Uno es partidario, obviamente, de que las óperas se interpreten en estilo, pero no del historicismo inflexible e intransigente, que nos ha llevado al reino de las minivoces y los contraterrores. Dicho esto y como estoy convencido de que la técnica vocal verdadera es única y propia para cualquier repertorio, no podrán nombrarme una sola soprano que haya afrontado el papel de Rodelinda con historicismo o sin él, que llegue a la suela del zapato a Joan Sutherland en el aspecto vocal y virtuosístico. Cierto que tenemos una Antonacci, gran artista, pero muy lejos vocalmente.
Hay disponibles tres grabaciones de la Sutherland. Una en vivo de 1959, con la soprano australiana en insultante estado vocal, pero con cortes, orquesta inasumible y compañeros muy flojos, excepto la Baker. Otra de 1973 en vivo Amsterdam con dirección de Bonynge y, finalmente, la grabación de estudio de 1985 sello DECCA, también con Bonynge, que ofrece una labor en la misma línea que las grabaciones de Alcina y Giulio Cesare. El problema es que la Sutherland ya esté decadente y los compañeros son muy flojos, excepto Ramey. Por tanto, insistir que fue la Sutherland quién rescató Rodelinda en el siglo XX y quien quiera disfrutar de una interpretación antológica e insuperada del papel titular y no sea "historicista intransigente" (puede combinar esto perfectamente con su grabación completa historicista favorita), debe acudir a las grabaciones en vivo de 1959 y 1973. Y todo ello, por una soprano que también brillaba en Norma, Lucia y Rigoletto, es decir, no las lilliputienses Barbara Schlick, Enma Kirby y demás minivoces del barroco protohistoricista. Las dos veces que he visto Rodelinda en vivo la protagonizaron Karina Gauvin en concierto en el auditorio Nacional y Lucy Crowe en el Real. Freeway cola y Naranja Mirinda al lado de Don Perignon-Sutherland.
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