical y se desarrolla su voz, éstas quedarán atrás para desarrollar las melancólicas y soñadoras criaturas mozartianas: Fiordiligi, Donna Elvira (la piu autorrevole Elvira según Celletti), la Condesa Mozartiana pero también su increíble Konstanze (junto a Anton Dermota) también abandonada por el desarrollo de una voz de más peso o incluso su Pamina (en inglés o en italiano). Todas forman parte del corpus y del arte schwarzkopfil con las obras del genio de Salzburgo.
Los modos patricios de Schwarzkopf transmitían una característica inherente a todas las heroínas mozartianas: la nobleza.
Decía Arturo Reverter que Schwarzkof conseguía llegar al corazón de las atribuladas almas de estos personajes a partir del arte exquisito y noble. A través de una voz no especialmente dotada Schwarzkopf servía a la perfección a la partitura mozartiana, consiguiendo incluso, una rigurosa reproducción de los pasajes coloraturicos más espinosos.
Strauss
El otro autor predilecto de Elisabeth Schwarzkopf fue Richard Strauss aunque solo cantara en escena dos de sus creaciones: la Mariscala de Der Rosenkavalier y la Condesa Madeleine de Capriccio.
Si cultivó con fruición sus lieder y nos dejó dos grabaciones oficiales (piratas hay muchas más) de las Cuatro últimas canciones, la primera con Otto Ackerman (estupendísima versión) y la segunda ya en decadencia vocal y artística convertida en una imitadora amanerada de sí misma con George Szell.
Pero si hay que asociar a Strauss con Schwarzkopf será mediante la Mariscala del Caballero de la Rosa. Podemos decir que encontramos dos tipos de Mariscalas, aquellas cuya voz es más pesada (Maria Reining o Regine Crespin) y aquellas cuya voz es más aérea o más liviana (Lisa Della Casa). Obviamente Elisabeth Schwarzkopf está en este segundo grupo.
Cuando lo debuta en 1952, Schwarzkopf lleva meses ensayando el papel palabra a palabra con Walter Legge y con Karajan, y su asunción del rol es total. Cuando se retire de la escena operística, (en 1971) será con ese papel. Pegado a la piel.
Schwarzkopf nos presenta a la Mariscala en todas las facetas posibles, desde esa mujer mimosa y enamorada tras una noche de apasionado amor, hasta la mujer madura, que no mayor, del final del primer acto. Muestra igualmente a la Mariscala en toda la grandeza de la palabra cuando entiende que su Quinquin (un futuro Ochs) prefiere a Sophie (o Resi).
Es quizá en el largo monólogo y posterior del primer acto donde Schwarzkopf construye verdaderamente a la Mariscala. Si bien la retranca ofrecida en algunas frases del mimos por otras sopranos (imaginemos a Regine Crespin, una Mariscala con mucho más mundo que la de Schwarzkopf) es mucho mayor, la templanza y la manera regia de asumir que el tiempo pasa, lento pero implacable, es absolutamente conmovedor.
El lied
Estamos en el terreno predilecto de la soprano (y también de su marido). Schwarzkopf sobresalió con numerosos autores, Schubert, Brahms y Schumann entre ellos, pero si uno lleva el sello indeleble de la soprano es Hugo Wolf. Walter Legge llevaba desde 1930 grabando los lied del autor alemán. Schwarzkopf fue excelentísimo altavoz para la obra del músico austriaco. Memorables son sus conciertos dedicados exclusivamente a él, como por ejemplo la Liederabend salzburguesa de 1953 con Furtwängler al piano.
Llevó a los estudios de grabación en varias ocasiones el corpus wolfiano, destacando tanto los Italianische Liederbruch como los Spanische Liederbruch en un mano a mano contra otro titan del lied, Dietrich Fischer Dieskau.
Capitulo aparte merece el ciclo Goethe-Lieder que Schwarzkopf hizo suyo, en especial la bellísima Mignon (Kenns du das land?) obra cumbre del arte schwarzkopfil.
Las personalísimas maneras de Elisabeth Schwarzkopf tienen también incidencia en el lied. Esa forma de paladear las palabras, de desgranar las letras, dicción cuidadisima, etc, hace perder quizá algo de espontaneidad y caer de vez en cuando en el amaneramiento, algo nimio ante tamaña artista.
Discografía
Elisabeth Schwarzkopf cuenta con una discografía envidiable. Protagoniza o participa en algunas de las más grandes grabaciones de la historia del disco. Artista exclusiva de la EMI, protagoniza gran parte de su catalogo.
Por no salir de lo anteriormente planteado, dentro de territorio mozartiano la figura de Schwarzkopf es una constante. Graba dos veces la Condesa Almaviva, la primera con Karajan y la crema y nata de la Wien Staatsoper y en la que ofrece una fresca pero estudiada Condesa y la segunda, ya a finales de los 50 con Carlo Maria Giulini donde le falta algo de espontaneidad pero la maestría sigue presente.
Otras dos veces la Fiordiligi, primera vez con Karajan, absolutamente referencial y más tarde en los 60 con Böhm donde la edad y el declive técnico son muy evidentes. Donna Elvira solo nos llega una vez en estudio en la estupenda grabación con Joan Sutherland y Eberhard Wachter, pero el live nos lega muchas más, dos con Furtwängler en Salzburgo, una con Karajan en Salzburgo también, etc.
De sus puntuales interpretaciones de Pamina, el disco nos lega dos, la estupenda Pamina (en italiano) con Karajan y la Konstanze del Rapto (en una interpretación muy juvenil) con Rudolf Moralt a la batuta y Anton Dermota acompañándola en el protagonista.
En el terreno straussiano camina con pulso y maestría en sus referenciales encarnaciones de la Mariscala (en estudio con Karajan dirigiendo y acompañada por Christa Ludwig y Teresa Stitch-Randall) o Madeleine (Con Sawallisch a la batuta y un colosal plantel que reúne a los mejores cantantes del área centroeuropea de la época). Nos lega solo en disco su estupenda Prima Donna-Ariadne (una diosa burguesa) así como retazos de lo que podría haber sido una referencialísima Arabella..
Dentro del campo de las canciones y lieder straussiano, destacan las Cuatro Últimas Canciones, sencillamente genial con Otto Ackermann o con Herbert Von Karajan (en directo) y ya algo agotada y amanerada en el alabadísimo ciclo de Szell.
Su Gretel con Karajan y Elisabet Grümmer de Hansel es un hito absoluto de la historia del disco, así como sus grabaciones de opereta, Die Fledermaus con Karajan, lleno de vivacidad, elegancia y gracia o su Lustige Witwe, dos veces llevada al disco. Referenciales así mismo su Land des Ländchens, Eine nacht in Veneding o Der barbier von Bagdag. Igualmente referencial su Alice del Falstaff verdiano bajo la batuta de Karajan.
En el debe, una desapasionada, gélida y aitaliana Liú, en la desastrosa Turandot con Callas y Fernandi y la frígida cortesana Giulietta de los fallidisimos Contes d'Hoffmann de André Cluytens.
Dentro del lied, son piezas clave, sus disco de dúos con Irmgaard Seefried (tan distinta y tan igual a ella) y con Dietrich Fischer Dieskau (el corpus Wolfiano) con Gerald Moore al piano, el ciclo dedicado a Wolf, también con Moore.
La selección schubertiana con Edwin Fischer es también imponente, como lo son las grabaciones dedicadas a Mahler ( Des Knaben Wunderhorn con Dieskau y la grabación de la Cuarta con Klemperer dirigiendo)
Graba admirablemente el réquiem verdiano dos veces, una con Victor de Sabata y una madura y otoñal versión con Giulini a la batuta (Schwarzkopf recuerda a De Sabata gritándola por encima de la orquesta : Vibrrrrrrrato!).
El añorado Idiota ofreció en su día un estupendo cantante del mes glosando la figura de la Schwarzkopf.