NOTA PREVIA: En la guía de audición se comentarán sólo los números musicales de la ópera, pero somos conscientes de que ello conlleva cierta traición al esmero con que Weber trató de equilibrar las funciones del habla y del canto en esta obra, y por ello, cuando consideremos que la palabra forma parte del sentido de algún número musical, lo haremos notar.
OTRA NOTA PREVIA: La grabación de referencia irá variando en cada acto, y se anunciará en su momento. Para la obertura emplearemos la grabación de estudio de Carlos Kleiber.
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OBERTURA
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La obertura de Der Freischütz es una celebradísima pieza de concierto y un magnífico exponente del estilo compositivo de Carl Maria von Weber. Empleando con decisión (y abundante desarrollo) temas que después reaparecerán en la ópera, Weber hilvana todo ese material y plasma las tensiones fundamentales sobre las que versará la historia de forma concertísticamente brillante, con innegable romanticismo y un sabor netamente alemán. Sin duda, Weber ha comprendido magníficamente a Beethoven y constituirá un antecedente esencial de Wagner, y todo eso podemos hallarlo ya aquí.
La obertura comienza con lúgubres sonidos de la madera y la cuerda grave, a modo de llamada intranquila que encuentra su plácida respuesta en el bellísimo tema introducido por las trompas como un himno tranquilo que representa la calmada vida que el bosque proporciona al pueblo alemán. La tonalidad de Do Mayor (la primera y más intuitiva de las tonalidades musicales, libre de alteraciones) es usada en toda esta obra como sinónimo de inocencia, de bondad e incorruptibilidad (ello ocurre muy frecuentemente en la ópera alemana: piénsese en el final de
Fidelio, el preludio de
Hänsel und Gretel o la canción al oro de las hijas del Rin en
Das Rheingold)
Un trémolo de la cuerda forma de entrada un acorde que, completado por los pizzicatos de la cuerda más grave, nos conduce a un elemento típicamente misterioso, irresoluble y fatal de la música romántica: el acorde de séptima disminuida. (*)
Este acorde se volverá a formar completamente cuando el clarinete se una a la cuerda justo antes de resolver a Do menor en el cambio de tiempo.
Entra a continuación el agitado motivo (
Molto vivace) que después acompañará la inquietante aparición en escena de Samiel durante el aria de Max del I acto, mientras éste expresa su incertidumbre por un Dios que parece abandonarle. Mientras el clarinete interroga con angustia en su registro central, el cello sostiene desde abajo la escala completa ascendente de Do menor, que se contrapone a la tonalidad anterior como su opuesto, es decir, la tonalidad en que se camufla el Mal.
La música sigue desarrollándose hasta estallar (ff) en el enérgico tema, siempre en Do menor, sobre el que, en la escena de la Garganta del Lobo, se forjará la séptima bala, aquella cuyo destino no está regido por el cazador, sino por el diablo.
Sobre un nuevo trémolo, el clarinete anticipa la bella e intensa línea vocal que después seguirá Max en su aria sobre las palabras
O dringt kein Strahl durch diese Nächte?, angustia que es calmada por la luminosa aparición del tema esencial de la obra, el del amor de Agathe, que hallará toda su significación musical en su gran escena del acto II, y después, en la escena final, donde reflejará la celebración por la redención de Max.
Sin embargo, el tema de la séptima bala reaparecerá con energía, y será extensamente desarrollado. En el fragor del mismo, el oboe y la flauta tratan en vano de volver a sugerir el tema del amor, pero son contrarrestados por el trombón, que se hace eco de su último intervalo pero en modo menor:
Cuando por fin la música parece relajarse, será nuevamente el tema de la secreta presencia de Samiel quien insista en apoderarse del discurso musical, y esbozará de nuevo el tema de la séptima bala y los enérgicos acordes del final del aria de Max, pero todo ello será disuelto por un nuevo trémolo donde emergerá una interrogante frase de los violines, repetida por los chelos, que llevan a un tenso silencio y a una situación de desconcierto musical.
Un fortísimo de la orquesta entera en un cristalino acorde de Do Mayor, y una enérgica escala hasta un nuevo acorde con una refulgente dominante, rompen la incertidumbre para exponer, de forma extensa y triunfal, el tema del amor de Agathe,
que se desarrolla con brillantísimas figuraciones hasta el fin de la obertura.
(*)= El acorde de séptima disminuida está formado por la nota fundamental con su tercera menor, quinta disminuida y séptima disminuida (por ejemplo, Fa#-La-Do-Mib). Lo peculiar de este acorde, aparte de su sugerente sonido, es que todas las notas guardan una misma distancia entre sí (tono y medio) de tal forma que su posición y función, por la exactitud de la simetría, es absolutamente intercambiable (cualquier nota puede comportarse como fundamental y, correlativamente, las demás adoptarán las sucesivas posiciones) y ello hace que su resolución al siguiente acorde sea, a priori, casi imprevisible (Schoenberg lo llamó "el acorde errante"). Este recurso fue muy utilizado en el romanticismo como elemento de misterio y sorpresa.