blansac escribió:
Y este en principio la semana que viene, aunque, no sé por qué, a mí ya me ha llegado. Tras una escucha muy rápida por encima cabe destacar (para mal) la plúmbea y anodina dirección de Rinaldo Alessandrini. En cuanto al reparto, en general mejor ellos que ellas.
Precisamente estuve viéndola hace un par de días. Una obra desigual, con un primer acto bastante inspirado, que contiene varios números estupendos, y un segundo acto más de andar por casa. A mí tampoco me ha gustado la dirección de Alessandrini, mecánica, falta de gracia y de cintura, de sonido pétreo y con tendencia al estruendo. No entiendo esta manía que tienen algunos especialistas en barroco cuando se acercan al repertorio belcantista de imponer una sonoridad tocha y bandística, de escaso vuelo y con total carencia de sutilezas y de esfumaturas. En muchos momentos, la orquesta más que acompañar y envolver el canto, parece un carro de combate que aniquila a todo lo que se interpone a su paso. Un simple ejemplo: en el acto segundo hay un dúo donde el imberbe Donizetti se esmera con una música plena de sensualidad e insinuación, pero en manos de Alessandrini el asunto pasa con la misma asepsia que el resto de su labor.
El nivel intepretativo es muy bajo (“son cosas de estos tiempos”). El único que se salva cuando canta en el centro de la voz es Romano, porque desde que la tesitura se empina la voz se descuajaringa por completo. Su número solista (con guiño mozartiano incluído) es el momento más brillante de toda la función. De Candia, que nunca fue nada del otro mundo, se ve sobrepasado por su gran aria de presentación, que exige un bajo con todas las de la ley, con prestancia vocal, dominio del virtuosismo y fantasía interpretativa. Las chicas tienen todas el mismo origen: la escuela del pedernal. Para constatar el bajo nivel de los intérpretes no hay más que poner atención a la primera parte del sexteto del segundo acto, todo él en manos de las voces y con un mínimo acompañamiento orquestal. El desconcierto es mayúsculo por la falta de empaste, de afinación, de cuadratura y falta de exactitud en ataques y resoluciones de las frases musicales. Para un momento que exige rigor y mano férrea, Alessandrini peca por ausencia.