Isabel, el deber
El hilo conductor del personaje es sin duda el deber. Desde su primera intervención en la ópera hasta la última son el valor y el sentido del deber los que dibujan al personaje.
Incluso es así en la primerísima intervención, cortada antes del estreno, y que hemos escuchado en el hilo de versiones,
en la voz de Freni. (No pongo aquí a Caballé porque en la grabación de Giulini no se incluye, como ya he explicado
en otro sitio, este fragmento). Este desconocido pasaje nos da la clave ya desde los primero minutos de música para entender la evolución del personaje. Isabel se dibuja como la portadora de la paz para su pueblo. La respuesta a la pregunta de si quiere ser tomada por esposa por Felipe, a pesar de amar a Carlos, sólo puede ser una:
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Pero donde esta idea se ve más clara y de modo más emocionante es en el duo del II Acto con Carlos. En el encuentro secreto de los dos antiguos prometidos (ahora madre e hijo), Isabel no puede comenzar más asombrosamente
entera:
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Sin embargo, la evolución del dúo le hace ablandarse. Retoma bellísimamente motivos musicales del Acto I, acompaña a Carlos en su línea vocal. Pero al final, consciente de la situación, vuelve a su deber con una intervención
durísima y violenta.
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El tema es recuperado en el último acto, coronación vocal del personaje. Con una música solemne Isabel abre el acto, interpretando su única aria (No sé si podemos considerar Non pianger como un aria, yo creo que no). Un aria dura, exigente en lo vocal. Si bien es cierto que musicalmente no es tan atractiva como otras partes de la ópera, la grandeza que hace encarnar a Isabel es conmovedora.
Tu che la vanità conoscesti del mondo
E godi nell'avel il riposo profondo,
Se ancor si piange in cielo,
piangi sul mio dolor,
E porta il pianto mio al trono del Signor.
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Las primeras frases, a plena voz, duras, dejan paso a una plegaria dulce pero contenida. El destinatario es el emperador Carlos, claro, otro de los hilos argumentales conductores de la ópera.
Si! Carlo qui verrà!
che parta e scordi ormai,
A Posa di vegliar sui giorni suoi giurai,
Ei segua il suo destin,
la gloria il traccerà,
Per me, la mia giornata a sera è giunta già!
Francia, nobil suol,
si caro ai miei verd'anni!
Fontainebleau!
ver voi schiude il pensier i vanni.
Eterno giuro d'amor
là Dio da me ascoltò,
E quest'eternità un giorno sol durò.
Tra voi, vaghi giardin
di questa terra ibéra,
Se Carlo ancor dovrà fermare i passi a sera
Che le zolle, i ruscelli, i fonti,
i boschi, i fior,
Con le lor armonie cantino il nostro amor.
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En estas melancólicas líneas Isabel recuerda su día de amor con Carlos (la frase Un giorno sol durò es intensísima), pero impone a sus recuerdos su decisión de dejar que parta a Flandes y enterrar así su amor.
Addio, bei sogni d'or, illusion perduta!
Il nodo si spezzò, la luce è fatta muta!
Addio, verd'anni ancor!
cedendo al duol crudel,
Il core ha un sol desir: la pace dell'avel!
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Sin embargo, la música se turba, reflejando el dolor inmenso de su decisión. Isabel es una heroína, pero nada más lejos de una estatua pétrea, como le acusa Carlos. Precioso el acento de "perduta" y de una grandeza definitoria, la frase "la pace dell'avel", que conecta con aquélla de Felipe (la nell'avelo dell'Escurial), donde ambos personajes parecen encontrar la paz a sus atormentados sentimientos.
Tu che le vanità conoscesti del mondo
E godi nell'avel d'un riposo profondo,
Se ancor si piange in cielo,
piangi sul mio dolor,
E il tuo col pianto mio reca a' piè del
Signor.
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Finalmente, el aria retoma el motivo inicial, acabando suavemente pero sin llegar, en una buena interpretación, a la afectación o a la lágrima.
Isabel ha recorrido a lo largo del aria los dolorosos laberintos de su alma, el espinoso amor por Carlos. Pero ha salido indemne del viaje, fiel a ese impuesto pero activamente aceptado deber.
(Deber que, por cierto, no nos engañemos, admiro sólo a ratos. Cómo me hubiera gustado una fuga de ambos amantes al Nuevo Mundo
, y al deber que le den.)
Por cierto, he subido todo al box. Al Putfile que le den también