Esta exhumación no debería (desde mi punto de vista, en mi humilde opinión, respetando otros pareceres, etc., etc.) ser despachada con frases lapidarias como la citada. Sería curioso conocer la íntima opinión del sr. Alonso cuando, en su juventud, oyó por vez primera Tristán o La Traviata. Y más curioso sería comparar esa primera opinión con la que desarrolló a lo largo de los años tras cientos de re-escuchas de variadas versiones.
Enfrentarnos a una obra del pasado, de nuevas, sin referencias, con los oídos condicionados por cien años de música posterior, y condenarla por segunda vez al olvido tras una única audición podría entenderse (desde mi punto de vista, en mi humilde opinión, respetando otros pareceres, etc., etc.) precipitado.
De sumo interés resultan las circunstancias históricas de su creación, que yo ya conocía por el libro de L.G. Iberni (trifulca entre compositores y empresarios teatrales, la alocada aventura de Berriatúa y el Teatro Lírico, la ideíca de hacer temporadas de ópera española) y que resume con acierto el programa de mano, las cuales darían para una serie de Netflix. Concomitancias y concausas histórico-culturales aparte, estamos (desde mi punto de vista, en mi humilde opinión, respetando otros pareceres, etc., etc.) ante una obra interesante que ni justifica su ostracismo ni merece el olvido.
Ayuda poco a la obra el parco desarrollo dramático-psicológico (tanto en el libreto como en la partitura) del meollo de la trama, que en el fondo trata de una doble tensión: por un lado, el conflicto deber-placer de Ulises; y por otro, en Circe, la transición de la maldad al amor. Y digo parco desarrollo porque las mutaciones vitales de los protagonistas acaecen cual se accionara un interruptor. Ahora bien, hay mucha y muy buena música. Una simple re-escucha, siguiendo las detalladas “notas para una audición de Circe” que Emilio Casares nos regala en el programa, nos descubre un pequeño diamante en cada escena.
Descoloca en esta primera audición algo que creo que Chapí buscó y que no tengo claro si, a la larga, es un acierto o un error: la no-españolidad de esta obra española, como si quisiera sentar las bases de su personalísimo proyecto de ópera nacional haciendo tabula rasa con su propia obra y con las de sus coetáneos patrios. Ciertamente hay ecos, aromas e influencias de músicas caras a Chapí (lo francés, Wagner) y supongo que expresa intención de erradicar lo italiano (no escucharán nada que les recuerde a Verdi o al coetáneo Puccini). Pero no es un pastiche: es música distinta, personal y (desde mi punto de vista, en mi humilde opinión, respetando otros pareceres, etc., etc.) muy valiosa.
Non bis in ídem: no condenemos a Circe por segunda vez. Re-oigámosla (si el Teatro de la Zarzuela tiene a bien compartir con todos el resultado de su admirable y épica tarea de montar Circe) una, diez o cien veces. Verán como (desde mi punto de vista, en mi humilde opinión, respetando otros pareceres, etc., etc.) merece la pena.
PD: tenor y soprano: notable alto - orquesta y coro: muy bien - director: muy bien aunque faltó algo de punch (en los momentos "punch").
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