Hay ocasiones en las que una función no termina de arrancar a pesar de contar con buenos mimbres. Esto es lo que ha pasado en el estreno del Parsifal y en mi opinión tiene un claro culpable, Werner Herzog.
Un Parsifal en donde no se conecta y relaciona la música y la escena no tiene muchas posibilidades de triunfo.
Uno puede optar por hacer una lectura arriesgada de Parsifal y adentrarse en los aspectos filosóficos y espirituales que encierra esta obra, profundizar en lo que esconde la simbología a la que recurrió el compositor, escarbar en las fuentes literarias que dieron origen al libretto, etc. De esta manera se puede obtener un sonoro triunfo o un estrepitoso fracaso, pero al menos se habrá trabajado en búsqueda de un determinado objetivo.
Esto no es lo que ha hecho Werner Herzog, que sólo ha ideado una escenografía desangelada, inapropiada y sin apenas dirección escénica.
Esta es una producción futurista de Parsifal, presidida por una escenografía que en los actos primero y tercero recuerdan a la arquitectura del teatro y en donde al final, (que no sigan leyendo los que vayan a acudir al teatro y quieran tener la “sorpresa”), el teatro es una nave espacial que se aleja por el espacio. Parece ser que Herzog cuando llegó a Valencia se quedó fascinado con la arquitectura del Palau de las Arts y pensó relacionar al teatro con la obra. Me imagino que si el día que llega a Valencia le hubiera impactado una buena comida, lo que hubiese volado al final por el espacio podría haber sido una enorme paella cual OVNI que surca el espacio. Hubiese tenido el mismo sentido.
A parte de esta genialidad y de una escena al principio del segundo acto, donde Klingsor busca a Kundry rastreando toda la oscuridad del teatro con un enorme foco, no hay más ideas, aquí termina todo el trabajo de Herzog. Ya sólo queda el mero transcurrir de la obra, con esa escenografía tan desangelada y con unos movimientos de cantantes muy pobres. Especialmente destacable en lo negativo la nefasta colocación del coro, siempre inmóvil en forma de V en sus intervenciones.
Ya se podía pensar que la escenografía estaba mal planificada cuando en el primer acto nada más alzarse el telón se podía ver unas grandes paredes blancas, con unas torres metálicas y una pequeña antena parabólica, en vez del bosque cercano al lago donde se baña Amfortas. Con una escenografía tan desangelada, ¿cómo se iba a lograr que en el tercer acto ese lugar se convirtiera en una tierra yerma y desolada? Muy sencillo, en el tercer acto se tuercen un poco las torres metálicas y se tira al suelo la parabólica… efecto nulo.
En la sala del Grial, acaba presidiendo la escena un enorme panel de aluminio circular que podría representar una gigantesca parabólica. Esta escena que si se representa con una cierta dignidad siempre me produce fuertes emociones, me dejó totalmente frío en esta ocasión. El Grial era una reproducción del mismo que se guarda en Valencia, pero era tan ajena a la historia la escenografía que no causó ninguna impresión. He visto otros Parsifales futuristas que sí me han conseguido transmitir esa mística tan particular que encierra esta escena, ya sea por el juego de la iluminación, por algún aspecto inquietante, nada de esto ocurre en esta ocasión.
El segundo acto es algo más plástico situándose en el interior de un cráter, aunque tampoco convence la escena de las muchachas flor. Además es continua la demostración de Herzog del desconocimiento musical de la obra. Por ejemplo, cuando se escuchan los sonidos del hundimiento del castillo de Klingsor no ocurre nada en escena, en cambio en el último instante cuando se escucha el evocador último trémolo de las cuerdas en si menor es cuando el volcán se fragmenta. Un auténtico despropósito. Al menos la recuperación de la lanza por Parsifal estuvo ejecutada con precisión, creando un buen efecto visual.
El tercer acto se desarrolla en la misma escenografía del primero, hasta los coros finales donde se ve la nave-teatro alejándose por la galaxia.
La impresión es que es el trabajo de una persona totalmente ajena al mundo operístico y con un escaso conocimiento de la grandiosa obra Parsifal. Leí en una entrevista que sólo había visto dos óperas en directo, que no le gustaba mucho ver representaciones de otros, me pareció muy exagerado, ya serán algunas más, pensé. Después de ver la función me lo creo. Parece ser que fue el mismo Maazel quien tuvo la genial idea y quien convenció a Herzog para que realizara el trabajo. Yo a esto le llamo intrusismo.
El aspecto musical de la noche quedó por tanto muy lastrado por la escena. Creo que lo mejor fue el sonido de la orquesta en algunos pasajes, especialmente en donde la orquesta es la única protagonista. Maazel nos otorgó un Parsifal bello pero al que le faltaba algo de profundidad y carga dramática.
Las voces en general fueron bastante dignas, pero en todas se notó una falta de expresividad. No sé hasta que punto por las propias carencias de los cantantes o por la falta de ayuda de la escena.
Titurel fue Alexander Tsymbalyuck que cantó con fuerza desde el fondo del patio de butacas.
Gunermanz era Stephen Milling, un bajo de una voz consistente, con algún problema en zona más alta.
Eugueni Nikitin cantó un potente Amfortas.
Notable la Kundry de Violeta Urmana, mejor que en Il Ballo de Madrid, donde no le lastra la falta de italianidad. Demostró estar en gran forma. Lo mejor vocalmente fue el final del segundo acto.
Ventris es uno de los mejores Parsifales de la actualidad, aunque tampoco sea para tirar cohetes. Le faltó un poco de fuerza en su última intervención, donde se le notó apurado y con un mayor vibrato como si le faltara fuerza en el apoyo diafragmático.
Los coros estuvieron flojos. Me sorprendió mucho porque conozco las virtudes del coro de la Generalitat Valenciana que esta ocasión fue reforzado por la escolanía de la Mare de Déu dels Desemparats. Especialmente me defraudó la escena de los coros finales. Quizás tenga que ver con el hecho de la ubicación del mismo. Esta escena está pensada para que suenen los coros desde el techo de manera envolvente y a modo de sonido celestial, algo imposible en este teatro. Sonaron muy distantes, pienso que habría que estudiar la posibilidad de buscar otra ubicación para el final, no sé si podría valer rodeando la pared lateral del último piso. Entre lo distante del sonido y el teatro volando, el peor final de Parsifal que he presenciado nunca.
No hay ganas para extenderse mucho en las voces, en general no hay puntos demasiado débiles ni en voces ni en orquesta, se podría pensar que se puede disfrutar bastante sólo del apartado musical, pero no es así y la sensación es de tristeza, porque al final un Parsifal funciona y emociona o no funciona y aburre. Este nunca terminó de arrancar. Una gran ocasión perdida.
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