Lo mejor de lo que llevamos de temporada, una buena tarde de ópera la que hemos tenido en esta función del 12 de febrero.
Billy Budd es uno de los títulos más famosos de la producción de Benjamin Britten. Es uno de los títulos más fascinantes del siglo XX por varias razones: una obra únicamente de hombres, con una historia traída de una obra de Melville con un tema tan vigente como la candidez y la bondad siempre derrotadas por la envidia y la mediocridad que provocan la injusticia y el mal. Billy es la bondad absoluta, la generosidad que emociona y el optimismo en ambientes tan horribles como un barco de guerra. Y la antítesis es su enemigo Claggart, un ser amargado y obsesionado con él hasta tal punto de querer destruirlo. Pero también se siente extrañamente atraído por sus encantos. La homosexualidad es un tema imprescindible en la obra de Britten, y podría mostrarse en tres variantes argumentales: el deseo y la fascinación que produce Billy, el deseo visceral a camino entre la lascivia reprimida bajo una capa de admiración y la envidia destructiva de Claggart; y finalmente la admiración incondicional de Vere que se resiste a ver la caída de su admirado joven. Incluso una cuarta: esa entrega incondicional de Billy hacia su capitán que daría la vida por él, en una declaración que va más allá de la lealtad militar.
Britten ha evolucionado respecto de su obra magna Peter Grimes, en el sentido de que su música es más intimista aunque no pierde un ápice de espectacularidad. Pero si en Grimes la partitura es una epopeya musical y rezuma un dramatismo a la altura de los grandes títulos trágicos del repertorio, Billy Budd seduce de otra manera. La música es muy psicológica a la vez que dado el ambiente en que transcurre es también sombría. La primera es más sinfónica y opulenta, ésta es más bien teatral. Y esta forma de componer historias de hombres cuya psicología está llena de aristas seguirá evolucionando hasta el nihilismo final de Death in Venice.
La escena inicial (y final) donde el capitán Vere reflexiona sobre la historia que vamos a presenciar se abre con un evocador acompañamiento de cuerdas que nos hace entrar dentro del atormentado personaje. La música es maravillosa: los coros son impresionantes, y los interludios bellísimos: por ejemplo los que preceden a las escenas de Vere o el espectacular (para mí lo mejor de la obra) interludio previo a la escena segunda del acto segundo con la divertida escena coral "Blow her Away", la escena de Claggart en solitario cuyas maldiciones y blasfemias tienen similitudes (no sólo de personaje) en Yago o Alberich. o todo el cuarto acto , con el triste monólogo inicial de Billy sobre cómo será su muerte como un momento de pura emoción (con esa sucesión de una cuerda de un intimismo elegíaco replicado por la flauta, una obra maestra) que a veces me recordaba su colega tenoril Cavaradossi; y de ahí imparable hasta el final. Una música con mucha fuerza que consigue cautivar.
La producción de Deborah Warner ha sido un auténtico éxito y es de lo mejorcito que se ha visto en el Real en los últimos años. La directora ha conseguido con un montaje aparentemente sencillo reflejar el ambiente marítimo sin que ello distraiga la atención sobre los sentimientos de estos sufridos hombres.
El escenario está cubierto de un bosque de cuerdas que cuelgan de andamios sobre los que caerán velas sobre el suelo de madera blanca que nos recuerdan el barco en el que transcurre la historia. No hay decorados, sino iluminaciones que nos evocan al mar y sus vaivenes, así como el día y la noche de esta nave en medio de las aguas. Todo un ambiente opresivo. Cuando empieza la obra hay un hombre sentado en una esquina, y Vere aparece en medio de la oscuridad reflexionando sobre la historia, como ya se dijo antes. Por supuesto, es evidente que este montaje no tiene nada de purista y para muestra el vestuario moderno del capitán y el resto de su tripulación. Sobre esta plataforma tienen lugar los cambios de escena y no puede mencionarse nada que no sean aciertos: Las escenas en los aposentos de Vere tienen como fondo un bellísimo azul oscuro en el segundo acto, y milagrosamente esa plataforma escénica se levanta para llevarnos a los de los marineros y sus míseras hamacas, primero iluminadas mientras los marineros juegan y cantan para luego oscurecerse en el momento en que van a dormir. Uno llega a creerse que ahí hay un barco. Con el tema de la homosexualidad antes mencionada, me ha sorprendido un momento del montaje en el se ve un juego en el que Billy es atado y vendado en una escalera y algunos compañeros le meten mano, incluso le llevan a un joven de aspecto delicado y femenino vestido de mujer que le acaricia el pecho, causando en el vendado Billy una sonrisa pícara hasta que se quita la venda.
En el acto tercero tiene lugar el momento más espectacular cuando llega el navío francés ya que la plataforma se mueve de arriba abajo sugiriendo que hay zozobras en cubierta mientras hay una gran agitación y llega el humo de los cañonazos. La escena inicial del acto cuarto es igualmente brillante: La plataforma se levanta de nuevo y se oscurece el escenario salvo por una penumbra mientras un Billy tumbado en el suelo entona derrotado su monólogo en un ambiente que nos introduce en su reclusión.
Y sin embargo para mí el mejor momento tiene lugar en el final: Billy tras ser condenado y despedirse de todos sube por las escaleras que hay en el escenario hasta perderse su vista, como si en lugar de caer al mar subiese a los cielos. Entonces la plataforma escénica se levanta en parte pero lo suficiente para tener a los superiores encima, y es en ese momento cuando los marineros enfurecidos por tanta injusticia mueven esa plataforma completamente amotinados hasta que vienen los represores guardias y restablecen el orden. Aterrador y conmovedor.
Ivor Bolton ha logrado un trabajo espléndido con la orquesta, a la que ha sacado el mejor sonido posible. Ya al comienzo las cuerdas sonaron maravillosamente (algo raro en nuestro Real) y el viento igualmente espectacular, por ejemplo en la escena del interrogatorio o en algunas escenas de Claggart que tienen una música muy destacada para esta sección. Magnífico sonido en los interludios y buen concertador en el monólogo de Billy. Este repertorio le es muy afin y se nota.
Jacques Imbrailo es un destacado intérprete del trágico Billy. Tiene tablas y un físico adecuado al rol. Pero la voz si bien es buena, ligeramente bella o decente; el volumen sin ser pequeño no es todo lo grande que desearía. O quizá no lo necesite. La interpretación es bastante creíble, especialmente en el lado generoso y optimista del personaje.
Toby Spence es otro destacado intérprete britteniano y su interpretación de Vere es impecable aunque su digna voz sea más pequeña que la de Imbrailo, lo que ya es decir. Su estilo se encuentra en la escuela britteniana que empezó Peter Pears: tenores de carácter que tienen roles protagonistas de hombres complejos y atormentados, que suponen un reto para sus voces que no son tan feas como los demás roles de su categoría en el repertorio. Spence supera esa prueba dignamente y da una interpretación de un Vere que adora a Budd y sufre por su pérdida.
Sin embargo la sorpresa de la noche fue el Claggart de Brindley Sherratt. Impresionante voz de bajo con un volumen gigantesco que se dejaba oír bien en todo el teatro. Es cierto que si se va muy arriba puede rozar el ladrido pero es conveniente al personaje. Y su interpretación es la de un ser perverso y amargado que dada su mediocridad no puede permitir que nada pueda superarle o brillar más que él. Claggart es uno de los grandes villanos de la ópera y la gigantesca voz de Sherratt consigue que uno se quede paralizado, aterrado en su butaca. Su escena en el segundo acto fue memorable tanto por cómo cantaba y por cómo actuaba. Incluso antes de morir en el acto siguiente me daba miedo ver cómo se acercaba con una sonrisa malvada y desafiante a Billy antes de que éste le diese el puñetazo mortal. Una actuación para el recuerdo.
Del resto de solistas,Thomas Oliemans ha sido un gran Redburn, Clive Bayley hizo un tosco Dansker con una voz aseada,Sam Furness como el novato tenía una destacable voz de tenor de carácter al servicio de una excelente y conmovedora actuación, el veterano Francisco Vas aún en buena forma fue un Squeak intrigante, Tomeu Bibiloni cantó bien al malvado segundo de a bordo.
El coro estuvo en su habitual excelencia. Ya me sorprendió su capacidad para cantar sombríamente el coro inicial "O heave, o heave away" o el gran "Blow her away" en el segundo acto.
Una función exitosa. El teatro estaba casi lleno. Y lo mejor es que he podido ver momentos emotivos en la función, algo que no se veía en este teatro desde hacía meses. El Real ha acertado de lleno con este montaje que es de lo mejor que se haya visto en la nueva era Matabosch.
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