Lucrezia Borgia (Gaetano Donizetti) Teatro Nacional de Munich, Bayerische Staatsoper, 25-7-2011
Edita Gruberova, Pavol Breslik, Silvia Tró Santafé, Franco Vassallo. Dirección musical: Paolo Arrivabeni. Producción escénica de Christof Loy.
"La mejor
Gruberova de los últimos años" clamaba un veterano y viajero aficionado Vienés. No diría yo tanto, ya que la gran diva nos ha ofrecido estupendas noches de ópera últimamente, pero es indudable, que asistimos a una interpretación en estado de gracia y muy superior a la última Lucrezia que le había visto en Viena en Octubre pasado. A diferencia de lo que ocurrió en esa ocasión, en que la gran soprano se empeñó en emitir unos graves exagerados, buscando resonancias espúrias y sin colocar nunca la voz arriba que es donde ella está cómoda y brilla, nada más abrir la boca el sonido fluyó en punta, suelto, con un timbre sanísimo, sorprendente en principio, en una señora de 64 años y con 42 de carrera. Pero cuando hay técnica y sabiduría todo es posible. Pletórica de fiato y con ese control del aire ya legendario. Magnífico el legato y la coloratura de "Come bello", fascinante la nota mantenida durante más de 15 segundos en el concertante, atacada en piano y dotándola de intensidad en un crescendo inacabable, que te deja boquiabierto. La inagotable magia de Grube. Intensa, desafiante en el dúo con el Duque de Ferrara, sublime en el cantabile "m'odi, m'odi" con reguladores de sonido de quitar el hipo y final glorioso en el gran rondò "Era desso il figlio mio" con coloratura vertiginosa y slancio de diva de verdad. Bravaaaaaaaaaaaaaa! Minutos y minutos de ovaciones con varias salidas a saludar que me provocaron afonía rampante. Luego, firmas en la tienda que tiene Ludwig Beck en el teatro a la que asistieron una gran cantidad de aficionados de todos lugares. La leyenda Grube continúa y se acrecienta. Ya esperamos ansiosos esa "Straniera" que debutará en Julio próximo en la sede de la Philarmonie.
Estupenda prestación la de la valenciana
Silvia Tró Santafé. De medios vocales modestos por timbre y extensión, pero musicalísima, en estilo y con una impecable articulación y dicción del italiano (se le podía coger al dictado su racconto del prólogo "Nella fatal de Rimini"). Ya podía aprender la Sra. Kasarova, que interpretó el Romeo el día anterior, como siempre, a su aire.
Pavol Breslik, tenorino linfático, de emisión gutural y paso al agudo sin solucionar, canta con decoro y no estorba en su Gennaro. La producción le permite lucir torso para solaz de los degustadores de los cuerpos masculinos, sean del sexo que sean, y juega al truque y todo, aunque se cae de manera porco natural para hacerse pupita en la rodilla. Ni que decir tiene que no canta el aria de Ivanoff del último acto.
Horroroso el Duque de
Franco Vassallo, otro de esos ladradores italianos (como Gavanelli, que nos torturó el año pasado como Nottingham), que no los quieren en su tierra (todavía en Italia hay niveles de anticanto que no se admiten) y se refugian en centroeuropa, donde tienen éxitos increíbles. Será porque se les oye mucho (desgraciadamente) y sus berridos percuten sin piedad todo oído presente.
Más bien bastorra y gris la dirección de
Arrivabeni, aunque permite que fluya el canto. Si la producción de Loy en Roberto Devereux me pareció un dislate, reconozco que vista en teatro tenía una cierta explicación y hasta le cogí "el concepto" sin manual de instrucciónes, sin embargo, esta de Lucrezia no hay por dónde agarrarla. Gennaro y sus amigos son unos colegiales atolondrados e inconscientes. El duque es una especie de mafioso o gángster... Uno de los coros lo cantan los operarios-obreros que se suponen van a arreglar la B, de Borgia que ha arrancado el tenor, y allí los tenemos con los alicantes, martillos, llaves inglesas y cajas de herramienta.
En la fiesta del último acto, el coro aparece con vestidos de colores, alguno lleva una ballesta y algún otro parece Robin Hood... En fin, estoy convencido que Doña Edita acepta cantar en estas producciones porque su status de diva está plenamente respetado: canta todas sus intervenciones en la parte delantera del escenario y luce un par de trajes estupendos, especialmente el rojo del prólogo, porque el pantalón y blusa de la escena con el duque y posterior envenenamiento y salvación de Gennaro eran un horror. En el último acto comparece con traje negro y peluca larga de color blanco, que le da una apariencia de familia Monster, pero que tiene un impacto indudable (incluso se ha utilizado para portada del disco audio). Una vez se entera que su propio hijo es víctima de su ponzoña, se quita la peluca, como volviendo del rol de cruel envenenadora, al de madre lacerada en su dolor.
¡Qué gran ópera la Lucrezia!. Si esto es de segunda que venga San Pascasio y le de un sonotone a Mortier.