Continúa mi periplo por los festivales operísticos del nordeste norteamericano:
Halka - Bard Music Festival - Richard B. Fisher Center for the Performing Arts, Annandale-on-Hudson, 19-VIII-2017 Me acerco esta vez al valle del Hudson para asistir al Bard Music Festival, con sede en el impresionante teatro de las fotos. Cada verano eligen a un compositor y organizan todo tipo de actividades en torno a su obra y a «su mundo»: conferencias, mesas redondas, proyección de películas con alguna relación y, por supuesto, conciertos. Estos conciertos, siempre precedidos de una conferencia por algún musicólogo especialista, suelen tener una estructura poco convencional e incluir piezas no solo del compositor titular, sino también de sus influencias, contemporáneos y sucesores. Por ejemplo, este año el festival se dedica a Chopin y los conciertos (llamados «programas») han tenido títulos convencionales como
Chopin and the Piano pero también otros más temáticos como
Chopin and Warsaw (con obras de Chopin, Elsner, Kurpinski, Szymanowska, etc.) o
Jews in the Musical Culture of Europe (de nuevo con gran variedad de compositores). De cada edición la Princeton University Press publica un libro con ensayos y actas.
El BMF se engloba en una más amplia agenda de actividades (Bard Summerscape) que este año incluía como plato fuerte la ópera
Dimitrij de Dvorak, pero también muchas actividades más informales en la llamada Spiegeltent (jazz y cabaret, además de bebidas y baile postfunción):
Además de estar situado en una zona de interés turístico (y muy accesible desde Nueva York), cuenta con el atractivo de ser fácilmente combinable con el famoso festival de Tanglewood (a tres cuartos de hora de distancia). De hecho, yo pude combinar mi visita para ver a David Afkham dirigiendo la BSO en Mahler y Brahms, además de un ensayo de la sinfonía alpina de Strauss dirigido por Andris Nelson.
Para lo que nos ocupa, la ópera en cuestión era nada menos que
Halka (que, obviamente, no es de Chopin sino de Moniuszko pero sí la «gran ópera polaca» que se esperaba de él que compusiera). Me parece esta una composición magnífica, que no entiendo cómo es tan dificilísima de ver fuera de Polonia (constan solo dos únicas producciones en Operabase desde 2014, una en Kaiserslauten y otra en la República Checa). Creo que tiene un estilo muy accesible y todo tipo de números para lucimiento de orquesta y cantantes (papelón para la soprano, pero tenor y barítono también tienen sus momentos). Destacan su obertura y la mazurca que cierra el primer acto, la gran escena final de Halka, sus dúos, el aria del tenor en el cuarto acto. ¿No habrá alguna diva eslava que la imponga? ¿O al menos Beczala y Kwiecien haciendo un poco de patria?
En esta ocasión, después de una interesante presentación a cargo de la musicóloga
Halina Goldberg, se nos ofrecía la ópera en su versión completa de cuatro actos de 1858 y en polaco, pero desgraciadamente en versión concertante. Alguna decoración y movimiento escénico, pero no cuela porque al final los cantantes tienen la partitura delante, lo cual es lo primero que hay que desterrar. Aun así se agradeció que en la mazurca y el preludio del tercer acto salieran a escena unos bailarines (quizá no muy profesionales y con una coreografía poco acertada, pero visten un poco). Por supuesto, la falta de escenificación era del todo comprensible desde el punto de vista de los medios con los que contaba el festival.
Leon Botstein dirigía a la neoyorquina
American Symphony Orchestra que en general sonó bastante bien. Por desgracia, sin embargo, pasó olímpicamente de los cantantes, principalmente produciendo un sonido que casi nunca bajó del fortissimo. Esto, unido a que no había foso, obligó a los cantantes (no agraciados en general con voces enormes) a moverse en la frontera ente el canto y el berrido (y no siempre del lado bueno). Al menos, es justo reconocer, se bajó un poco el volumen en el crucial clímax de la ópera, cuando Halka decide renunciar a la venganza y suicidarse.
Esto contribuyó al lucimiento de la soprano protagonista, la estadounidense
Amanda Majeski. Estamos ante una cantante joven, que en años recientes ha actuado como sustituta en lugares como Madrid, NY o Chicago y que está empezando a tener papeles de titular en teatros de primer nivel. El año pasado hizo alguna Condesa de Almaviva en el Met y esta temporada será la Fiordiligi en el
Così fan tutte metropolitano. Tiene un timbre muy bello y un agudo atractivo y bien proyectado, pero alguna dificultad en el grave y detalles técnicos por pulir (en italiano su fraseo es muy deficiente, canta las vocales que le da la gana, en polaco quién sabe). Si trabaja un poco y añade algo de garra a sus interpretaciones (carencia constante en los cantantes americanos jóvenes) podemos estar ante una cantante muy interesante. El sábado empezó algo fría, pero su dúo con el tenor y, sobre todo, su escena final, resultaron muy convincentes.
El resto del joven reparto operó a un nivel algo inferior, con voces algo grises y sin mucho pulimiento, pero con entrega y entusiasmo. Destacó entre ellos
Miles Mykkanen como Jontek, una voz clara y atractiva que estuvo a la altura en su bella aria del cuarto acto. Menos interesantes el barítono
Aubrey Allicock como el noble Janusz y la mezzo
Teresa Buchholz como Zofia (que tenía que sacar partido de su intervención en el primer acto pero participó en la frialdad general en el arranque de la ópera y se quedó en una actuación bastante poco reseñable). Buen trabajo del coro.