tucker escribió:
Concierto, improvisado y mal organizado, con poca o nula sensibilidad a lo que ha sido la historia operística de la casa, sin invitaciones ni presencia al menos para saludar , de cantantes retirados que han hecho historia en el teatro.
¿ Que pinta por ej. un Fabiano - con todos los respetos-, que nunca ha cantado en el Liceo ?
Además del señor Trovatore ¿Nadie ha ido personalmente?
El Gran Teatre del Liceu de Barcelona es el teatro con mayor tradición de toda España. Y ciertamente se debe a sus 175 años de actividad ininterrumpida (si descontamos los cinco años que estuvo en reconstrucción por el incendio de 1994). Durante todo ese tiempo, se ha visto en él una actividad operística sin parangón en el resto del país. En el Liceu se gestó la pasión wagneriana que convirtió a Cataluña en el epicentro español del wagnerismo. También durante nuestro complicado y trágico siglo XX, el Liceu fue el único teatro lírico de renombre que no vio interrumpida su actividad, ya que en 1925, su gran competidor, el Teatro Real de Madrid, cerró por amenaza de ruina y los demás avatares históricos impidieron su reapertura a corto plazo, por lo que todas las grandes tendencias musicales pasaron por Barcelona. Y todos los grandes artistas que forman parte de nuestra cabecera operística pasaron por el escenario del coliseo de La Rambla, a menudo para el deleite de un público tan apasionado como exigente: aquí fracasaría un Enrico Caruso, o una Maria Callas ya madura tuvo que sudar para lograr el éxito en un teatro admirador de su rival, Renata Tebaldi. De esta manera, la mayor parte de grandes divos y maestros de la lírica han pasado y siguen pasando por su escenario.
Este teatro de ópera se inauguró el 4 de abril de 1847 y se convirtió no solo en el emblema del poder de la burguesía catalana, sino también en símbolo de toda una ciudad, en icono de la cultura catalana, y desde los palcos propiedad de poderosas familias, hasta las altas plantas donde el pueblo llano iba muchas veces de pie, pero a precios asequibles, el público ha disfrutado de las mejores obras, las mejores voces e incluso las mejores batutas de la lírica (parece mentira, pero un tal Hans Knappertsbusch, tan poco entusiasta a trabajar fuera de su Alemania, dirigió Parsifal en 1933 en el Liceu). En este 2022, el Liceu cumple 175 años, y para este aniversario, se ha contado con una gala con fragmentos de diversos actos de tres grandes óperas, con figuras de la lírica que son admirados por el público barcelonés.
Desde Catalunya Música he podido seguir la transmisión radiofónica de una gala con gran concurrencia de público tanto dentro como fuera del teatro. El programa constó del segundo acto de Macbeth, de Giuseppe Verdi, de parte del tercer acto de Lucia di Lammermoor de Donizetti y del segundo acto de Turandot, de Giacomo Puccini, empezando desde la segunda escena. La gala comenzó con una interpretación del popular Cant dels ocells, en el famoso arreglo para violonchelo de Pau Casals, a cargo de un chelista de la orquesta, en solidaridad con Ucrania. Nada más idóneo pues esta versión se ha convertido en un canto de libertad catalán por la paz y la libertad.
Sondra Radvanovsky interpretó a Lady Macbeth y Turandot, roles que ha debutado hace poco. En la primera, empezó con una versión más apasionada que redonda de
La Luce Langue, pero en el brindis del final,
Si colmi il calice estuvo simplemente sensacional, más segura, proyectando con su habitual voz torrencial y más suelta en la coloratura. Como la gélida princesa china, pareció haberse reservado para la complicada aria
In Questa Reggia, que abordó espectacularmente, con un agudo maravilloso, si bien la tesitura es difícil para su voz. Sí mostró aquí sus bellos pianissimi y un grave sobrecogedor.
Ludovic Tézier estuvo mejor como Enrico que como Macbeth. Como el rey verdiano, la voz sonaba gutural, no demasiado grata, pero como el hermano de la pobre Lucia, la voz sí estaba más cómoda y sonó muy bien en un rol que además ha cantado mucho.
Lisette Oropesa, fue sin duda, la gran triunfadora de la noche, con su espectacular interpretación de la escena de la locura. De nuevo se ha escuchado una voz que suena fresca, juvenil, ágil, resistente y con un virtuoso, impresionante manejo de la coloratura y los sobreagudos con los que cierra el aria y la cabaletta finales. El público la aplaudió a rabiar.
Airam Hernández en su breve intervención como Edgardo estuvo muy bien, con una voz igualmente juvenil y fresca, y que sin duda sonó mejor que la de Tézier.
Michael Fabiano interpretó a Calaf, y se confirma de nuevo como una de las opciones más seguras para Puccini en estos momentos. El tenor estadounidense interpretó al personaje (en el que acaba de debutar en Roma el mes pasado) con su voz vigorosa, su sonido heroico y al mismo tiempo juvenil, sin pasar apenas apuros en el segundo acto. En el
Nessun Dorma que cerró el evento, interpretó la pieza con su habitual entrega, si bien es aquí donde muestra algunas complicaciones por arriba, con alguna nota abierta, pero aún así un gran intérprete.
Giacomo Prestia interpretó a un Banquo con dificultades. Mejor estuvo
Manuel Fuentes como Raimondo en Lucia, una bella voz de bajo, aunque ligera en comparación con Prestia, pero con un enfoque más seguro. El veterano
Raúl Giménez interpretó al emperador Altoum, con una voz de la que algún destello queda que recuerde al belcantista y mozartiano que un día fue, pero totalmente adecuada ahora en este breve, pero intenso rol de tesitura plana y sobrecogedora.
Marta Mathéu y
Manel Esteve completaron el elenco, aunque en intervenciones menores.
La orquesta dirigida por
Marco Armiliato estuvo acompañando a los cantantes principalmente, aunque tuvo momentos de lucimiento en la gran escena final del segundo acto de Macbeth y tuvo todo un lucimiento en Lucia, donde afortunadamente se volvió a escuchar una flauta en la escena de la locura. El que sí estuvo inspirado fue el coro: la agrupación dirigida por
Pablo Assante ha sonado inspirada, rotunda, a un nivel excelente, tanto como el de los grandes divos de la noche.
Tras este concierto, solo nos queda desear que el Liceu siga deleitándonos a todos, catalanes y demás aficionados del mundo, con gloriosas noches por 175 años más. Desde Madrid, un asiduo del Real como servidor no tiene más que los mejores deseos para un teatro al que más que como un rival, lo veo como un teatro hermano, y en el que me lo he pasado bien las dos veces que he visto funciones en él. Moltes Felicitats!