Tres apuntes acumulados: La serva padrona, Platée y Netrebko
Este fin de semana ha empezado la temporada operística del Teatre de Sarrià (Barcelona). Retoma algunos de los títulos cancelados el año pasado: empieza con La serva padrona (la de Pergolesi) y continuarà con The four-notes opera y L'occasione fa il ladro, con la que acaba el ciclo de farsas rossinianas que han ido haciendo a lo largo de los años.
El intermezzo de Pergolesi estuvo, como suele ser en este teatro, muy bien servido. Las dimensiones (un teatro a la italiana con platea, un piso y un segundo piso solo central donde, en total, caben 390 personas) lo convierten en un local idóneo para óperas de pequeño formato o que no requieran de una orquesta grande (el foso es pequeño, pero existe). Ayer, la orquesta la componían nueve instrumentistas y el clave y, francamente, sonó muy bien, concertada como siempre por Assunto Nesse. Carlos Pachón y Serena Sáenz hicieron una interpretación bien cantada y muy bien interpretada, con gracia, matices y dos voces adecuadas: un auténtico bajo barítono de timbre precioso y una soprano "con intención", de voz muy interesante y excelente prestación. Además, físicamente, los dos encajan perfectamente con sus papeles y se podría destacar la belleza de la soprano. El papel de Vespone, por Xevi Dorca, fue correcto: quizás no destacara o, voluntariamente, no se le hizo destacar y en su "gran escena" del capitán Tempesta fue poco "fiero" para asustar a nadie. Escena y vestuario se suelen encargar a estudiantes de Elisava, una de las escuelas superiores de diseño veteranas de la ciudad. Francamente, ayer firmaron una de las propuestas más conseguidas que se han visto en las, ya, siete temporadas que llevan, sencilla (los presupuestos no están a la altura de los resultados) pero hermosa y muy efectiva. Es cierto que no es una obra difícil, pero también es cierto que puede hacerse mejor o peor y la verdad es que en esta ocasión el resultado ha sido brillante.
En otras dimensiones de espacio y presupuesto, el miércoles pasado, se hizo Platée en el Liceu. Única función, en versió concertada, de la que se convierte, a raíz de la cancelación de Alcione de Marais la temporada pasada, en la primera ópera francesa anterior al XIX que se hace en el teatro. Buen resultado, con una exquisita interpretación de Les arts florissants y William Christie, siempre a buen ritmo y con precisión en los detalles, tanto en la orquesta como en el coro. Cierto es que, justamente, en una ópera barroca francesa la importancia de la danza queda, en la versión de concierto, reducida a su interpretación orquestal. También es verdad que en una versión escénica, si no fuera historicista, sería difícil ver una coreografía que no fuera polémica para este tipo de música (aunque intentos como la versión coreográfica de Pina Bausch para la Iphigénie de Gluck se saldan con éxito, todo hay que decirlo). Las voces, muy adecuadas como conjunto, pero, como suele pasar, alguna quedaba algo perdida en la "inmensidad" de la sala: se ha repetido hasta la saciedad que la vocalidad barroca y el Liceu (o cualquier otro teatro grande) no son buenos amigos y, en algunos casos, se corroboraba la hipótesis. Destacaron Edwin Crossley-Mercer, una hermosa voz de barítono para Júpiter y Marcel Beekman, en el papel de haute-contre de Platée. Ciertamente, tiene una voz de tenor muy alto que puede llegar a parecer de contratenor sin serlo y cantó con la gracia suficiente para su papel cómico. La versión incorporaba algún elemento de atrezzo y de actuación por parte de los cantantes. Jeannine de Bique, como Follie, cantó muy bien en sus arias, que son, quizás las más floridas y espectaculares, pero quizás a la que mejor se podía aplicar lo del volumen: es una voz que en al Liceu no puede destacar, aunque cante exquisitamente bien. Ya no digo en el Teatre de Sarrià, sino en cualquier otro local mediano o como La Fenice veneciana, sería una voz que brillaría con luz propia. Fue una buena función y, a pesar de la falta de escenificación, se hizo amena. Quizás se pueda reprogramar el Alcione o programar alguna otra obra que no deje este tipo de ópera sin continuidad.
Y, ya puestos, hablemos del recital de Anna Netrebko de hace diez días, también en el Liceu. Un recital con el pianista y ella solos (en principio, ya que añadió un violinista, ruso, claro, en los lieder de Strauss y una mezzo, rusa, claro, en dos duos), con predominio de repertorio eslavo y de canción de concierto. Sobre el papel, tendría que estar en su salsa y podría lucirse. Canciones de Rachmaninov, Chaikovsky, Rimsky, Strauss, algún Fauré... Dos duos operísticos (de Pikovaia dama y de Les contes de Hoffmann) y "Depuis le jour" de Louise, amén de un fragmento de The ballad of Baby Doe y alguna otra cosa. El programa, quitando alguna pieza que no se acaba de entender, era hermoso, con piezas que hacen referencia al día, la noche, el paso del tiempo, el recuerdo de un día o una noche anteriores... Tiene sentido. Netrebko se implicó algo más que otras veces en los que parece que va de bolos y a cumplir sin más. Cuidó mucho los gestos, incluyó atrezzo (un ramo de flores en la primera parte, que tuvo diferentes "papeles", y un globo en forma de estrella plateada en la segunda), se movió con intención dramática... pero ahí se quedó su implicación. Mantiene Netrebko una voz brillante (que ha perdido nitidez, eso sí), llena, grande, quizás con abuso de graves (o de entubamientos) y puede parecer "sobrada". No era un repertorio donde necesitara exhibiciones vocales: al contrario, son textos recogidos, íntimos, de gran poesía (el valor literario de los poemas originales de muchos lieder está muy lejos de los habituales libretos), donde la "exhibición" ha de venir de la forma de decir, de la expresividad de la intérprete (hay que decir, para evitar malas interpretaciones, que me gusta mucho el lied y similares como género y suelo escucharlo)... Y ahí es donde Netrebko falla: oyes su "Morgen" straussiano, acompañado del violín innecesario, y te quedas igual que antes. Oyes sus Strauss y recuerdas haberlo oído con cantantes "peores" y medios menores, pero con resultados a años luz, con los que algo dentro de ti cambiaba y pensabas "qué hermoso". La interpretación de Netrebko es, probablemente, impecable en la técnica vocal, pero deficiente en lo más importante que ha de tener este género, que es el transmitir o expresar un sentimiento. Tampoco es que sea gélida o fría en el canto, sino que le falta ese dar algo más a lo que canta, ese sentir... Acabas totalmente indiferente a lo que oyes: podrían intercambiarse los textos o podría cantar la melodía de Rimsky con la lista de candidatos a las elecciones a la Duma porque el resultado sería el mismo. Pero no le pasaba solo con Strauss (lo digo primero porque estamos más acostumbrados a oír estas piezas y podemos "comparar"): las piezas rusas, miniaturas exquisitas con textos maravillosos, se quedaron en nada, en un canto lineal, hermoso pero... frío, sin mensaje. En algún caso, como la Mattinata de Leoncavallo tampoco brilló especialmente y eso que es una pieza de lucimiento. Quizás lo que mejor le salió fue el primer bis, Il bacio de Arditi, por lo espectacular; en cambio el segundo bis, la "Caecilien" de Strauss, no lo cantó bien ni es una pieza para cerrar un recital. Eso sí: muy interesantes las piezas de Rimsky y alguna otra, pero la sensación global es de "un recital más", nada memorable, porque, al contrario de lo que se podría esperar de este programa, Netrebko se queda fuera, no llega a penetrar lo más mínimo en lo que dice y, contrariamente a lo que podría indicar la actuación escénica, atrezzo, etc. no llega a implicarse para nada en lo que canta, que acaba siendo todo igual. Y eso, en este tipo de repertorio, es grave. Y lo peor es que no creo que no quisiera hacerlo: la sensación que me da es que, simplemente, no sabe; no sabe ir más allá de una aproximación superficial, técnicamente brillante, pero nada más. Eso de que acusamos a menudo a algunos pianistas mediáticos, muy brillantes y técnicamente perfectos, pero con poco que decir. Netrebko puede parecer una versión sopranil de ello: un envoltorio impecable, una superficie preciosa, pero un gran vacío dentro y, en casos así, una decepción. Y es lástima porque tiene medios, pero para ser realmente grande hace falta algo más.
Supongo que habrá opiniones diferentes, pero es lo que tiene esto...
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