El día de ayer, se realizó la última función abierta al público, del único montaje lírico de esta temporada, en el Teatro de la universidad de Concepción, Chile. Hay programada aún una función privada, para las empresas patrocinantes.
Empiezo por la anécdota personal: Ya había renunciado a asistir, pues, cuando fuí a comprar entradas, contra todas mis suposiciones, ya se encontraban agotadas, excepto, para la función del Lunes 10, función a la que me era imposible asistir, pues coincidía con el horario de una clase que debía dictar. La clase en cuestión, se canceló, por falta de equipos, y a las 18:00, una hora antes del inicio de la función, hago una última llamada a la boletería del teatro, donde me informan que, como era de esperar, ya no quedan entradas, pero que en la puerta hay personas revendiendo. Salgo corriendo de la oficina, con lluvia penquista, y sin paraguas, y llego, 10 minutos antes del inicio de la función, y termino adquiriendo una entrada en balcón, a precio rebajado, por la urgencia.
El que las entradas se hayan agotado tan rápidamente, supongo, en un público no muy asiduo a la ópera, al hecho de ser la única de la temporada, de ser un título popular, y de que, excepcionalmente, y por el hecho de contar con numerosos patrocinios, se le hizo mucha propaganda a través de medios de comunicación. Adentro de la sala, lo confirmo: numerosas familias presentes, que llevaban a sus hijos, sabiendo que el espectáculo garantizaba entretención.
En segundo lugar, diré que soy muy respetuoso del quehacer de los artistas, y del equipo de producción en general; no dudo de su profesionalismo, y del cariño y dedicación con el que hacen las cosas, particularmente aquí, donde estos espectáculos son escasos, y de no conjugarse las circunstancias ya expuestas, de convocatoria dudosa.
En cuanto al montaje en cuestión, y siguiendo las "últimas tendencias", el regisseur argentino, Matías Cambiasso, presentó una propuesta innovadora, para lo que suele verse en el único escenario local, en el que siempre se respetan estrictamente las escenografías y vestuarios de época. En este caso, el escenario era una gran plataforma de bloques de vidrio, que, eventualmente recibían luz desde abajo, y rodeado por unas estructuras semejantes a rejas, luminosas, que se deslizaban , para generar los espacios: calle, habitación, sala, etc. El resto de la escenografía, la componían elementos mínimos, que descendían o eran trasladaos por los propios artistas: un columpio, un marco de ventana, una mesita. Escenografía sobria, notoriamente económica, y de buen ver.
Dentro de esta propuesta "innovadora", se encontraba también el ya conocido recurso de las "mezclas de épocas" en el vestuario. Así, después de un primer acto bastante "sevillano", en el segundo se dejaron ver, sucesivamente, un coro-guardia compuesto de detectives de impermeable y gafas, y, lo más sorprendente de todo, el segundo disfraz de Almaviva, que, después de haber aparecido con un traje de soldado de lo más acostumbrado, aparecía ahora, como Alonso, discípulo de Basilio, y profesor reemplazante de música de Rosina, con ... peluca y guitarra eléctrica (!), y acompañando el aria de L'Inutile Precauzione, con gestos de guitarrista metalero
... lo que hizo las delicias del respetable, pero que a mí me pareció francamente ridículo.
En cuanto al desempeño de los cantantes, diré que la mayoría tuvo un nivel correcto, y solventaron sus respectivos papeles. En el primer acto, el tenor chileno Luis Olivares estuvio un poco frío, y, el Conde, lo vió muy difícil con los adornos vocales de su serenata. En el segundo acto, ya estuvo notoriamente mejor, acabando con un desempeño digno.
La soprano argentina, Alicia Cecotti, solvente, vocalmente, careció de la gracia escénica actoral que su personaje requiere... ¿indicaciones de dirección de escena, o carencia de este aspecto por parte de la artista?. A mi me pareció más lo segundo, pues, más allá de la dramatización, su propio canto no reflejaba los giros anímicos del personaje, por ejemplo, cuando cambia de su actitud dulce y sumisa a voluntariosa e intrigante, en "una voce poco fa...", o cuando se sorprende al descubrir que Lindoro es en realidad el Conde Almaviva. La verdad, es que, en ambos casos, de no ser por el subtitulado, el público no habría podido sospechar de que iba la cosa.
El Don Bartolo del argentino Alberto Jauregui... lamentable... ¿una mala tarde?, no lo se. Lo cierto es que no pudo, ni de lejos con el "Un dotor de la mia sorte...". Mal, mal. Sin embargo, y por su simpatía escénica en el rol, se llevó calurosos aplausos del público.
Lo mejor de la noche, fueron el argentino Lucas Debevec, como Don Basilio, con una voz de buen volumen, y que solventó sin dificultades las exigencias del rol; y la artista local Denise Araneda, como Berta, que, en su breve aparición, hizo gala de una bonita bonita voz, firme en los agudos, buen fiato, y volumen.
La dirección de Luis Gorelik, correctísima, y muy respetuosa del resultado de conjunto. Disminuyó ahí donde las capacidades canoras no estaban a la altura. Hubo, algunas entradas a destiempo, y momentos en que orquesta y cantante andaban cada uno por su lado, particularmente en el caso de Don Bartolo, y al inicio de "La calunnia..." de Don Basilio, pero el resultado final, bueno.
Me fuí a casa con el agrado de no haberme perdido el único montaje de la temporada local, y con el gusto de haber pasado un muy buen rato.
Hago esta breve crónica, a pesar de que sé que nadie tendrá la oportunidad de ver este mismo montaje, pero es a lo que tengo acceso aquí, y tal vez, Simon, Jalu o Madda conozcan a alguno de sus compatritas implicados