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Ramón Carnicer y Batlle (1789–1855) Tras pasar los primeros años de vida en su Tárrega natal, Carnicer continúa su formación musical en la Seo de Urgel (1799-1806), donde, en la férrea tradición musical de las capillas catedralicias, estudia composición, canto y órgano. En 1806 es enviado a Barcelona para proseguir sus estudios con Francisco Queralt (1740-1825), maestro de capilla de la catedral, y el organista y compositor Carlos Baguer (1768-1808). Es en la Ciudad Condal donde entra en contacto con las óperas de Cimarosa, Paisiello, Guglielmi, Paër, Mayr y Generali, experiencia que le otorgará un amplio conocimiento del repertorio, como posteriormente revelará su obra operística. En 1808, aciago año de la ocupación francesa, el compositor decide trasladarse a Mahón (Menorca), donde se instala como profesor de música hasta 1814. La presencia en la isla del dilettante alemán Carl-Ernest Cook, discípulo directo de Mozart, le permitirá profundizar en otro tipo de repertorio. En 1814, el compositor regresa a Barcelona y al año siguiente es encargado ya de organizar y dirigir todos los conciertos que se ofrecen en los salones del Palacio del general Castaños, presidente de la Junta para la Reforma de Teatros. En 1816, Castaños, tras conseguir que la Junta funcionase como una sociedad de acciones para sostener el Teatro de la Santa Cruz, le encarga la organización de la primera temporada de ópera en dicho coliseo, consiguiendo Carnicer traer a Barcelona una compañía italiana integrada por destacados cantantes, músicos, pintores — los hermanos Giuseppe y Francesco Lucini — y el director de orquesta Pietro Generali (1773-1832).
El año teatral se abre con La italiana en Argel de Rossini, que logra un inmenso éxito. Gracias a los esfuerzos de Generali y Carnicer, el Teatro de la Santa Cruz de Barcelona se sitúa entre los mejores teatros europeos, por delante de los teatros madrileños contemporáneos.Ya en la temporada 1819-1820, cuando Generali regresa a Italia, Carnicer toma a su cargo la dirección del teatro, y se convierte en el primer empresario español de ópera. En este periodo, compone Carnicer numerosos fragmentos tanto instrumentales como vocales, para intercalar en óperas de autores italianos de moda, y arregla otros muchos a las exigencias y caprichos vocales de los cantantes. Entre estos podemos citar una cavatina para La cenerentola de Rossini en 1818, otra para el Otello rossiniano en 1821, dos dúos y una cavatina para L’Agnesse de Paër en 1816 o 1819, un dúo para Clotilde de Coccia en 1819, así como las sinfonías para Adolfo e Chiara de Dalayrac en 1818, El barbero de Sevilla en 1818 y El turco en Italia en 1819 y 1820, ambas de Rossini. Estas piezas musicales le permitieron adquirir una buena escuela y disfrutar de cierta fama entre sus contemporáneos. En 1818, Carnicer decide quemar su producción anterior — integrada por obras religiosas, himnos patrióticos, canciones, música de banda militar y de baile — y escribir la primera de sus obras de madurez, la ópera Adela di Lusignan, que fue estrenada en el Teatro de la Santa Cruz de Barcelona en 1819, con motivo del desembarco de la infanta napolitana Luisa Carlota — hermana de la futura reina María Cristina —, llegada a España para contraer matrimonio con el infante Francisco de Paula Antonio, hermano de Fernando VII. El éxito fue brillante; el público aplaudió la mayor parte de los números, y el dúo del desafío, cantado por Savino Monelli y Filippo Galli, causó verdadero fanatismo.
En 1820 el compositor lleva a cabo su tercer viaje a Italia como empresario del Teatro de la Santa Cruz de Barcelona. Su misión, como en otras ocasiones, no es sólo buscar cantantes y músicos, sino también partituras de Rossini, Bellini y Donizetti, estableciendo así una tradición estética que determina el rumbo de la futura música lírica nacional. La segunda ópera de Carnicer, Elena e Constantino, se estrenó en 1821, y fue recibida con aplauso del público; el libreto de Antonio Tottola, que contaba con una versión musical anterior debida a Mayr, fue puesto en música para el Teatro de la Santa Cruz. Ya en su tercera ópera, Il dissoluto punito ossia Don Giovanni Tenorio, estrenada en 1822, Carnicer, partiendo del lenguaje rossiniano que es connatural a su propio estilo, se acerca de forma excepcional al músico de Salzburgo. Entre 1824 y 1827, viajó a París y Londres, donde se dio a conocer como director y compositor. En la capital británica, además de publicar algunas obras importantes de su catálogo como sus Six Spanish Airs, Three Nocturnos, e Il sogno, terzettino notturno, conoce a los artistas españoles que nutrían los círculos liberales londinenses, como el profesor de canto Mariano Rodríguez de Ledesma (1779-1848), el pianista Santiago de Masarnau (1805-1882), el compositor José Melchor Gomis (1791-1836) o los guitarristas Fernando Sors (1780-1839) y Trinidad Huerta (1803-1856).
En 1827, el Rey Fernando VII, decidido a mejorar la vida teatral madrileña, y después de escuchar una obra musical suya, se interesó acerca del autor, y recibió como respuesta que se trataba de un miliciano liberal. A lo que el Rey respondió “decidme quién es, y, sea quien fuere, que venga a Madrid”. Como el Rey tenía derecho a reclamar a cualquier persona que se considerara necesario en la Corte , firmó una Real Orden para que Carnicer dirigiera los teatros madrileños del Príncipe y de la Cruz de la capital. Inicialmente Ramón Carnicer, convencido liberal, se resistió, motivo por el que el Corregidor ordenó su traslado a Madrid, con su familia, en calidad de preso. Su llegada a la capital permite dignificar el estado de los teatros de música, luchando contra todos los «vicios» instaurados en las orquestas, ampliando el número de metales, e introduciendo los clarines de pistones y el figle en las plantillas orquestales. En cuanto al coro del teatro, exigió conocimientos musicales y amplió el número de sus miembros. En 1829, Carnicer estrena Elena e Malvina, ópera escrita sobre un libreto de Felice Romani que fue bien recibida por la crítica madrileña.
En 1831, se inician las clases en El Real Conservatorio Superior de Música de Madrid fue fundado por la Reina María Cristina, y Ramón Carnicer formó parte del primer claustro de profesores, como primer catedrático de composición, siendo nombrado poco después director. Como maestro del Conservatorio, tuvo como alumnos a algunos de los grandes músicos y precursores de la zarzuela, como Hernando, Gaztambide y Barbieri. Ese mismo año estrena su Cristoforo Colombo en el Teatro del Príncipe de Madrid, y en 1832 pone por primera vez en escena Eufemio di Messina ossia I sarraceni in Sicilia. El Viernes Santo de 1833 Carnicer dirige el estreno del Stabat Mater de Rossini en la iglesia de San Felipe el Real de Madrid. Ese mismo año compuso las vigilias con orquesta para las exequias del Rey Fernando VII (hecho destacable teniendo en cuenta los antecedentes liberales del compositor). En 1837, año durante el que participa en la creación de la Junta Filarmónica, integrada además por Mariano Rodríguez de Ledesma (1779-1847) y José Mª Reart (1784-1857), creada con el fin de fomentar la composición de nuevas óperas españolas, estrena en el Teatro de la Cruz de Madrid su última ópera, Ismalia ossia morte ed amore, creación que culmina su catálogo, y que afirma su evolución personal en el modelo italianizante, próximo ahora a los relatos de novela gótica propios del belcanto.
María Encina Cortizo, Ramón Sobrino
Il dissoluto punito ossia Don Giovanni Tenorio, ópera en dos actos (1822). Fragmento del acto primero.
Última edición por Zelenka el 24 May 2014 18:04, editado 1 vez en total
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