Estuve el Sábado en este Pélleas sevillano. ¡Cuánta belleza! Uno de esos casos de magnífica conjunción escena-foso, algo fundamental en el teatro lírico. Realmente fascinante la dirección de Plasson, plena de refinamiento, transparencia, colores, misterio y sensualidad, con momentos de pura filigrana camerística. Increíble cómo hizo sonar a la Real orquesta sinfónica de Sevilla. Todo un bálsamo para los oídos después de la chirriante y ruidosa orquesta del Real en "El Ángel de fuego". Muy equilibrado el reparto, que alcanzó un notable nivel, excepto una Marina Pardo fuera de lugar. Magnífica producción de Decker, inteligente, bien pensada y aún mejor ejecutada, apropiada a la obra a la que refuerza, al contrario de lo que hace Bieito con la ópera de Prokofiev.
Previamente, el viernes 25 asistí en el Gran Teatro de Córdoba a una Lucia protagonizada por María José Moreno, uno de esos casos, pocos, en que una soprano mantiene este papel en el repertorio durante más de dos décadas y uno puede apreciar su evolución y asentamiento en el personaje que tiene totalmente dominado. El canto de la Moreno, cada vez más refinado con un fraseo impecablemente torneado y en el que brilla un timbre que se mantiene inmaculado. Buen gusto indudable el de Moisés Marín en su Edgardo, aunque le falta peso para el papel. Sorprendente el joven bajo de 25 años de edad Manuel Fuentes, con margen de mejora en cuanto a afianzamiento de la emisión, fraseo y desenvoltura en escena, pero que suena a bajo de verdad y canta con buena escuela. Carlos Domínguez-Nieto desde el foso pretendió recrear con su dirección pesante, morosa, escasamente teatral y fuera de estilo, el sinfonismo Bruckneriano en un melodrama italiano tan emblemático como Lucia di Lammermoor.
_________________ "El canto como la belleza que se convierte en verdad" (Friedrich Schiller)
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