3. Un libro gordo: Nicholas Nickleby, de Dickens.
Hay libros gordos que sólo lo son en apariencia; por ejemplo, es obvio que de las 40.000 páginas de un volumen de Tom Clancy sobran la mayoría, pura grasa, y de eso se da cuenta hasta la mosca pelma que se posa en la página que estamos leyendo.
Hay libros gordos que lo son porque realmente contienen muchas cosas de valor; ideas, personajes, un mundo. Recomiendo aventurarse en un Dickens de juventud, relativamente menos conocido. La vida y aventuras de Nicolás Nickleby. Es un folletín por entregas, sin una trama especialmente bien dibujada, en el que peripecia inverosímil sigue a peripecia inverosímil y Dickens empieza a elaborar su visión romántica (vale, los amores del protagonista pueden hacerse algo cansinos). Pero la frescura cómica del autor es tremenda en estos sus primeros libros, las peripecias, al fin y al cabo, atrapan la curiosidad del lector y hay un desfile de personajes de fábula como en casi ninguna otra novela de Dickens: el señor y la señora Crummles y su "infant phenomenon", los gemelos Cheeryble, el matrimonio Mantalini, la anciana (50 añazos la contemplan) señorita La Creevy, la monstruosa familia Squeers... Y, aunque el libro es gordo, se puede leer casi como una larga serie de estampas cómicas. Así que es un falso libro gordo, un libro con disfraz de gordo.
En principio iba a recomendar uno de los grandes libros que tanta gente no lee, y es una pena; la Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano, de Gibbon. Pero hay un problema inicial con las versiones que existen en español. Y, además, al recomendar un libro my grueso, tampoco se trata de causar estrecheces en el apartamento, ni de hacer gemir inquietantemente las ballestas de un añejo coche, así que fuera.
|