Me perdí, en su momento, la flauta mágica de Kosky/Andrade en el Real y en el Liceo, pero leer, leí. Fue criticada duramente por unos y ensalzada, en cambio, por otros, y eso provocó que le tuviera ganas. Y por fin en la Komische de Berlín, donde es obra de repertorio, pude, por fin, disfrutar de esta maravilla salida del genio de Mozart.
Berlín, esa ciudad de obras constantes y eternas, que te hace congraciarte con la inutilidad patria y te derrumba el mito de la eficiencia alemana, cuando ves que todo está en obras y duran y duran… No hay más que interesarse por su nuevo aeropuerto (y verás cómo se sonrojan), o por cuando acabarán la rehabilitación de la Staatsoper, o como me ha pasado en este viaje, por las obras de la rehabilitación de la sala del Altar de Pérgamo, comenzadas en el 2014 y previstas para la apertura de la sala en el 2020!
Pero Berlín es también esa ciudad con sus tres maravillosas óperas, con una oferta apabullante, y en la más moderna, la más arriesgada, la modesta, la preciosa y pequeña Komische vi esta Zauberflöte, que es donde mejor se puede ver porque es para dónde se concibió. Y lo es por tamaño de la sala y de la caja escénica, que unidos a que la orquesta y los cantantes se la saben de memoria de lo tanto que la han interpretado, hacen redonda la representación berlinesa. Además, con el precio de la entrada, a una quinta parte del de Madrid o Barcelona, sale más barato ir a Berlín que a Barcelona o Madrid. No pude saludar al Schwager de Rostock (que es como el Ferrol de aquí) y acredito que el de las chanclas, en la Komische, va de pijo. Si aquí viene uno con corbata lo echan por provocador.
La flauta mágica, esta pequeña maravilla de Mozart, se presta, como ninguna otra obra, a que le den la vuelta, le cambien los colores, la pongan boca abajo, y la presenten como algo completamente distinto. Es la obra idónea para probaturas, para puestas en escena arriesgadas. Es un cuento de hadas único y que con sus rareza e incoherencias argumentales se presta para hacerla para niños, para que Bergman haga con ella una película en sueco, para que Kenneth Branagh haga con ella una película en la primera guerra mundial??, etc….
Y en Berlín los amigos de 1927 con el otro intendente/escenógrafoqueseprogramaasimismo (ya llevo varios este año) han hecho una propuesta distinta, ya explicada una y mil veces, y como he dicho, denostada por algunos, alabada por otros, que a mí me encantó. Y eso que no soy muy amigo del Konzept.
Es divertimento en estado puro, un espectáculo espectacular. Vale, es un show con música más que una ópera como manda la costumbre, pero aquí, en la Komische, la música fue la soberbia música de Mozart muy bien interpretada y muy bien cantada. Funcionó y me encantó.
Insisto en no explicar en qué consiste la puesta en escena, ya que los hilos de las representaciones madrileñas y de las barcelonesas lo explican con detalle.
Los intérpretes, todos del cuerpo estable de la Komische:
La dirección musical corrió por parte del Hendrik Vestmann, que aunque no es el excelente Henrik Nánási (al que espero con impaciencia en el Werther de Valencia), es director habitual en la Komische. Dirigió con agilidad y precisión. No se notó el que el ritmo lo fijase la escenografía. Es más, yo creo que las proyecciones deben de tener algún mecanismo de ritardando y accelerando para sincronizarse con la música que me pareció que era la que mandaba. Todo funcionó como un reloj. Además, el saber hacer de la orquesta y su experiencia flautil ayudaron a que sonase y se viese estupendamente.
Tamino fue el turco Tansel Akzeybek. Con voz lírico ligera, algo florezida, cantó bonito y a su vez con timbre varonil. Cierto que tuvo que calentar algo su voz ya que empezó un poco desaborío, pero prosiguió francamente bien. Un interesante Tamino.
Pamina fue la excelente Brigitte Geller. La mejor de la noche. Timbre luminoso, proyección extraordinaria, emisión libre. Algún pero en algún agudo algo chillado. Cuando tuvo que ser intima, en el aria del estornudo “ Ach, Ich” (no es mío, es de Tip), lo fue con gusto y emoción en las regulaciones. Brava.
La reina de la noche fue una más que correcta Olga Pudova. Elegante canto y notas precisas en el lucido papel de madre de Pamina.
Sarastro fue Bogdan Talos. Bien. Rotundo, serio, con voz de buen recorrido y hermosos armónicos.
Papageno fue un gracioso Dominik Köninger. Con dominio de la actuación y un papel muy agradecido, el Buster Keaton de turno actuó de forma precisa y cantó, aunque algo peor, de forma convincente.
Monostatos fue Ivan Tursic. Aunque fue muy aplaudido, para mí fue el más flojo de la noche. Atropellado, falto de agilidad y de timbre plano.
El resto del elenco más que aceptables, destacando a los tres niños que me brillaron con luz clara y potente, a pesar de tener que vencer al vértigo, al encorsetamiento escenográfico y a la pinta de repipis que les tocó lucir.
Salí, como casi todos, encantado de la vida.
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