Rigoletto, G. Verdi. Opera National de Paris, Bastille, 27 de mayo de 2017
Por segundo año consecutivo sube a las tablas de Bastille la producción que la temporada pasada, 2015-2016, firmara Claus Guth y estrenada en abril de 2016. Con un reparto totalmente distinto del que desgrano lo siguiente:
Kwangchul Youn notable como Sparafucile de timbre oscuro y tenebroso de lo que se suele escuchar para este papel, y que en cambio apenas se le oyó el Fa1 que remata el dúo entre él y Rigoleto del acto I. Elena Maximova como Maddalena sin mucho interés vocal y solo destacable en la vertiente cómica que Guth le impone en su cometido escénico.
Vittorio Grigolo de timbre bello, color muy mediterráneo en la voz, agudo fácil y bien proyectado pero siempre en forte y mas atento a la exhibición de medios que a la interpretación. Muy adecuado su metrosexual aspecto con la propuesta de Guth para el Duca en la que el narcisista y petulante protagonista le va al pelo al tenor italiano.
Nadie Sierra con una buena exhibición de medios, correcta técnica, voz fresca y juvenil, musical, con acentos y buen fraseo; timbre que recuerda al de Renata Scotto y que, al igual que ella, el registro agudo tiene cierto toque agrio que afeaba su completísima interpretación. Loable su "Caro nome" muy academicista en el que mostro un buen arsenal de ornamentaciones que enriquecieron su mayor momento de lucimiento.
Zeljko Lucic en un rol que ha paseado por medio mundo y por el que mas se le identifica, a mi, en cambio, me dejo totalmente indiferente. Bien cantado, es cierto, con agradable voz de barítono lirico aunque en el tercio agudo algo titubeante (de hecho omitió el agudo que corona el "Pari siamo" y el que la tradición impone en el "Cortigiani"; también racanaeo Grigolo el agudo final de la cabaleta "Possente amor"), pero ni había bufon, ni había padre, ni había rabia ni había nada de nada. Ni emoción ni garra; una sosa y contenida aparición en el "Lara, lara, lara", con un descafeinado "Cortigiani" en el que la profundidad expresiva debe explotar ante la indiferente pasividad de los acólitos del sátrapa Duca. Todo bien cantado pero nada mas que eso.
La dirección musical de Daniele Rustioni me pareció fascinante resaltando los contrastes y la teatralidad de las escenas, tenebroso en el dúo entre bajo y barítono del primer acto, introspectivo en "Pari siamo", con un lirismo desbordante en el duo Rigoletto Gilda y Gilda Duca, festivo y pachanguero en la primera escena del acto I......y, sobre todo, en un magistral "Cortigiani vil razza dannata", frenético y contrastado en el que las cuerdas iban dibujando olas de creciente desesperación para rematar en un remansado andante en la plegaria ante la petición de piedad del bufón.
La producción de Claus Guth nos presenta un sosias silente del jorobado (sin apéndice deforme en esta escenografía) que una cajita que porta consigo guarda los recuerdos de su atrezzo como bufon, y del vestido ensangrentado de su hija, y que en toda la representación deambula sobre el escenario. Toda la escenografía es una inmensa caja de carton en la que se desarrolla la acción y que sirve como pantalla para videos siempre de una Gilda niña alegre y festiva; son todo los recuerdos que martirizan al protagonista sobre como se gesta y deriva el dramático final. El momento mas hilarante se desarrolla en la posada de Sparafucile transformada en un teatrillo de variedades en donde seis bailarinas con plumas y boas de marabú con una coreografía propia del Folies Bergére o el teatro de Manolita Chen, con una Maddalena como maestra de ceremonias vestida de Betty Boop con fusta y chistera tientan al Duca a los placeres carnales mientras este esnifa cocaína y nos deleita con “La donna é mobile”.
Publico excesivamente generoso que aplaudían absolutamente todo, aunque hay que decir que disfrutaron como indios: tarde abrasadora en Paris con 34 º y una humedad altísima en la que la climatización del inmenso teatro no daba abasto para refrigerarnos como hubiera sido lo adecuado.
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