Carl Loewe: El rey de los elfos.
Sí, sí, he escrito "Carl Loewe" y no "Franz Schubert"
- "¡Aaah, el tipo ese que escribió un lied sobre el mismo poema de Goethe que Schubert!"
- Bueno: Loewe es, en realidad, mucho más que "el tipo que..."; se trata de uno de los mejores autores de música vocal en lengua alemana del siglo XIX. Pondremos más ejemplos de su arte.
- "Ya, ya. Pero bueno, ahora lo que me interesa es este lied en concreto. Porque la versión de Schubert es de AUPA. Supongo que el Loewe este no llegará a tanto, ¿verdad?"
- Pues si somos sinceros, la diferencia que separa a Loewe de Schubert es siempre la diferencia natural entre el talento y el genio. Loewe no es un genio, pero merece la pena escucharse.
- "Vaya, pues siento curiosidad. ¿Por lo menos nos va a ofrecer una buena versión?"
- Una versión excelente, cantada por Hermann Prey.
- "Ah, bien, bien. Pues tengo ganas de escucharla ya"
- Espero que le guste. Atención sobre todo al terrible final, para mí lo más conseguido de este lied o balada. Loewe usa un procedimiento distinto al que emplea Schubert en esos versos, pero consigue al menos igualar esa sensación escalofriante del padre que se da cuenta que el hijo que lleva en sus brazos está...muerto.
- "No me acuerdo muy bien del texto, la verdad"
- Le facilitaré una traducción tras el enlace a youtube. ¡Adelante!
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=6v6xt981S6Q[/youtube]
Quién cabalga tan tarde a través del viento y la noche?
Un padre con su hijo, lo lleva seguro y caliente,
al resguardo de su regazo fiel.
- Hijo mío ¿por qué escondes tu asustado rostro?
- ¿Es el Rey de los Silfos, oh padre, tú no lo ves?
- ¿El Rey de los Silfos con su corona y manto?
¡Son alucinaciones hijo, que la niebla te hace ver!
¡Oh lindo niño, anda, ven conmigo!
Verás que juegos alegres te enseñaré.
¡Y qué flores tan extrañas florecen en mi orilla,
con las que mi madre hace dorados ramilletes!
- Padre mío, padre mío, ¿no oyes tú las promesas
con las que el rey de los Silfos pretende atraerme?
- No hagas caso, hijo mío es la fronda seca del árido
bosque, agitada por el cierzo.
- Lindo niño, ¿no quieres venir a mi palacio?
Te aguardan mis hermosas hijas en la entrada.
Cada una, en la noche, arrullará tu sueño.
y sabrán entretejer sus danzas y cantos,
- Padre mío, padre mío, ¿no ves allá en la sombra,
resplandecer las bellas hijas del monarca?
- Hijo mío, no hagas caso, es la difusa espesura,
lo veo bien y no hay nada más.
- Niño hermoso, amo tu belleza divina;
si no vienes por las buenas, emplearé la fuerza.
- Padre mío, padre mío, ¡mira cómo me aferra!
me lastiman sus manos. ¡Defiéndeme padre!
Atemorizado el padre clava las espuelas a su caballo,
aprieta contra su pecho al lloroso niño,
por fin llega al portal de su casona.
Mira, y en sus brazos el niño está muerto.
_________________ Las pequeñas cosas son las que hacen la vida.
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