Envuelto en una niebla ilerdense, es decir, tan espesa que ni se ven los semáforos, llegué por los pelos, con un tráfico infernal, a la hermosísima e incomodísima ópera de Zurich para disfrutar de una extraordinaria función de ópera.
I puritani es una joya en estado puro. Es un flujo continuo de melodías soberbias que componen un todo indisoluble aunque formado por partes con entidad propia. Las arias, los coros, los duettos, los tríos, la escena de locura y los concertantes fluyen con una belleza sublime que anonada, que atonta los sentidos. Es una obra maravillosa.
Además, si es interpretada por buenas voces, como fue el caso, y en la pequeña ópera suiza, con una acústica increíble en la que se oyen las pisadas, el resultado es excelente.
La sala estaba llena de gente más elegante que en otros lares que se peleaban con su asiento para intentar que les cupieran sus piernas (con lo altos que son los gachós por aquí) o para intentar no codear el hígado de la vecina o no introducir la cabeza en el sobaquillo del vecino. La disposición de las butacas (más bien sillas) está concebida en configuración Iberia: más asientos de los que caben y más apretados de lo que marca la decencia. Yo tenía a mi vera un pobre anciano, de esos delgaduchos pero que rozan los dos metros de altura, que se colocaba hacia un lado, hacia otro y de medio lado para encajar sus piernas por lo que en la mayoría de los casos, pegaba su espalda a mi hombro que le sirvió de descanso, hasta que no pudo más y prefirió seguir de pie apoyado en la columna, eso sí preciosa columna con musa esculpida.
El resultado de las voces debe tener en cuenta que las diminutas proporciones de la sala permiten una cercanía de los cantantes que no se da en otros teatros, por lo que puede que mis conclusiones no sean universales, aunque creo que sí que son homologables para salas de mayores dimensiones-
Los cuatro protagonistas estuvieron sobresalientes, pero sobre todo la pareja principal.
Arturo fue Javier Camarena. Qué decir de Camarena, que canta maravillosamente y que, probablemente sea el mejor Arturo de la actualidad. Tiene más cuerpo, más centro y más volumen que JDF, y este papel le encaja mejor. Fraseo impecable, timbre luminoso, notas certeras y hermosísimas, agudos bien colocados, intención, belleza y emoción. Regula con gusto y confiriendo sentido al canto. Vamos una gozada. Precioso en el concertante (que no aria) A te o cara, en A una fonte afflitto e solo, pero sobre todo en dúo Fini...me lassa con un vieni, vieni espectacular. El final con el cuarteto Credeati, misera! también hermosísimo. Sin Fa, pero hermosísimo. Vamos, todo bien ( si nos olvidamos del dichoso Fa4).
Elvira fue una desconocida Zuzana Markova. Atención a este nombre, hay que seguirlo, estuvo extraordinaria. Enorme sorpresa. Yo andaba con un cabreo del siete porque sustituía a la anunciada Nadine Sierra y sorpresón. Alta y delgada como su madre, tiene una voz rotunda y bella, segura en las agilidades, certera en unos agudos que se oscurecen y que lanza como dardos, con el sentimiento de quien sabe lo que canta y todo eso transmitido al público que lo recoge y se lo queda y se lo gana y una vez en el bolsillo lo maneja y lo lleva por donde ella quiere. La más aplaudida. Además actúa de forma convincente ya que vive el drama. Muy bien en el concertante de felicidad Son vergin vezzosa y en el de desconcierto Oh! vieni al tempio pero, sobre todo sensacional en la escena de la locura. Y transmitiendo eso, alegría, desconcierto, o locura de forma completamente creíble. La pena es la estupidez del regista en la escena final, pero bueno, ya iremos a eso más tarde. No sé si porque no me lo esperaba, por lo reducido de la sala o porque es un fenómeno, pero la Markova, que canta mucho en La Fenice y en el Massimo de Palermo, a la par que obras de esas raras pero muy interesantes, me encantó.
Giorgio fue Michele Pertusi. Con voz entubada y cubierta y con menos volumen que sus compañeros, sin embargo sabe de qué trata esto y cantó con elegancia y cantó bien.
Riccardo fue Geoge Petean, que tiene una voz más clara, menos mate que Pertusi, que no falla en los agudos y se le fue oyendo y lo fue haciendo bien, con corrección.
Pero cuando cantaron juntos...hay, cuando cantaron juntos. En el largo dúo del final del segundo acto, se vio la voz de Petean más nítida que la de Pertusi, más limpia y con más pegada, pero Pertusi cantó mejor. Y se vio una gran diferencia que quien canta y quien canta bien. Al compararlas me gustó más, me llegó más, me emocionó más Pertusi que Petean. Petean es un esforzado de la ruta. Pertusi un artista.
Para acabar con el reparto, los tres co primarios fueron Otar Jorjikia como Sir Bruno Robertson, Diana Haller como Enrichetta di Francia y Stanislav Vorobyov como Lord Gualtiero. Correctos.
El coro de la ópera de Zurich excelente y la Philharmonia de Zurich en manos del barcelonés Enrique Mazzola, sonó como grandes músicos tocando en una banda de pueblo. Tempos acelerados, sonidos montados y destemplados y mucho chim pum. Aunque si, parecía que los músicos sabían que tocaban. ¿El maestro? No sé.
Y terminaré con el Juan Palomo de los alpes, que aquí también tiene al intendente/regista que se programa a si mismo. Andreas Homoki. La diferencia con mi querida Valencia es que la temporada de Zurich tiene programadas 31 óperas, la mayoría de ellas con excelente intérpretes, pero Homoki se ha contratado a si mismo en ¡7 de ellas!. Manda güevos.
Homoki compuso una puesta en escena (la misma que el año pasado interpretaron Pretty Yende, Lawrence Brownlee y Fabio Luisi) difícil de describir. Lo intentaré.
En lo que es escenario, nada de nada. Eso si que es una puesta en escena barata. Sin embargo, la dirección de actores es compleja, elaborada, detallista, con sentido y con mucho trabajo detrás.
En el escenario hay un cilindrín que gira y que ocupa prácticamente todo el espacio en la diminuta caja escénica de Zurich. El canuto en cuestión tiene una obertura equivalente a uno 100º o 120º de tal forma que cuando tiene que salir gente, coro y figurantes, mediante el giro el canuto está abierto. Que cantan sólo uno o varios de los cantantes principales, el cilindro está cerrado, dejando un espacio muy reducido. Por ello, el único juego es la velocidad de giro, las revoluciones por minuto y cuando tiene que acelerar, como en Son vergin vezzosa se oye el motor de giro y queda muy mal. Dentro del canuto, nada, unas sillas y a veces unas velas. Vamos, nada. Se puede ver, si no se me entiende, el Trailer en Youtube, aunque ahí aun parece más de lo que es. El vestuario es clásico de puritanos de época y sin alteración durante la obra.
La dirección de actores muy trabajada, muy bien interpretada, con mucho sentido, que permite meterse en la obra, que llega a emocionar pero con cuatro (sobre todo uno) momentos de brutalidad que pueden llegar a molestar ( a mí sólo me molestó el último).
El primero es al comienzo. Al compañero de la Reina que no se sabe si representa el Rey o un lacayo, lo apresa el coro, lo atan y lo decapitan, tirando su cabeza al suelo, para a continuación desnudar a la Reina dejándola en enaguas y Sir Bruno se la lleva a un rincón y la viola. A mí no me molestó. La brutalidad de la guerra, pensé.
El segundo y tercero son durante la escena de la locura, que aparecen dentro del cilindro señoras ahorcadas y una pila de cadáveres de señoras y sobre el montículo que forman baila Elvira. No sé porque sólo hay damas y no caballeros. No me molestó demasiado. Alucinaciones de la locura, pensé.
Pero la última escena sí que me molestó. Tras la derrota de los estuardos, Arturo es perdonado. Al pobre lo tiene atado y cuando lo van a liberar, Riccardo se niega, lo decapitan y le tiran la cabeza a Elvira, que canta el final Ah, sento o mio bell'angelo con la cabeza de Arturo entre sus manos. Ahí ya no hay ni respeto a la obra ni sentido.
En fin, registas plenipotenciarios.
Apesar de los pesares, la representación fue maravillosa.
VIVA BELLINI!
Saludos
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