El complejo del Palau de les Arts cuenta con dos espacios magníficos en cuanto a su utilidad e idoneidad así como características técnicas, la sala principal y el pequeño Martín y Soler y uno desastroso, el inútil auditorio incómodo y de acústica penosa que se encuentra en la chepa del edificio principal, que es que tiene trencadís a modo de caspa (por eso se cae). Este auditorio no previsto debería clausurarse o dejarse sólo para mítines, curaciones multitudinarias o conciertos de OBK. Y los conciertos y óperas que los bajen a la sala principal, y ya que la tienen vacía, que la usen.
Pues en un día bochornoso en el que los pájaros mueren de calor a la sombra de una sombrilla me encaminé a ver otro coñazo importante de los que a nuestro amigo Fabio Biondi gusta tanto de recuperar. Tengo buena preparación para el calor extremo de serie, ya que cuento con 7 años de experiencia laboral en los Monegros cuando el aire acondicionado era un lujo y el ventilador estaba entre los cinco mejores inventos de la historia de la humanidad (luego vino la wii). Además ya disfruté, perdón, padecí de un Tristán en el dichoso auditorio, versión concierto, con el petardo de Jay Hunter Morris, un 28 de junio en el que se demostró que los milagros existen ya que sólo feneció por deshidratación un 30% del aforo. No puedo tampoco olvidar que mis compañeros del círculo de ópera valenciano me traicionaron vilmente y me dejaron completamente sólo, y eso, a un amigo, no se le hace, leñe.
Pues eso, barroco mucho más corto que Tristán, y yo sin pantalón corto ni chanclas (que en ocasiones como esta no sólo no son falta de decoro, sino dress code). Tengo que reconocer que no estuvo tan mal como intuía ya que el aire acondicionado funcionó convenientemente (sólo calleron tres, guiris todos) y la música tuvo momentos de auténtica belleza.
La obra cuenta con un preludio orquestal muy bonito y un par de arias de la soprano y una de la mezzo auténticamente hermosas y el resto de lo cantado me pareció muy apreciable. Por el contrario, los recitativos son, a menudo, excesivamente largos y suenan como la mayoría los recitativos de óperas barrocas. Yo creo que son intercambiables, si se te olvidan los de una obra, puedes utilizar los de otra.
Se representó en versión concierto semi escenificada, es decir, la reducida orquesta en medio, los cantantes vestidos para la ocasión, unas escaleras, una pasarela, una cortina y un cuchillo. Total, para lo que hay que actuar, más que suficiente. En la obra no pasa nada, no hay trama. Pero nada de nada menos los últimos cinco minutos. Todo el rato es algo así: ¿Me quieres? Te quiero. ¿Y tu padre? Huyamos. ¿Me quieres? Te quiero. ¿Y tu padre? Huyamos. ¿Me quieres? Te quiero. ¿Y tu padre? Huyamos. Y así sucesivamente.
Menos mal que al menos cuenta con un final muy divertido: Píramo, que es un poco lerdo, cree que Tisbe se ha muerto no se por que. Indicios hay muy pocos y evidencias ninguna. Coge un cuchillo jamonero que está escondido donde se sienta el coro y zas! Se suicida. Llega Tisbe y al ver el percal se entristece, coge el cuchillo jamonero y sin limpiar la sangre ni nada (Y el sida que!!) zas! Se suicida. Yacen los dos muertos, el uno encima del otro (literal, no es una de mis exageraciones) y llega el padre, que cantar no ha cantado nada, pero dar por saco todo lo que ha querido, y al ver a su hija muerta dice: le he dado demasiado por saco “y ahora quién me hará de bastón donde apoyarme en mi vejez” (literal de nuevo). Y como no hay bastón, tampoco hay vejez, coge el cuchillo jamonero y sin limpiar tampoco la sangre…zas! Se suicida. Este no se suicida encima de los otros dos, sino al lado, yo creo que por dar por saco.
Cómo sólo queda ya el cuchillo jamonero y este no sabe cantar, se acaba la obra.
La orquesta, dirigida magistralmente por un Fabio Biondi esta vez sí, en su salsa, con el violín en la mano, como a él le gusta, sonó muy bien, dentro de un estilo barroco en el que a fuerza de insistir Don Fabio, va a acabar siendo referencial. Biondi mimó a los cantantes consiguiendo el milagro de que los escucháramos y de que las mini voces fueran audibles. Gran mérito el de FB.
Tisbe, que es quien más canta, fue Valentina Farcas. Dudé en un principio si no le oía mucho por cuestiones de poco volumen y floja emisión o por la nefasta acústica de la sala. En cualquier caso, su voz era bonita y adecuada para el barroco y en sus dos arias (ni idea de cómo se llaman) brilló con volatas y escalas hermosas y abriendo el vibrato a menudo para convertirlo en un trino, consiguiendo efectos muy bonitos. Además reguló en alguna ocasión, con buen gusto. Pena de mini voz.
Píramo fue Vivica Genaux. Dudé en un principio si no le oía mucho por cuestiones de poco volumen y floja emisión o por la nefasta acústica de la sala. Aún se le oía menos que a Valentina. Su aria “Fuggiam dove sicura” (esta si me la sé porque sale en youtube), no estuvo mal, aunque me pareció más floja que la Farcas. Otra mini voz.
El padre apenas canta, sólo da por saco. Fue el flojo tenor Emanuele D’Aguanno.
Lo dicho, voces a las que hasta el Martin y Soler se les queda grande, pero que, gracias Biondi, pudimos escuchar y paladear en una jornada que fue, francamente agradable.
Ahora bien, en el coche volviendo a casa tenía puesto los Capuleti de Aragall, Scotto y Pavarotti con Abbado y que queréis que os diga, para mí, eso es otra cosa. Será por el aire acondicionado.
Saludos
Última edición por Mandryka el 16 Jun 2017 14:39, editado 4 veces en total
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