Me sumo a lo que han dicho ya de que el gusto por las óperas viene y va, ahí tenemos ejemplos como la Rossini Renaissance que rescató muchas óperas de Rossini que estaban en el olvido (algunas podrían haber permanecido en las sombras, también es cierto) o la recuperación de las óperas del Barroco, que estuvieron dormidas durante tres siglos. Aquí hay varios factores y espero no soltar un rollazo.
1) Interés musicólogico. Obvio. Directores, cantantes, músicos...quieren encontrar tesoros perdidos u olvidados.
2) Interés comercial. En los años 60 y 70, en que se vivió una larga época de paz y bonanza económica, los teatros y las discográficas podían permitirse el lujo de arriesgar puesto que había grandes cantantes muy populares y un público entregado (y solvente) que compraría sus productos aunque el divo/a cantara "El corro de la patata".
3) Interés personal. Cantar obras olvidadas tiene un gran interés para el ego y prestigio personal de los cantantes (directores, músicos...) y es la falta de referencias. Cantar una ópera que nunca se ha registrado, porque hace 300 años que no se representa, la convierte inmediatamente en referencial, aunque la prestación sea mediocre y vulgar. Ahí tenemos la carrera de Cecilia Bartoli, cual Dora la exploradora, rescatando piezas de lo más variado para su lucimiento personal (gran músico, esta señora, aunque cantante vulgar).
4) Interés social. Pondré el ejemplo de la ópera barroca. Durante siglos no interesó por dos motivos:
a) Estaban saliendo óperas nuevas de maravillosos compositores cada vez más complejas en todos los sentidos y a la gente le encanta la novedad.
b) Me encanta la ópera barroca pero los temas son difíciles. Oir cantar a dioses, héroes y antiguos reyes (es decir, mitos) está bien pero cuesta identificarse con ellos. En cuanto los compositores pusieron a cantar a la gente normal, ya no hubo vuelta atrás. Es más fácil identificarse, emocionarse... con la gente corriente que con dioses y leyendas. Aquí lo explica "el propio Mozart"
https://www.youtube.com/watch?v=4OkrYf4qlLM5) Interés cultural: está muy bien que los teatros programen cosas nuevas pero también buscan nuevos públicos. Y para enganchar nuevos oyentes, nuevos aficionados, no se puede renunciar a las obras más conocidas y aplaudidas. Los teatros, sobre todo los públicos, tienen que hacer también labor pedagógica, es decir, fomentar la cultura entre amplias capas de la población y, por tanto, no pueden caer en snobismos ni elitismos. Y esto no se consigue con cualquier obra.
Pondría más razones pero creo que ya es bastante largo. Espero no haberles aburrido.