WAGNER: DER RING DES NIBELUNGEN
Sobre el autor:
Autor: Richard Wagner (Leipzig, 22 de mayo de 1813 – Venecia, 13 de febrero de 1883) Su padre, un funcionario modesto, murió seis meses después de su nacimiento. En agosto de 1814, su madre se casa con el actor Ludwig Geyer, de quien se especula podría ser el padre biológico de Wagner. Geyer murió cuando Wagner contaba con apenas 10 años. Se dice que fue Geyer quien le inculcó la pasión por el teatro y las artes. A los 15 años de edad Wagner descubre la múscia y decide dedicarse a este arte, por lo que se inscribe en la universidad de su ciudad natal en 1831. Entre los compositores que más le influyen destaca Beethoven. En 1833 Wagner termina su primer conjunto de óperas. Esta obra no fue interpretada durante casi medio siglo. En este período consigue ser nombrado director musical en las óperas de Wurzburgo y magdeburgo. Entonces escribe Das Liebesvorbot, inspirada en una pieza de Shakespeare, presentada en 1836 con poco éxito. Ese mismo año Wagner se casa con la actriz Minna Planer, se traslada con ella a Königsberg y después a Riga, donde Wagner ocupa el cargo de director musical, y tras algunas semanas es abandonado por Minna, quien lo deja por otro hombre. Poco después ella regresa pero la relación nunca se recompondría y transcurriría penosamente durante las siguientes tres décadas. Sumidos en las deudas, los esposos abandonan Riga de manera furtiva en 1839, rumbo a Londres. En este viaje fueron víctimas de una tormenta que inspiró a Wagner El Holandés Errante. En 1840 termina Wagner su ópera Rienzi, regresa a Alemania para estrenarla en Dresde, donde tiene considerable éxito. Luego Wagner pone en escena El Holandés Errante y Tannhäuser, que determinan su puntapié definitivo. Pero su carrera toma un giro inesperado cuando en 1864 el Rey Luis II de Baviera accede al trono a la edad de 18 años. Es admirador de la obra de Wagner, e invita al compositor a Munich, paga sus cuantiosas deudas y apoya el desarrollo de su nueva ópera, Tristan e Isolda, con un suceso contundente. En 1877 Wagner inicia su última ópera, Parsifal. Tardó en componerla cuatro años, durante los cuales escribe también una serie (patética) de ensayos sobre la religión y el arte. Parsifal se estren a en enero de 1882, pero ya para esta época Wagner está gravemente enfermo. La familia viaja a Venecia en invierno. Wagner muere a causa de una crisis cardíaca. Su cuerpo es repatriado e inhumado en el jardín de Wahnfried.
Época del autor: Romanticismo alemán.
Otras óperas del compositor: Die Hochzeit, Die Feen, Das Liebesverbot, Rienzi.
Sobre la ópera:
Estreno: El oro del Rin: Munich, 22 de septiembre de 1869; La Valquiria 26 de junio de 1870 (ambas a pedido especial de LuisII, por encima de las objeciones de Wagner). Ciclo completo: 13 al 17 de agosto de 1876, inaugurando el Festspielhaus de Bayreuth.
Características de la Obra: Festival lírico de cuatro óperas épicas (un prologo y tres jornadas).
Génesis de la obra: En el verano de 1848, Wagner escribió El Mito Nibelungo como un esbozo dramático, combinando las fuentes medievales ya citadas en una sola línea narrativa, similar a la trama del Ciclo del Anillo, pero con algunas diferencias importantes. Más tarde ese año, comenzó a escribir un libreto llamado Siegfrieds Tod (La muerte de Sigfrido). Es posible que este trabajo haya surgido a raíz de una serie de artículos en la Neue Zeitschrift für Musik (“Nueva Gaceta de Música”), invitando a compositores a escribir una ópera nacional basada en El Cantar de los Nibelungos, un poema germano del siglo XII que, desde su redescubrimiento en 1755, había sido elevado por los románticos alemanes como la Saga Nacional Alemana. Siegrieds Tod trataba, como indica su título, de la muerte de Sigfrido, el héroe central del Cantar de los Nibelungos. Para 1850, Wagner había completado un esbozo musical (que posteriormente abandonó) para Siegfrieds Tod. Ahora, sintió que necesitaba una ópera previa, Der JUnge Siegfried (El Joven Sigfrido, posteriormente rebautizada Sigfrido) para poder explicar los sucesos en Siegfrieds Tod. El manuscrito en verso de Der Junge Siegfried se completó en mayo de 1851. Para octubre de este año, Wagner tomó la monumental decisión de expandir el ciclo a cuatro óperas, para ser representadas en cuatro noches consecutivas.
El texto de las cuatro óperas se terminó en diciembre de 1852, y fue publicado privadamente en febrero de 1853. En noviembre, Wagner comenzó la primera versión de la partitura para El Oro del Rin. A diferencia de los libretos, que fueron escritos en orden inverso, Wagner compuso la música en el orden en que debían representarse las óperas. El trabajo de composición continuó hasta 1857, cuando Wagner terminó el acto II de Sigfrido. Luego, Wagner interrumpió el trabajo en este ciclo por doce años, durante los que escribió Trista e Isolda y Die Meistersinger von Nümberg.
Para 1869, Wagner estaba viviendo en Tribschen, a orillas del Lago de los Cuatro Cantones, becado por el rey Luis II de Baviera. Aquí decidió regresar a Siegfried y, notablemente, pudo continuar justo donde había dejado la composición doce años antes. En octubre de este año, terminó la composición de El Ocaso de los Dioses (nuevo nombre para La Muerte de Sigfrido: Wagner rebautizó la cuarta ópera para estar más a tono con la visión pesimista del final, en el que los dioses son destruídos; en la versión original, lograban redimirse). Este cambio, junto con la decisión de mostrar en escena los eventos de La Valquiria y El Oro del Rin, que hasta ese momento sólo aparecían como narración de las dos óperas, tuvieron como consecuencias algunas discrepancias irreconciliables, pero que no disminuyen el valor del Anillo como un todo.
Libreto: Richard Wagner, basado en elementos de diversos mitos y cuentos folclóricos Germanos y Escandinavos.
Argumento:
Prologo - El Oro del Rin (Das Rheingold)
En las aguas del Rin, las hijas del río, Woglinde, Wellgunde y Flosshilde, juguetean. Su misión es guardar el tesoro del río, el Rheingold. El grotesco gnomo Alberich está observándolas; arrebatado por su belleza, arde en deseos de unirse a alguna de ellas. Éstas, por su parte, se burlan cruelmente de él. Alberich, ahora, mientras las persigue queda deslumbrado por el fulgor del tesoro del Rin, cuyo brillo, a los rayos del sol, surge a través del agua. Las hijas del río cuentan a Alberich el poder mágico que encierra el tesoro y cómo el hombre que forje un anillo de ese tesoro puede llegar a ser todopoderoso y rector del mundo, pero para eso tiene que renunciar al amor. Mientras las ninfas siguen sus juegos en las aguas del río, Alberich, humillado, se lanza hacia el tesoro y lo roba, para consternación de sus guardianas, maldiciendo al amor.
Fuera del Wallhala, la nueva y deslumbrante morada de los dioses, en el cumbre de la montaña desde la que se divisa el río en la lejanía, Wottan, dios supremo, y su esposa Fricka, duermen. Fricka despierta a Wotan y ambos contemplan el soberbio castillo: la obra está terminada. La diosa reprende a su esposo por la promesa que hizo a sus constructores, los gigantes Fasolt y Fafner, de darles como recompensa a su hermana Freia, quien llega pidiendo protección contra los gigantes. Wotan confía en la ayuda de Loge, dios del fuego y de la astucia, para poder eludir su compromiso con los gigantes. Llegan ahora los gigantes y Fasolt reclama sus derechos, a lo que Wotan responde con evasivas. Respondiendo a la petición de ayuda de Freia llegan ahora otros dos dioses: Froh y Donner. Este último amenaza a los gigantes con su martillo, mientras Froh abraza a Freia. Después llega Loge, quien declara, para angustia de Wotan, que no ha encontrado alternativa alguna al cumplimiento de lo prometido, pero sigue hablando y menciona, para tentar deliberadamente a los gigantes, el robo del Oro del Rin, señalando que las ninfas guardianas del tesoro han pedido a Wotan que les ayude a recuperar lo robado. Los gigantes al oír a Loge, empiezan a pensar que apoderarse del tesoro del rin puede ser una alternativa a la consecución de Freia. Pero wotan que quiere para sí el oro, rehusa acceder a esta posibilidad. Los gigantes toman a Freia como rehén y conminan a Wotan para que tome una decisión hasta la noche de ese día. Loge los ve partir y después se vuelve hacia los dioses. Con gran sorpresa, ve que repentinamente han envejecido y se han debilitado: es que Freia, la diosa de la juventud, les ha dejado. Reanimado de su letargo, Wotan decide marchar a Nibelheim, el país de los Nibelungos, en compañía de Loge.
En una caverna subterránea en el Nibelheim, Alberich, que ahora posee un anillo formado con el oro del tesoro del Rin, está regañando a su hermano Mime. Éste acaba de forjar, también con aquel oro, un yelmo mágico, el Tarnhelm, que permite a quien lo lleve tomar cualquier forma o hacerse invisible. Alberich se lo coloca, se vuelve invisible, golpea a su hermano y se marcha, ruidosamente alegre por la posesión del oro y del poder que éste le confiere. Llegan Wotan y Loge y tratan infructuosamente de consolar a Mime. Regresa entonces Alberich, con su grupo de nibelungos, portadores de objetos de oro y plata, que colocan en un montón. Después, y con brutales modos, los envía a trabajar y lo mismo hace con su hermano Mime. Alberich se jacta ante Wotan y Loge de su poder y astucia y de su pretensión de dominar a los dioses. Loge, prudentemente, sigue la corriente al enano, mientrasq ue Wotan se siente angustiado ante los planes de Alberich, que en respuesta a las preguntas de Logue les dice que puede transformarse en lo que desee, por el mágico poder del Tarnhelm. Loge manifiesta incredulidad y entonces Alberich se transforma en un dragón, y después, respondiendo a la petición de Loge, en un sapo, del que se apodera Wotan, en tanto que Loge toma el Tarnhelm. Cuando Alberich vuelve de nuevo a su forma humana, Wotan y Loge lo atan y se lo llevan prisionero.
Más tarde, en el Wallhala cubierto de niebla, como rescate para la liberación de Alberich, Wota y Loge reclaman el tesoro del rin, a lo que lleno de pesadumbre, accede el enano. Cuando le liberan de sus ligaduras, ordena a los Nibelungos que traigan el tesoro y éstos lo colocan a los pies de los dioses. Alberich pide entonces su libertad, pero Loge le reclama también el Ternhelm y Wotan el anillo. Desafiante, Alberich rehusa entregar el anillo y finalmente Wotan se lo arranca del dedo. Rugiendo de rabia, el enano maldice al anillo y a quien lo posea antes de partir.
La niebla se disipa cuando llegan Donner, Froh y Fricka, y unos momentos más tarde llegan Fasolt y Fafner trayendo a Freia. Los gigantes rehusan entregarla hasta que les paguen el rescate y Fasolt propone que el precio por ello será todo el oro que haga falta para ocultar a la diosa de la juventud. Wotan accede y Loge y Froh van apilando el tesoro, en tanto que Fricka y Donner se sienten agraviados por la humillación que están infligiendo a Freia. Para cubrir su cabeza, que es lo único que resta al descubierto, colocan sobre ella el Tarnhelm y finalmente, para tapar un pequeño hueco que queda sin cubrir dejando al descubierto los ojos, los gigantes reclaman el anillo. Como Wotan rehusa, Fasolt, airadamente, hace ademán de llevarse a Freia. Entonces la diosa d ela tierra, Erda, surge y les advierte que lo que lleva consigo es el anillo maldito.
Wotan medita profundamente sobre la situación. Finalmente, decide entregar el anillo y ordena a Freia que se reúna con él; la diosa, ya libre, abraza jubilosamente a los otros dioses. Los gigantes ahora, comienzan a repartirse el botín. Fafner y Fasolt disputan entre sí por la posesión de la mayor parte del tesoro. Cuando llegan al anillo, ambos hermanos luchan por quedarse con él y fafner da muerte a Fasolt. La maldición que pesa sobre el anillo empieza a cumplirse. Fafner se marcha, irónicamente Loge felicita a Wotan por haber entregado el anillo. Cuando Wotan, profundamente turbado, decide consultar a Erda, Fricka invita a Wotan a entrar con ella en el castillo. Haciendo sonar su martillo, Donner invoca una gran tormenta, haciendo luego que se dispersen las nubes, aparecer un gran arco-iris que, como un radiante puente, une el valle con la cima de la montaña en la que está el castillo. Wotan conduce a Fricka por el arco iris rumbo al Walhalla, seguidos por Froh, Freia y Donner, en tanto que Loge permanece en aquel lugar y los contempla con aire irónico. Procedente del valle, se escucha el doloroso canto de las ninfas del Rin, desposeídas del tesoro que debían guardar, lo que causa la irritación de Wotan, pues su triunfo al entrar en el Walhalla ha quedado empañado por el delito que él, tanto como Alberich, ha cometido.
Primera Jornada - La Valquiria (Die Wlaküre):
En una cabaña, enclavada en un bosque y construída en torno al trnoco de un enorme fresno, morada de Hunding y su esposa Siglinda. En el curso de una tormenta, Sigmundo busca refugio en la cabaña, huyendo del acoso de sus enemigos, los Neidings. Cuando llega Sigmund, la cabaña está vacía y él se tiende a descansar. Entra Siglinda y ve al forastero, exhausto, le ofrece agua y le dice que se quede allí hasta que regrese Hunding. Los dos se sienten mutuamente atraídos. Llega Hunding, que se muestra receloso al ver un extraño en su morada, y al notar su parecido con Siglinda, le pregunta quién es y de dónde viene. Sigmundo dice que su nombre es Wehwalt (“infortunado”) hijo de wolfe, y relata su historia, la muerte de su madre y de su hermana gemela, la búsqueda de su padre y de él mismo por parte de sus enemigos, y su lucha para salvar a su mujer de un matrimonio indeseado, y en la cual perdió sus armas. Al escuchar el relato, Hunding se da cuenta de que aquel extranjero es un enemigo de su raza, y le dice a Sigmundo que esa noche puede quedarse con ellos, pero que al día siguiente tendrán que luchar el uno contra el otro. Ordena a Siglinda que se marche a otra habitación de la choza, pero ella antes de salir, lanza una significativa mirada a un punto del tronco del fresno. Después, hunding sigue a su esposa.
Solo, a la débil luz del fuego, Sigmundo piensa en su situación: indefenso en la morada de su enemigo, y enamorado de la esposa de aquél. Y recuerda la promesa de su padre de que le proveería de una espada cuando la necesitase. De repente, un destello luminoso que surge del moribundo rescoldo ilumina el punto del freno al que se había dirigido la mirada de Siglinda, antes de salir. Cuando la oscuridad es completa, vuelve Siglinda: ha drogado a Hunding y viene para advertir a Sigmundo que debe huir. Relata la historia de su fiesta nupcial: mientras ella, profundamente triste, estaba sentada, en tanto que Hunding celebraba la boda con sus parientes, apareció un anciano vestido de gris y clavó profundamente una espada en el fresno; desde entonces muchos hombres habían intentado sacarla de allí sin éxito. Entonces ambos se dan cuenta de que la espada estaba destinada a Sigmundo y caen uno en brazo del otro. Se abre la puerta del recinto, Sigmundo canta al amor y a la primaveraa lo que ella responde apasionadamente. Sigmundo dice a Siglinda que su padre se llamaba realmente Wälse, y que él es un Wälsung, y entonces se dan cuenta que son hermanos, momento en que él revela su verdadero nombre: Simgundo (“Victoria”). Saca la espada del árbol, y le da por nombre Nothung (“necesaria”). Finalmente vuelven a abrazarse con renovado éxtasis. Se lleva a Siglinde, y Hunding comienza a perseguirlos. Wotan, que quiere proteger a Sigmundo, como a hijo suyo que es y porque es un instrumento de sus planes, ha enviado a Brunilda hasta el lugar casi inaccesible en que el héroe se ha refugiado, con el encargo de ayudarlo en su lucha contra Hunding. La Valquiria lanza su grito de guerra, avisa a Wotan que se acerca Fricka, y se va. Fricka llega en su carro tirado por dos carneros. Como diosa del matrimonio, pide a Wotan que castigue a Sigmundo, dejando que Hunding le de muerte; los dioses no deben proteger el adulterio y el incesto. Bien a su pesar, Wotan admite que Fricka tiene razón, aunque esto suponga que sus planes no puedan cumplirse, y finalmente aprueba la muerte de Sigmundo.
Se escucha de nuevo el grito de guerra de Brunilda, que regresa y que entra en escena a la vez que sale Fricka. La Valquiria se sorprende al ver a su padre tan triste; él le relata la historia de Alberich y el Anillo, de la predicción de ERda sobre la caída de los dioses y la lucha de los dioses por impedirlo con ayuda de las valquirias, que serían el ejército que protgería el Walhalla y de los hijos de Wotan habidos con una mujer mortal. Pero ahora, sigue diciendo, Sigmundo ha de morir, para dar satisfacción a Fricka. Y lleno de triste desesperación se da cuenta de que la caída de los dioses es inevitable. Brunilda, aterrada, protesta ante su padre y pide que se permita vencer a Sigmund, tal como Wotan había ordenado al principio. Tristemente sin embargo, Wotan insiste en que Brunilda ayude a vencer a Hunding.
Sigmundo y Siglinda siguen huyendo. El héroe trata de calmar a su hermana, llena ahora de remordimiento; en su imaginación enfebrecida, Siglinda escucha el lejano sonido de las trompetas e imagina que Hunding y sus parientes, llevando una jauría, les persigue. Y en una visión contempla a Sigmundo muerto a manos de sus enemigos. Cae desmayada y en ese momento aparece Brunilda ante Sigmundo. Le dice lo que se le ha ordenado: él debe morir en el combate con Hunding, y le invita a acompañarla al Walhalla a ocupar su puesto entre los héreoes muertos. Sigmundo le pregunta si puede llevarse a Siglinda con él, a lo que la valquiria responde negativamente. Entonces Sigmundo se niega a ir al Walhalla. Ante estas muestras de amor, Brunilda ofrece protección a Siglinda y al hijo que va a tener. Sigmundo, sin embargo, antes que dejar a Siglinda indefensa, prefiere matarla. Desenvaina su espada para darle muerte, pero Brunilda, conmovida profundamente, detiene la mano del héroe y dice que le ayudará para conseguir la victoria. Brunilda desaparece. Sigmundo se despide de Siglinda, que está durmiendo, y va a encontrarse con Hunding. Mientras Siglinda duerme, se desata una tormenta y la lucha entre Sigmundo y Hunding. Brunilda protege con su escudo a Sigmundo, pero cuando éste va a dar muerte a su enemigo, aparece Wotan en medio de un rojo resplandor, rompe la espada de Sigmundo y Hunding aprovecha para darle muerte. Brunilda toma a Siglinda y se la lleva en su caballo, después de haber recogido los fragmentos de la espada rota. Wotan contempla con tristeza el cuerpo de Sigmundo y con un movimiento de su mano da muerte a Hunding. Después, prometiendo castigar la desobediencia de Brunilda, comienza a perseguirla.
En la alta cumbre de una montaña, las Valquirias se reúnen, trayendo consigo los cadáveres de los guerreros muertos en combate, para llevarlos al Walhalla. Comentnan que Brunilda se ha perdido, pero finalmente aparece llevando a Siglinda. Las Valquirias se horrorizan ante el desafío de Brunilda, que ha desobedecido las órdenes de Wotan, y se resisten a ocultar a Siglinde de las miradas del dios. Siglinde despierta y dice a las Valquirias que no quiere seguir viviendo, pero se calma cuando ellas le dicen que va a tener un hijo de Sigmundo. Brunilda la envía hacia el este, a los bosques, a donde no es probable que vaya Wotan, ya que allí está el anillo y el resto del tesoro del Rin, protegido por Fafner en forma de dragón. Antes de que se marche Siglinda, Brunilda le entrega los fragmentos de la espada de Sigmundo y le dice que el hijo que espera será un gran héroe, que se llamará Sigfrido, volverá a forjar la espada y obtendrá la victoria total.
Llega Wotan, terriblemente encolerizado. Las ocho valquirias tratan de amparar a Brunilda, pero ella se adelanta cuando es llamada por su padre. Lleno de furia, el dios pronuncia su sentencia. Brunilda era su favorita, dice, pero se ha vuelto contra él, por lo que la rechaza totalmente; en lo sucesivo ya no será una valquiria, si no una mujer mortal que yacerá en profundo sueño hasta que un hombre la despierte y la tome por esposa. Las valquirias, aterradas ante la severidad de Wotan, le piden clemencia, pero él se niega y las ordena marchar, prohibiendo que presten ayuda a su hermana. Las valquirias se marchan y Brunilda queda a solas con su padre, a quien ruega piedad, diciéndole que ella no hizo sino seguir los verdaderos deseos de Wotan al ayudar a los Wälsung, a pesar de su orden posterior. Le habla también de su encuentro con Sigmundo, y del niño que espera Siglinda, pero Wotan sigue inconmovible e insiste en su sentencia. Brunilda cae de rodillas delante de Wotan, y le ruega que, si no revoca su sentencia, al menos coloque alguna dificultad para el que quiera despertarla, de tal manera que solamente un héroe pueda conseguirlo. Profundamente afectado, el dios acepta encerrar a Brunilda en un círculo de fuego. Padre e hija se funden en su abrazo y se despiden amorosamente y Brunilda cae en un profundo sueño. El dios cierra la visera del casco de Brunilda y la cubere con su escudo. Después, describe en círculo en torno de ella con su lanza y llama a Loge, el dios del fuego. El círculo de llamas se cierra en torno a Brunilda. Wotan proclama que nadie que tema la lanza del dios penetrará en el círculo de fuego. Con una triste despedida, Wotan desaparece a través de las llamas.
Segunda Jornada - Sigfrido:
Siglinde ha muerto al dar a luz a Sigfido. El gnomo Mime lo ha cuidado, sabiendo que él puede dar muerte a Fafner, quien tiene en su poder el anillo, y que utilizando el poder de Tarnhelm, ha adoptado la forma de un dragón. Mime planea que, tras la muerte de Fafner a manos de Sigfrido, él matará a este último, con lo que obtendrá el anillo y el tesoro que ahora posee Fafner. Mime intenta forjar una espada, mientras piensa que ninguna de las que ha hecho para Sigfrido es lo bastante fuerte para él, que las rompe en pedazos como si fueran un juguete: solamente la espada de su padre, la Nothung, sería la adecuada para él, pero Mime es incapaz de refundir los trozos que le entregó, antes de morir, Siglinda. Llega Sigfrido llevando un oso, que llena a Mime de terror, al que pronto envía nuevamente al bosque. Mime entrega a Sigfrido la espada que acaba de forjar y que pronto hace pedazos el héroe, a la vez que expresa su descontento por la incapacidad de Mime. El enano, a su vez, reprocha a Sigfrido su ingratitud y le recuerda cómo ha cuidado de él, sin que por ello cambie la actitud de Sigfrido. El héroe quiere ahora saber quiénes eran sus padres. Al principio, Mime dice que él es el padre y la madre de Sigfrido, después cuando Sigfrido amenaza con estrangularle si no le contesta, el enano le habla de Siglinda y muestra a Sigfrido los fragmentos de la espada. Sigfrido ordena a Mime que forje para él una nueva espada con los trozos de la Nothung para que él, debidamente armado, se aleje para siempre de allí, y se marcha dejando al pobre enano con su tarea de preparar la espada. Mime intenta inútilmente de conseguir su intento. Llega un caminante (Wotan, disfrazado) y solicita hospitalidad, que Mime se muestra reacio a conceder. El caminante, entonces, emplaza a Mime a probar su agudeza, planteándole tres preguntas y apostando su cabeza contra la fragua del enano. Mime, entonces pregunta al Caminante sobre quién habita las cavernas subterráneas, la superficie de la tierra y las alturas; a lo que el Caminante responde que los nibelungos, los gigantes, y los dioses, respectivamente. A su vez, el Caminante plantea otras tres preguntas a Mime, con las mismas condiciones que en la apuesta anterior. Lleno de temor, Mime contesta las dos primeras: identifica que la raza amada por Wotan es la de los Walsung y la espada como la de Nothung, pero no puede dar respuesta a la tercera pregunta: quién refundirá la espada.. El Caminante le da la respuesta: la espada será refundida solamente por aquél que no conoce el miedo, y será a él a quien el Caminante traspasará el derecho a la cabeza de Mime.
Mime sigue tratando infructuosamente de unir los trozos de Nothung. El Viajero se retira y poco después aparece Sigfrido y encuentra a Mime escondido. El enano le relata lo que el Viajero le ha dicho, pero Sigfrido no puede entender a Mime: no sabe lo que significa la palabra “miedo”. Lleno de impaciencia decide rehacer él mismo la espada; mientras lo hace, Mime le señala su intención de llevarle hasta la guarida de Fafner (el dragón), envenenar a Sigfrido después que haya dado muerte a Fafner y apoderarse del Anillo. Por fin Sigfrido acaba la tarea: Nothung ha sido forjada nuevamente. Después, con sólo un golpe de la espada, parte en dos el yunque.
En el bosque frente a la entrada de la caverna que alberga a Fafner, Alberich está haciendo la guarida nocturna. Se acerca el Caminante, que es reconocido por Alberich, quien lo increpa violentamente, blasonando de que cuando muera Fafner, Alberich volverá a poseer el Anillo y conquistará el Walhalla. Wotan le responde que un joven héroe, ignorante del Anillo y los tesoros, va a llegar muy pronto y dará muerte a Fafner. Despiertan al gigante y le anuncian la llegada del joven héroe. Wotan se marcha y Alberich continúa su vigilancia. Amanece. El enano ha prometido a Sigfrido que le enseñará lo que es el miedo, cuando aparezca el dragón, pero el joven sigue sin saber qué quiere decir “miedo”. Manda a Mime que se retire de allí y se sienta pensativo, mientras escucha con placer creciente los sonidos del bosque y el canto de los pájaros. En vano trata de imitar el canto de las aves con una caña, después hace sonar su cuerno en una larga llamada. Esto despierta a Fafner, el dragón, que aparece y es desafiado por Sigfrido. Luchan el héroe y el monstruo y Sigfrido da muerte a Fafner, quien, antes de morir, le previene contra Mime. Al sacar la espada del cuerpo de Fafner, Sigfrido se mancha con la sangre del dragón. Se lleva entonces la mano a la boca y entonces se da cuenta de que al chupar la sangre del dragón puede entender el lenguaje de los pájaros, que hablan del tesoro, incluyendo el Tarnhelm y el Anillo, que está encerrado en el interior de la cueva. Cuando Sigfrido entra en la gruta, llegan a su entrada Alberich y Mime, discutiendo por el tesoro. Se ocultan cuando aparece Sigfrido con el yelmo y el anillo. De nuevo Sigfrido oye las voces del pájaro que le previene contra Mime; éste se acerca a Sigfrido, pensando tenderle una trampa, pero la sangre del dragón ha conferido a Sigfrido el poder de oír lo que Mime piensa, no lo que dice. Y así, Mime piensa qu la bebida que ahora ofrece a Sigfrido es veneno. Sigfrido, entonces, da muerte a Mime. Sigfrido vuelve a sumergirse en la meditación. El pájaro le habla de nuevo y le dice que una joven, Brunilda, le espera durmiendo, rodeada por un círculo de fuego. En respuesta a las excitadas preguntas de Sigfrido, el pájaro le dice que la doncella será despertada y rescatada por un hombre que no conozca el miedo. Sigfrido se da cuenta de que él es el hombre y el pájaro le conduce hacia el lugar donde está Brunilda. El héroe lleva consigo el Tarnhelm y el Anillo.
En la noche, eun lugar salvaje y rocoso, el Viajero (Wotan) invoca a Erda, la diosa de la tierra (también llamada Wala) que llega desde un profundo abismo. La diosa sugiere a Wotan que consulte a las Nornas, pero él insiste en que sea ella quien responda a sus dudas acerca de cómo puede ser alterada la rueda del destino y evitada la caída de los dioses. Erda menciona entonces a Brunilda, hija de ella y de Wotan, pero éste recuerda su desobediencia y el castigo que el dios le impuso. Erda quiere volverse a su morada, para seguir durmiendo, pero Wotan no la deja marchar. Le dice que está resignado a la caída de los dioses, y que ha legado el mundo a Sigfrido, quien, no conociendo el miedo y felizmente enamorado, está inmune contra la maldición que pesa sobre el Anillo. Sigfrido despertará de su sueño a Brunilda y ambos redimirán el mundo. Después despide a Erda, que regresa a los abismos de la tierra. Al amanecer, el Viajero ve aproximarse a Sigfrido, conducido por la voz del pájaro. Wotan formula a Sigfrido varias preguntas, acerca de Mime, Fafner y la espada y de cómo encontrará a la doncella encerrada en el círculo de fuego. Las respuestas de Sigfrido complacen a Wotan. Pero el joven se impacienta ante las demandas del “anciano” y le habla con indolencia, lo que molesta a wotan. Finalmente irritado, el dios cierra el paso a Sigfrido con su lanza, y señala hacia la cima de la montaña diciendo a Sigfrido que será incapaz de pasar a través de las llamas. Ambos personajes están cada vez más irritados y cuando Wotan dice que en otro tiempo aquella lanza quebró la espada de su padre, Sigfrido, de un solo tajo, parte en dos la lanza del dios supremo. Derrotado, Wotan recoge la lanza rota y se marcha.
Sigfrido continúa su viaje hacia la montaña y el resplandor es cada vez más intenso y brillante. Sin miedo alguno, hace sonar su cuerno y se lanza entre las llamas, que enseguida desaparcen. Allí está Brunilda dormida, vestida con su armadura, cubierta con el escudo y el yelmo y portando sus armas. Su caballo duerme también a su lado. Sigfrido queda atónito ante aquella visión y en principio piensa que se trata de un guerrero, un hombre. Con ayuda de su espada, abre la armadura y descubre que se trata de una mujer. Este descubrimiento hace nacer en él extraños sentimientos y deseos que le hacen pensar si no se tratará del misterioso “miedo” de que le han hablado. Se inclina sobre la doncella y la besa. Lentamente, Brunilda se despierta de su largo sueño, canta al sol y a la luz y se llena de alegría cuando se da cuenta de que es Sigfrido el caballero que la ha despertado de su sueño. Ahora Brunilda se siente presa de emociones encontradas: la alegría del despertar, el amor de Sigfrido, el nostálgico recuerdo de la pérdida de su condición guerrera, la vergüenza e incluso la angustia ante la inminente pérdida de su virginidad. Y, a pesar de su amor, pide a Sigfrido que la deje y no la toque, pero, finalmente, embargada por intensa pasión, cae en los brazos de Sigfrido.
Tercera Jornada - El Ocaso de los Dioses (Gotterdammerung):
Durante la noche y junto al lugar donde durmió Brunilda, las tres Parcas (Nornas) están hilando la rueca del destino. Cantan cómo se desmorona el poder de Wotan, acerca de Loge y de Alberich, así como sobre el Tesoro del Rin, pero en este punto, el hilo se rompe. Las Parcas, aterrorizadas, recogen los trozos y se huden para siempre en el seno de la tierra. El sol comienza a asomar y aparecen Sigfrido y Brunilda. Los dos cantan su mutuo amor, pero Sigfrido quiere salir de nuevo en busca de aventuras heroicas. Como prenda de su amor entrega a Brunilda el Anillo y ella, a su vez, le da su caballo, Grane. Brunilda ve partir a Sigfrido, escuchando el sonido de su cuerno, que cada vez se aleja más. Brunilda ha vuelto a encerrarse en su círculo de fuego; ahora, para defenderse de cualquier otro hombre que no sea Sigfrido.
En el castillo de los Gibichungs, a orillas del Rin, viven los medio hermanos Hagen (hijo de Alberich) y Gunther, con la hermana de Gunther, Gutruna. Están hablando de sus proyectos para ensanchar la fama de los Gibichungs. Y Hagen sugiere que Gunther se case con Brunilda y Gutruna con Sigfrido. Está de acuerdo en que para lograr tales propósitos es necesaria mucha astucia, porque únicamente Sigfrido puede atravesar el círculo de llamas que rodea a Brunilda; por ello, Hagen propone que Gutruna haga beber a Sigfrido una poción amorosa que le haga olvidar a Brunilda. Se oye a lo lejos el cuerno de Sigfrido. Pronto aparece en escena y recibe la bienvenida en el salón del castillo. Los tres hombres hablan del Tesoro de los Nibelungos y Sigfrido menciona que tiene en su poder el Tarnhelm y ha dado el Anillo a una dama. Gutruna, que había salido, regresa con una copa que da a beber a Sigfrido. Él brinda por Brunilda, pero tan pronto ha bebido la poción, siente una arrebatadora pasión hacia Gutruna. Ésta se marcha de nuevo y Sigfrido pregunta a Gunther si está casado, a lo que éste responde negativamente, porque su único deseo es casarse con Brunilda, que, rodeada de un círculo de fuego, resulta inaccesible. La memoria de Sigfrido, al oír el nombre de Brunilda, se agita por un momento, pero la poción le ha hecho olvidar a su esposa y en cambio le lleva irresistiblemente a Gutruna; por lo que, a cambio de obtener su mano, ofrece ayuda a Gunther para atravesar el círculo de fuego. Con una solemne ceremonia de sangre, se juran hermandad eterna. Después salen, navegando por el Rin, en busca de Brunilda, en tanto que Gutruna les ve marchar, llena de felicidad porque va a convertirse en la esposa de Sigfrido. Hagen observa también lo que está aconteciendo, con la perspectiva de obtener el Anillo que él piensa que le pertenee como hijo de Alberich.
En la montaña de Brunilda, ésta contempla el Anillo de Sigfrido. Se siente turbada al oír la voz de su hermana, Waltraute, y la saluda afectuosamente, confiándole la gran felicidad que le proporciona el amor de Sigfrido. Pero Waltraute apenas hace caso a su hermana, porque está llena de preocupación por la declinación del poder de Wotan, por lo que ha venido a pedir a Brunilda que le entregue el Anillo para que pueda volver al Rin, liberando así de las maldición a los dioses y al mundo. Pero el anillo es para Brunilda el símbolo de su amor por Sigfrido y su hermana se vuelve sin conseguir lo que quería. Cae la noche y las llamas que rodean la montaña se hacen más brillantes. Brunilda oye a lo lejos el cuerno de Sigfrido. Se prepara para recibirle, pero se llena de horror al ver que es otro hombre el que se aproxima. El que llega es realmente Sigfrido, pero lleva puesto el Tarnhelm, y ha asumido la forma de Gunther. Se identifica como un Gibichung, cuyo nombre es Gunther, y ordena a Brunilda que le siga. Ella se resiste, invocando la protección del Anillo, pero, como ella no ha renunciado al amor, el Anillo carece de poder, y en el forcejeo Sigfrido se lo arranca del dedo. Sigfrido, siempre con la apariencia de Gunther, lleva a Brunilda a la cueva y coloca su espada entre ellos, como muestra de su fidelidad a su hermano de sangre.
Durante la noche, junto al palacio de los Gibichungs, Alberich llama a Hagen, que está dormido. Y le apremia a que actúe cautelosamente para derrotar a sus enemigos, ayudándole a completar la derrota de los dioses y a obtener de Sigfrido el Tesoro del Rin. Cuando amanece, desaparece Alberich, pronto llega Sigfrido y comunica a Hagen el éxito de su empresa. Hagen llama a Gutrune, que pregunta a Sigfrido por lo sucedido en la montaña y le acepta como su prometido. Ambos entran juntos en el palacio para preparar la ceremonia de sus bodas. Hagen, haciendo sonar un cuerno de vaca, convoca a los vasallos de los gibichungs a reunirse, trayendo consigo sus armas. Los vasallos acuden precipitadamente, presagiando peligro; pero Hagen les dice que han sido convocados para tomar parte en la fiesta de esponsales de Gunther y que deben hacerse sacrificios a Froh, Donner y Fricka, y después todos podrán beber y divertirse. Gunther y Brunilda llegan a bordo de una barquilla y los vasallos les dan la bienvenida. Gunther presenta a su maldispuesta novia a su pueblo y saluda a Sigfrido, que llega del palacio en compañía de Gutruna. Brunilda, al verlo, casi se desvanece y después se llena de perplejidad ante el hecho de que no parece reconocerla; por otra parte, cuando ve el Anillo en el dedo de Sigfrido, prorrumpe en amargo llanto. Gunther es incapaz de explicar lo ocurrido; entonces Brunilda se dirige a Sigfrido, quien responde que el Anillo lo consiguió al dar muerte al dragón. Interviene ahora Hagen diciendo que Sigfrido ha conseguido el Anillo con malas mañas, y Brunilda, por su parte, acusa a Sigfrido de traición. Pero éste, aque a consecuencia de la poción ha perdido completamente la memoria de su amor por Brunilda, lo niega. Su espada, dice, los ha separado durante la noche pasada en la montaña. Gunther, Gutruna y el pueblo están verdaderamente conmocionados.
Sigfrido, poniendo su mano sobre el extremo de la lanza de Hagen jura solemnemente que lo que ha dicho es verdad, mientras Brunilda jura también vengarse. Los asistentes invocan a los dioses por testigos. Sigfrido, con tono liger, dice a Gunther que Brunilda debería descansar, y después, tomando por el brazo a Gutruna, convoca a los hombres a tomar parte en la fiesta. Brunilda, Hagen y Gunther se reúnen. Brunilda se debate en una terrible alternativa, entre el amor y el odio. Se acerca Hagen y le ofrece su ayuda. Entonces Brunilda revela que Sigfrido tiene un punto vulnerable en su cuerpo, la espalda. Hagen se vuelve entonces a Gunther y le dice que solamente la muerte de Sigfrido podrá vengar su afrenta. Brunilda accede de buen grado y los tres determinan que Sigfrido debe morir. Hagen sugiere que la venganza se cumpla al día siguiente, en el curso de una cacería. Ahora, la pocesión nupcial sale del palacio y Gunther y Brunilda se unen a ella.
Las tres hijas del Rin nadan ahora en un paraje del río cercano al lugar en que se está celebrando la cacería; se lamentan una vez más, de la pérdida de su oro. Sigfrido, qu se ha separado del resto de los cazadores, se acerca a ellas. Las hijas del Rin le hablan un tanto en tono de broma y le preguntan si les quiere dar su Anillo. Sigfrido se niega al principio, pero después se lo ofrece. Y ahora son ellas las que no lo aceptan, diciéndole que la maldición que pesa sobre la joya pronto se cumplirá en él. Las amenazas de las ninfas determinan aún más a Sigfrido a conservar el Anillo, en tanto que ellas se alejan del lugar.
Hagen, Gunther y otros cazadores aparecen ahora. La comida está preparada. Hagen pregunta a Sigfrido qué juego ha ganado, el héroe responde que ninguno, pero que ha encontrado unas “aves acuáticas” que le han predicho su muerte. Los tres hombres beben, y después Hagen pregunta a Sigfrido acerca de su capacidad para entender el lenguaje de los pájaros. Sigfrido, entonces, relata la historia de la espada, la muerte de Fafner a sus manos y su contacto con la sangre del dragón, su comprensión del lenguaje de las avees, su posesión del Tarnhelm y del Anillo y la muerte de Mime. Después de beber de nuevo de un cuerno en el que Hagen ha puesto el jugo de unas hierbas para que el héroe recobre la memoria, Sigfrido recuerda cómo pasó a través del círculo de fuego y conquistó a Brunilda. Gunther, lleno de asombro, empieza a comprender las relaciones entre Sigfrido y Brunilda antes de la llegada al castillo de los Gibichungs. Sobre la escena sobrevuelan unos cuervos, mensajeros de la muerte. Hagen llama la atención de Sigfrido sobre ellos y cuando el héroe se vuelve para verlos, Hagen hunde su lanza en la espalda del héroe. Hagen sale lentamente, en tanto que Gunther y los vasallos, horrorizados, se arrodillan junto a Sigfrido. En sus últimos momentos recuerda el despertar de Brunilda y su amor. Cae la noche: Gunther ordena a su vasallos que levanten el cadáver y preparen su funeral. El cortejo sale lenta y solemnemente bajo la luz de la luna y a los sones de una Marcha Fúnebre. La niebla va elevándose desde las aguas del Rin, oscureciendo la escena; cuando despeja, nos encontramos de nuevo en el palacio de los Gibichungs. Gutrune está sola esperando ansiosamente el retorno de Sigfrido. Aparece Hagen y le dice que un jabalí atacó a Sigfrido causándole la muerte. Llega el cortejo fúnebre y Gutruna se desploma sobre el cuerpo del héroe muerto. Gutruna acusa a su hermano Gunther, pero él le dice que el asesino ha sido Hagen, quien, en actitud desafiante, admite la acusación, diciendo que la muerte estaba justificada; después reclama para si el Anillo. Gunther se opone a ello; ambos luchan y a pesar de la intervención de los vasallos, Gunther muere. Hagen, entocnes se adelanta para arrebatar el Anillo de la mano de Sigfrido; pero de repente, la mano del héroe se alza amenazadora. Llega Brunilda, que ya lo ha comprendido todo. Como esposa legal de Sigfrido, pide venganza. Gutruna, ásperamente, culpa a Brunilda de lo ocurrido, pero ésta impone silencio. Brunilda ordena preparar la pira funeraria para Sigfrido. Mientras los hombres van amontonando las ramas y las mujeres adornan el túmulo con flores, ella recuerda su pureza y nobleza de espíritu. Tras ordenar que el cuerpo de Sigfrido se acolocado sobre la pira, Brunilda saca el Anillo del dedo de Sigfrido y se lo coloca ella. Con un tizón en la mano envía dos cuervos (mensajero de Wotan) a que digan al dios supremo lo que ha sucedido y a Loge que incendie el Walhalla. Después, prende fuego a la pira, y montando su caballo Grane, salta sobre ella para morir en compañía de su amado. Las llamas prenden con inusitada fuerza. Y hasta amenazan con incendiar al palacio, pero el Rin se desborda y sofoca el incendio. Entre las aguas del río aparecen las tres ninfas; al verlas, Hagen se lanza al río con el propósito de apoderarse del Anillo; dos de las ninfas lo ahogan, mientras que la tercera muestra gozosamente la joya. Mientras las tres se alejan nadando alegremente, jugando con el Anillo, las aguas del río vuelven a su cauce. En la distancia aparece sobre el cielo un intenso resplandor rojo. El palacio del Walhalla,, con todos los dioses dentro, ha sido consumido por el fuego.
Momentos Destacados:
Oro del Rin
Weia! Waga! Woge, du Welle…/ Das Licht lösch’ich euch aus (Escena de las Ninfas, robo del oro y maldición al amor – Woglinde, Wellgunde, Flosshilde y Alberich)
Schmähliche Tücke! Schändlicher Trug! (maldición del anillo –Alberich, Wotan y Loge)
La Valquiria:
Ein Schwert verhieß mir der Vater (Escena Sigmundo y Siglinda)
Wo in den Bergen du dich birgst (Escena Fricka y Wotan)
Sigmund! Sieh auf mich! Ich bin’s, der bald du folgst (Escena Brunilda y Sigmundo)
Hojotoho! Heiaha ! Helmwige ! Hier ! (Cabalgata de las Valquirias)
War es so schmählich, was ich verbrach (Escena Wotan y Brunilda. Adiós Wotan)
Sigfrido:
Heil dir, weiser Schmied! Dem wegmüden Gast gone hold (Escena de los enigmas – Caminante y Mime)
Wache, Wala! Wala, Erwach’!... (Escena Caminante y Erda)
Dort seh ich Siegfried nahn… (Escena Caminante y Sigfrido)
Silige ode auf sonniger Höh! (despertar de brunilda – Sigfrido y Brunilda)
Ocaso de los Dioses:
Welch Licht leuchtet dort? (Escena de las Nornas)
Höre mit Sinn, was ich dir sage! (monólogo de Waltraute)
Schläfst du, Hagen, mein Sohn? (escena Alberich y Hagen)
Starke Scheite schichtet mir dort (inmolación de Brunilda)
Grabaciones recomendadas:
Der Ring Des Nibelungen: Hans Hotter, Alfons Herwing, Josef Traxel, Ludwig Suthaus, Georgina von Milinkovic, Gré Brouwenstijn, Gustav Neidlinger, Paul Kuën, Josef Greindl, Arnold van Mill, Jean Madeira, Lore Wissmann, Paula Lenchner, María von Ilosvay, Wolfgang Windgassen, Astrid Varnay, Gerda Lammers, Elisabeth Schärtel, Hilde Scheppan, Luise Charlotte Kamps, Ilse Hollweg, Hermann Uhde, etc. – Orquesta y Coro del Festival de Bayreuth. Dir.: Hans Knappertsbusch – Orfeo – 1956
Der Ring Des Nibelungen: George London, Hans Hotter, Set Svanholm, Kirsten Flagstad, Christa Ludwig, Gustav Neidlinger, Paul Kuën, Walter Kreppel, Kurt Böhme, James King, Regine Crespin, Gottlob Frick, Brigit Nilsson, Wolfgang Windgassen, Claire Watson, Dietrich Fischer-Dieskau, Joan Sutherland, Jean Madeira, Marga Höffgen, Brigitte Fassbaender, Berit Lindholm, Gwyneth Jones, Helen Watts, Grace Hoffman, Anita Välkki, Lucia Popp, Maureen Guy, Waldemar Kmentt, Eberhard Wächter, Oda Balsborg, Hetty Plümacher, ira Malaniuk, Claudia Hellmann, Marylyn Tyler, Vera Little, Helen Wats, Vera Schlosser, Berit Lindholm, Helga Dernesch – Orquesta filarmónica de Viena – Coro de la Opera del Estado de Viena. Dir.: George Solti – DECCA – 1958-1965
Der Ring des Nigelungen: Theo adam, Wolfgang Windgassen, Annalies Burmeister, Ana Silja, Gustav Neidlinger, Edwin Wohlfahrt, Martti Talvela, Kart Böhme, James King, Leonie Rysanek, Brigit Nilsson, Martha Mödl, Luzmila Dvorákova, Thomas Stewart, Josef Greindl, Dorotea Siebert, Helga Dernesch, Ruth Hesse, Danica Mastilovic, Gertraud Hopo, Sieglinde Wagner, Liane Synek, Elisabeth Schärtel, Sona Cervena, Hermin Esser. – Coro y Orquesta del Festival de Bayreuth. Dir.: Karl Böhm – Philips – 1966-1967
Qué esperar de la obra: El Anillo es un trabajo de extraordinaria escala. Pese a su extensísima longitud (aproximadamente 15 horas), es una obra magistral, para estudiar durante años, encontrando siempre más y más riqueza. Se instalan aquí de forma evidente y significativa los lietmotif wagnerianos, y más allá del conocimiento de la historia, es importantísimo el estudio del lenguaje de la orquesta como quizás en poquísimas obras lo es. La historia es de proporciones absolutamente épicas, pero además gran parte de ella está contada a través de la orquesta, de sus insinuaciones y sus descripciones, convirtiéndose en otro personaje más. Una obra para acercarse con cautela, y estudiarla con paciencia, que es recompensada.
Fue
opera del mes en diciembre de 2004, presentada por
Jalu,
Brunilda y
El Idiota:
<a href="http://www.operaactual.com/foro/viewtopic.php?t=2368" target="_blank">Preparando el Anillo: la guía del anillo</a>
<a href="http://www.operaactual.com/foro/viewtopic.php?t=2370" target="_blank">Presentación del Anillo: Cómo se ha hecho...</a>
<a href="http://www.operaactual.com/foro/viewtopic.php?t=2371" target="_blank">El anillo del nibelungo</a>
<a href="http://www.operaactual.com/foro/viewtopic.php?t=2380" target="_blank">Wagner y El Anillo del Nibelungo</a>
<a href="http://www.operaactual.com/foro/viewtopic.php?t=2383" target="_blank">Personajes de El Anillo del Nibelungo</a>
<a href="http://www.operaactual.com/foro/viewtopic.php?t=2392" target="_blank">Prólogo. El oro del Rin</a>
<a href="http://www.operaactual.com/foro/viewtopic.php?t=2399" target="_blank">1ª Jornada: La Walquiria</a>
<a href="http://www.operaactual.com/foro/viewtopic.php?t=2403" target="_blank">Juego de las versiones del Anillo (I): dúo Siegmund/Sieglinde</a>
<a href="http://www.operaactual.com/foro/viewtopic.php?t=2411" target="_blank">El Anillo del Nibelungo contado por un idiota</a>
<a href="http://www.operaactual.com/foro/viewtopic.php?t=2477" target="_blank">2ª Jornada: SIGFRIDO</a>
<a href="http://www.operaactual.com/foro/viewtopic.php?t=2509" target="_blank">3a Jornada El Ocaso de los dioses</a>
<a href="http://www.operaactual.com/foro/viewtopic.php?t=2519" target="_blank">Discografía de El Anillo del Nibelungo</a>
<a href="http://www.operaactual.com/foro/viewtopic.php?t=2593" target="_blank">Grandes intérpretes wagnerianos</a>