Pues lo dicho. Esta es mi visión personal de la función. Ni fui a las conferencias, ni pienso leer la crítica que ha colgado el Conde hasta después de hacer mi crónica para no ser influenciado (aunque si es la de Cosme Marina de La Nueva España, poco va a influenciarme alguien que sabe de música menos que yo, aunque él cobre).
Confieso que no conocía la obra, y lo que leeréis es la experiencia del entusiasmo que ha despertado en mí esta ópera y la música del caballero Gluck, más allá de acontecimientos sociales, de intérpretes y de escenografías.
La ópera es soberbia. Concisa, sobria, con una estructura muy clásica. A riego de precipitarme en mi valoración, la juzgaría de obra maestra, o casi. La puesta en escena, siempre al servicio de la obra. El coro femenino, excelente, tuvo un protagonismo muy destacado, muy al estilo de las tragedias griegas, por supuesto. Las chicas, además de estar guapísimas
(con esos vestidos oscuros, el pelo largo coronado con ¿laureles?, los brazos desnudos), tienen que actuar, tienen que moverse casi como en una coreografía, componen un verdadero personaje. El final del acto segundo, además de ser musicalmente sobrecogedor (y posiblemente lo que más me emocionó de toda la obra), resultó en lo visual impactante: se trata de el lamento por la (falsa) muerte de Orestes. Ifigenia y las sacerdotisas se van manchando la cara con ceniza. ¡Y con esa música!
Eisabete Matos actuó, a mi parecer, muy bien muy bien. Tiene voz de sobra y arte para el papel. Excelente como actriz. Pero en el acto primero desafinó en algunos momentos: desde luego, sin calentar la voz, todo el arranque del temible papel es dificilísimo. Mejoró en la segunda parte de la obra, como todo el elenco en general.
Victor García Sierra se quedó corto por arriba como Thoas. Como actor, muy bien. Su muerte “a cámara lenta”, acorde con la música del momento, me gustó, aunque pude “escuchar” sonrisas de escepticismo entre el público.
¿Gabriel Bermúdez como Orestes? Bueno… En la primera parte de la ópera, regular. No sé qué pasaba en su voz: parecía (lo juro, no es coña) Plácido Domingo cantando de barítono. ¿hasta en el timbre! En la segunda parte, tras el descanso, sacó su verdadera voz, y muy bien.
El tenor, Paul Nylon, pues bueno, más que correcto. Al público ovetense, tan “tenorero”, le gustó porque le aplaudieron mucho al final. Su papel me parece difícil, en él cae todo el peso lírico de la obra (los demás personajes son demasiado “heroicos”), y rindió con dignidad.
El coro femenino… ¿Ah, perdón, ya lo dije? jajaja Se lo curraron, desde luego, y se lo agradecemos, de verdad. Aquí hay miembros del coro, jejej ¡Gracias! Y que den su opinión, porfa.
La orquesta es la OSPA de toda la vida, uno ya sabe lo que es. Bien. La directora Jane Glover, me pareció buena. Desde mi posición privilegiada pude ver todos los matices y tosas las entradas que hacía. No conozco la obra como para hacer comparaciones. Casi mejor, así pude disfrutar más.
Muy buena, como siempre, la puesta en escena de Emilio Sagi. Pero ya me extendí demasiado.
Antes de empezar se dedicó la función (y todas las de Ifigenia) a Iberni, crítico, organizador, investigador, escritor, factotum musical, y profesor universitario. Le daba tiempo a todas esas cosas, no como las dos “personas” del Departamento que conspiraron para expulsarle de la Universidad de Oviedo en Junio de 1991. (Eso no lo dicen, ¿eh?) Fuimos los estudiantes los que movilizamos las cosas en septiembre: Iberni se quedó. Mediocres hipócritas apoltronados… (no digo nada que no sea de dominio público).
Lo dejaba de tener su lógica: Emilio Sagi era amigo de Iberni, y a jane Glover la trajo Iberni en 1991 para hacer un conciero-Mozart que incluyó el Réquiem.
Estuve “abajo”, excepcionalmente, y desde luego, la gente de abajo es distinta (mejor dicho: la gente distinta va abajo). Dos señores comentaban antes de la función de que “los dos tenores” iban a ser muy buenos ¡Dos tenores!. Una señora de muy buen ver llegaba 5 minutos antes y, abriendo el programa, preguntaba a su marido “¿de qué va?”. La señora de mi lado, la típica señorona de la burguesía ovetense, me preguntaba en el descanso literalmente “¿te puedo preguntar cómo has conseguido esta extraordinaria entrada?”, tal vez extrañada de la presencia de un proletario.
Pues que sí, que muy bien, y que lo disfruten quien tenga el privilegio de ver más funciones.