Me ha dado por volver a ver, desde que la vi en el Real, "Desde la Casa de los Muertos", de Leos Janacek. Recuerdo que cuando la pusieron en el Real allá por 2005 pensé que me iba a aburrir. En cambio salí encantado. Ahora me he puesto este famoso vídeo de 2007 con Pierre Boulez, Patrice Chéreau y un reparto inolvidable.
Esta es una ópera, además la última del maestro, que es la antítesis de lo convencional. Nos trasladamos a una lejana cárcel siberiana, donde los presos nos van contando sus historias, una obra que pese a tener momentos musicales de lucimiento para algunos solistas principales, es más bien coral y no hay protagonista. En la obra de Dostoievski en la que se basa, el protagonista es Alexander Goriánchikov, no está tan claro esto en la obra de Janacek, aunque suela figurar el primero en el cartel, especialmente cuando lo han cantado viejas glorias como José Van Dam o Willard White.
Janacek crea una música dura, que coquetea con la atonalidad, pero también con las influencias musicales checas que tanto impregnan su obra. Sin embargo se diría que esta es la más universal, puesto que huye de las historias con una trama amorosa de por medio y se centra en el día a día de una población presidiaria (algo inusual en los años 20, si descartamos Fidelio). También juega con el teatro dentro del teatro, en definitiva, la más moderna de sus obras en todo sentido. Desde la famosa obertura, una de las mejores páginas de Janacek, donde nos transporta a la lejana Siberia, donde suenan las cadenas que nos hablan de la cautividad de los presos, pero también cuando la música se viene arriba, nos habla de sus ansias de libertad, reprimida por esa confrontación final entre orquesta y cadenas. Por no hablar del final, que la bella música cuando el águila, curado, vuela libre, es ahogada por otra música más bombástica, con aire de marcha, donde los presos vuelven al trabajo y a su rutina.
Se dice que esta versión es la definitiva de la obra. Tengo mis dudas, por el momento. Primero porque la producción de
Patrice Chéreau, aunque buena, bastante buena, me resulta estéticamente aburrida. No estamos ante Aida, soy consciente, pero me faltó algo que me recuerde más a carcelario y menos a campo de concentración con aire de búnker futurista, donde los presos parecen más unos bandidos escondidos en una cueva a la espera de que llegue la justicia. Lo que sí resulta magistral es la dirección de cámara de
Stéphane Metge, quien realmente se involucra en la acción. Tremendo el juego de cámaras en el segundo acto, cuando los presos trabajan en el río, aunque aquí sea recogiendo basura. Si bien el primer acto me resulta aburrido, la puesta en escena mejora a medida que avanza la obra. En el segundo acto, la escena de la obra de teatro entre Don Juan y Kedril es realmente fabulosa. Coreográficamente es brillante, con una fuerte, explícita carga homoerótica, donde es evidente la afinidad sexual entre los presos. (Curiosamente, eso me falta entre Alieya y Gorianchikov, aunque no pegue ya que al final de la obra revela que lo ve como un padre). El acto final transcurre en lo que se deduce que es el hospital, con los presos heridos en sus camas y los demás contando sus historias. Al final, Gorianchikov es sacado a empujones hacia su libertad, mientras Skuratov y Alieya se retuercen de dolor tanto físico como moral en sus camas.
Pierre Boulez al frente de la
Mahler Jugendorchester realiza una versión más bien lenta, en la que se recrea en su aspecto más oscuro, algo raro en él dado sus rápidas, revolucionarias direcciones como en Lulu o Parsifal. Aquí va a tono con la oscura historia y con la oscura puesta en escena. Este Boulez no es el de Lulu, con esa pasión trágica y modernista con las que la dirigió en los 70, aquí, ya octogenario, describe la historia y el patetismo de los personajes, aunque en cierto modo esa lentitud hace la obra menos folclórica y más atonalista.
El reparto sí está en estado de absoluta gracia.
Olaf Bär no es una superestrella para el rol de Gorianchikov, pero la voz es buena y aún estaba en plenitud, más acorde con el rol de carácter que parece ser en esta obra.
Stefan Margita, espléndido como siempre, es un gran Morozov.
John Mark Ainsley es también un excelente Skuratov, así como
Jan Galla un bien cantado Cekunov. A destacar el veterano
Heinz Zednik como el viejo prisionero. El desaparecido
Gerd Grochowski realiza una memorable interpretación de Siskov. Aunque Alieya parecía ser un rol para cantante femenina, en los últimos tiempos lo realiza un tenor.
Eric Stoklossa es el Alieya perfecto: aniñado, veinteañero (por aquél entonces), con una voz de tenor ligero que rezuma juventud, aunque siempre tendente a su natural voz de spieltenor, y al mismo tiempo con ese semblante frágil, imberbe e inexperto, a merced del brutal Morozov y del cariño de Gorianchikov. El gran
Jiri Sulzenko causa terror como el director de la cárcel, en una redonda interpretación.
Hay que ver este vídeo. Aunque creo que me atrae más el de Warlikowski en Bruselas, pero este es un clásico de la obra, a la altura de los registros de Mackerras y el famoso de Supraphon de los años 70.