Carl Tunner escribió:
Esto de la media de edad, de sólo va gente mayor, es un remoquete siempre escuchado. Ya se decía cuando empecé a asistir al teatro lírico hace casi cuatro décadas. Yo que veo ópera en muchos teatros de distintos lugares, sí que veo gente joven, lo cual es muy resaltable en una sociedad especialmente inculta y ajena a las artes como la actual. En mi último viaje a Polonia, tanto en Varsovia como Cravcovia había bastante juventud en el teatro. Recuerdo también que en Lyon me sorprendió la abundancia de jóvenes y en una ópera nada popular o habitual como Irrelohe de Schreker.
Al final, de una manera u otra, el público se renueva.
Efectivamente, Real y Liceo son teatros caros, lo subrayo una vez más, pero me gustaría recordar el panorama cuando yo comencé a ir a la ópera en Madrid. La temporada se realizaba en el Teatro de la Zarzuela. Había unos pocos tiíulos al año. De cada obra sólo se daban 5 funciones. Las tres primeras eran de casi imposible acceso por su precio y había que acudir a las llamadas "populares", cuarta y quinta. No había internet. Las colas eran de órdago y me tenía que desplazar desde Alcorcón a fichar dos veces al día para que no me borraran de la lista. Como estudiante, estaba tieso y si quería ir a la ópera (y además, comprar discos, no como ahora que los escuchan gratis en Youtube o demás lugares) y no precisamente al patio de butacas, más bien al gallinero, no podía ir de copeo ni de marcha. Cierto que entoces podía ver a Alfredo Kraus, Teresa Berganza, Montserrat Caballé, Plácido Domingo... lo que impulsaba mi interés, pero lo tenía claro, prefería eso que el cubata o el discotequeo". Insisto, quien tiene ganas y verdadero interés supera todos los imponderables -no sólo los económicos, pues hace falta mucha personalidad para asumir, particularmente a ciertas edades, ser un "bicho raro" ajeno a la mayoría de la "tribu"- y va a la ópera.
Pues no puedo estar más de acuerdo, la verdad: el que quiere, puede (haciendo esfuerzos, claro, si no ha nacido en el seno de una familia con posibles). El problema, quizá, es que vivimos en una sociedad donde la palabra "esfuerzo" produce urticaria, y en la que la mayor parte del personal cree que tiene derecho a todo (a médico, a vivienda, a libros baratos, a entradas subvencionadas), y a que sean las administraciones públicas quienes han de solucionarlo...
Y no me malinterpreten, porque soy partidario del intervencionismo del Estado cuando se trata de paliar (en lo posible) las desigualdades. Pero es que hemos llegado a un extremo (mezcla de paternalismo y condescendencia buenista) que...