Como segunda parte de las celebraciones por mis primeros 30 años yendo a la ópera, viaje a Frankfurt, una casa de ópera siempre fructífera para sumar títulos a la lista. Esta vez, dos óperas magníficas muy difíciles de ver.
30 de Marzo: Dalibor de Smetana. Cantada en alemán (el libreto original era en dicha lengua, aunque rápidamente se tradujo al checo para el estreno). Bellísima ópera en la que Smetana combina claras influencias Wagnerianas con elementos del folklore popular bohemio con una orquestación depurada y de alta calidad en el que abundan los solos de violín, instrumento bohemio por excelencia, así como la profusa presencia del arpa que caracteriza a la soprano protagonista Mlada. Una pena, porque me volví a dar de bruces con Florentine Klepper, responsable del disparatado montaje de EL Holandés errante de Dresde. A la Sra. Klepper le importa un bledo tanto Wagner como Smetana, ella endiña su alegato feminista-podemita-antisistema caiga quien caiga. La trama convertida en una especie de reality show televisivo con reminiscencias de El show de Truman con los partidarios de Dalibor convertidos en manifestantes pancarteros que pintan en la pared "Fuck the system" y el violín (fundamental porque simboliza al músico Zdenek, amigo de Dalibor y cuyo asesinato provoca su rebelión) pasa a ser unos auriculares... Claro, esta gente está convencida que el romanticismo es improponible hoy día y hay que despojar a estas obras de todo aliento romántico y épico. A ello contribuyó también la dirección musical del veterano Stefan Soltesz, refinada, muy clara, que puso de relieve la hermosa orquestación, pero sin tensión teatral alguna,ni progresión dramática, una dirección musical anodina que comulgaba perfectamente con la escénica. En el reparto me gustó la soprano polaca Izabela Matula, sin graves, pero con una franja centro-aguda de calidad y una indudable entrega en escena.
31 de Marzo: Der Ferne Klang- El Sonido lejano de Schreker. Fabulosa, conmovedora ópera, llena de emoción y que se engalana con una orquestación exuberante, suntuosa. Función mucho más redonda. Primero por la estupenda dirección musical de Sebastian Weigle con una orquesta a alto nivel. Sonido esplendoroso, claridad en las texturas, transparencia, refinamiento tímbrico, pero también tensión y emoción. Sólo le faltó, como siempre, ese punto de inspiración, de vuelo, de trascendencia que distingue al genio del buen músico. La producción de Damiano Micheletto funcionó y, a diferencia de la del día anterior, potenció la angustia, emoción, y conmoción que contiene la obra. En el reparto destacar la espléndida creación en el papel de Grete por parte de la soprano norteamaricana Jennifer Holloway de limitados medios vocales (falta de robustez, anchura y redondez en el centro; la zona aguda es la franja más timbrada), pero todo un animal de escena. En un estado vocal lamentable encontré a la veterana Nadine Secunde.
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