Es curioso pensar en cómo algo que empezó en 1977 siendo como una película para niños y posiblemente poco tomada en serio por nuestros equivalentes en aquella época, melómanos, gente culta, instruida y amante del arte... haya terminado siendo no solo amado por amantes del cine, sino también de la alta cultura, ya que nuestras infancias y cultura de lo visual han crecido con esta impactante saga. De niño me emocionaba con cosas de hacía veinte años que seguían vigentes como la primera trilogía. Incluso yo iría mucho más lejos: se ha convertido junto al western en una épica estadounidense. Nosotros en Europa tenemos al Cid, Beowulf, Tirant lo Blanc, Orlando, Cuchulainn, Roland, Sigfrido... incluso los peruanos a Ollantay... y los Estados Unidos tienen a Luke Skywalker, aunque no sea un héroe fundacional de su pueblo y a una considerable, además de lógica, distancia de los antiguos.
Este fin de semana he estado en el cine viendo la última película de la saga. Durante estos años he estado viendo con una mezcla entre la ilusión y el escepticismo esta nueva trilogía, y un Spin-off (Han Solo) viendo cómo Disney crea una gallina de los huevos de oro alargando la historia ad-infinitum y a veces ad-náuseam. Pero todo esto se olvida al ver esos maravillosos planetas imaginarios, esa tecnología deslumbrante, esa música tremenda de John Williams... esa civilización avanzadísima que deseamos ser y deseamos contactar en otro mundo.
Aunque me parece más interesante que las precuelas, esta trilogía de secuelas ha estado a caballo entre el homenaje a la trilogía original y la vistosidad, además de la creación de nuevos personajes, que sucedáneos de los originales, intentan buscar su propio camino aunque no les vayan tanto a la zaga en carisma, salvo la joven Rey. No he pensado lo mismo de Kylo Ren, pese a que Adam Driver le pone mérito y a que su personaje alcanza su cénit dramático en esta película, no tiene el carisma de Vader y Palpatine. Tras un decepcionante y por momentos aburrido episodio 8, y con un final que parecía tener continuidad aunque finalmente no (¿Quién sabe? ¿En la próxima trilogía anunciada para dentro de unos años y sin nexo alguno con esta alargadísima saga?), el episodio 9 sube el nivel y consigue entretener y atrapar al espectador (con las constantes referencias al pasado) , aunque los giros de argumentos y el poder divino de los Jedi/Sith a veces me haya descolocado.
Una amiga me dijo que con todo lo que se ve se puede hacer una trilogía completa. Cierto. Y también que cierra, a veces de forma apresurada, todo lo que queda pendiente. Y yo he disfrutado mucho.
No diré más. El final ha sido evidentemente emocionante. ¿Ha acabado la saga? Me gustaría creerlo, porque soy de los que prefieren un final digno cuando ya hay poco de calidad que contar a un alargado ad náuseam. Sin embargo sabemos que no será así, porque Disney no va a soltar a la gallina de los huevos de oro, ni la gente suele ir a los clásicos para bucear en su rico mundo, y la creatividad no abunda ya en Hollywood si bien algunos remakes son magistrales, véase el universo de Batman. Nosotros y muchos lo hacemos, pero la mayoría no, y menos la cada vez más visual y no siempre tan leída juventud actual.
Pero, como siempre digo, el arte es diverso y en nombre de este lema si se opta por explotar la gallina, habrá que verlo, y cuando se estrene la nueva trilogía en 2027,2037 o 2041 imagino que allí estaré. Gritemos pues:
¡Viva Star Wars!
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