Richard Wagner: Tristan e Isolda - Sir Simon Rattle, Mariusz Treliński - Tristan: Stuart Skelton, Isolde: Nina Stemme – Brangäne: Ekaterina Gubanova – Kurwenal: Evgeny Nikitin – Rey Marke:René Pape
Arrancó por fin la temporada del MET. Una temporada con cerca de 200 funciones donde podremos ver seis producciones nuevas y veinte reposiciones en el quincuagésimo aniversario de su llegada al Lincoln Center, y que culminará con la gala del 7 de mayo a la cual bastantes foreros han “comunicado su asistencia”.
El título elegido, Tristan e Isolda, no era elegido para una noche de apertura desde hace casi 80 años y el MET cuajó un elenco acorde a la ocasión. En primer lugar, la batuta corresponde a Sir Simon Rattle, quien solo había pisado su podio en 2010 con “Pelleas y Melisande”. La dirección escénica corresponde al polaco Mariusz Treliński, triunfador hace dos temporadas con Iolanta y el Castillo de Barbazul. Los cantantes dentro de la primera división del panorama wagneriano actual: Nina Stemme, Stuart Skelton, René Pape, Eugeny Nikitin y Ekaterina Gubanova.
Y como siempre, gozos y sombras. Lo que a priori se esperaba una representación triunfal con esos mimbres se quedó entre una buena noche y una gran noche en función de si vemos el vaso medio lleno o medio vacío. En cualquier caso no fue una noche memorable, aunque dados los vítores finales, el público no estuvo muy de acuerdo conmigo.
En primer lugar porque la escena, que tuvo ideas interesantes e incluso brillantes, le ocurrió lo que muchas veces. Que apunta, que apunta, pero que no remata. Es una producción MUY oscura como tristemente hoy es habitual. A cambio el buen gusto de no ir por la cultura “feísta” tan extendida últimamente. Es muy atractiva visualmente y en general respeta el espíritu de la obra. El trasladar la historia a un barco de guerra actual no tendría mayor importancia ya que los escenarios creados por Boris Kudlicka, el escenógrafo habitual de Treliński funcionan en mayor o menor grado en los dos primeros actos, salvo por el tema tristemente habitual de los compartimentos estancos de los camarotes que reducen el gran escenario del MET a pequeños cubículos con lo pernicioso que es para la voces el cantar desde tan atrás. Hay algunas licencias como el asesinato sumario con pistola de Morold pero como ya he dicho funciona.
Las imágenes proyectadas a través de un sonar nos dan una suerte de realismo atractivo. El encuentro de los amantes en el segundo acto ocurre en el puente de mando, pero tras el primero de los avisos de Brangane, nos baja a la superficie donde termina el dúo y aparecen el Rey, Melot etc. Afortunadamente, ahí desaparecen los cubículos, el escenario se abre en toda su amplitud, y el sonido fluye homogéneamente por todo el teatro.
El problema surge en el tercer acto, donde como el tema del barco ya no tiene sentido, Treliński nos traslada a una habitación de hospital donde la presencia de un crío evoca la infancia de Tristan. Ahí como ya no sabemos cómo salir, el truco fácil de oscurecer por completo el escenario. Así que nos perdemos toda la entrada de Marke cegados por linternas que apuntan al público y finalmente Isolda aparece desde un lateral del proscenio para cantar la Liebestod.
Habrá a quien le guste y a quien no. En mi caso me reitero en lo comentado. Esta es la cuarta producción de Trelinski que veo, y está muy por debajo de la Iolanta y el Castillo de Barbazul de hace un par de temporadas. Pero también es verdad que muy por encima del Rey Roger del Festival de Edinburgo del 2008 y sobre todo del truño de la Manon de La Monnaie de Bruselas de 2013, mi primera reseña en este foro.
Musicalmente la función fue bastante extraña y con un nivel muy discutible en el primer acto, donde ni Sir Simon, ni la orquesta, ni siquiera Nina Stemme estuvieron. Rattle y los músicos de la orquesta parece que pensaron que la obra es larga así que pasaron por el primer acto como quien pasea por Central Park en una tarde de calor. A la orquesta le oí pifias que jamás le había oído y el discurso musical fue entre lánguido y directamente caído. En el primer intermedio algo debió pasar porque ya desde las primeras notas del segundo se vio que estábamos ante completamente distinto. La orquesta empezó a sonar, y Sir Simon, a su labor de orfebre, le sumó la consistencia necesaria para completar un segundo acto de altísimo nivel, terminado por un tercero igualmente de primera. Excepcional la labor del borícua Pedro R. Díaz, solista de corno inglés de la orquesta y que años atrás fue miembro de la Sinfónica de Galicia. Un lunar. Hubo un corte en el duo del segundo acto. Desconozco el por qué.
Nina Stemme fue una completa sorpresa. Es habitual que las Isoldas se reserven un poco en el primer acto. Pero lo que hizo el otro día fue algo más que una reserva. Fue una práctica ausencia hasta que se bebió el filtro de amor. De hecho fue tapada en la primera parte por su compañero de reparto y tuvo momento en que sencillamente, la voz no le corría. Todo cambió al igual que el caso de Rattle en el segundo acto. La última Isolda que la vi, en mayo de 2014 en Berlín, estaba mal de la garganta (lo anunciaron por megafonía) y aunque aquel día el canto en mezzoforte se resintió, no así en forte donde nos dio un verdadero espectáculo. El lunes como he dicho arriba, fue toda una sorpresa ya que las tornas cambiaron. La Isolda herida y vengativa cantó tras el primer descanso de manera primorosa e impresionó mas ligando frases que en el forte, aunque como es habitual, no tuvo ningún problema en sobrepasar a la orquesta cuando la partitura lo pide. En el tercero continuó el nivel excepcional rematado por una tremenda Liebestod.
Stuart Skelton fue la sorpresa positiva de la noche. Ha pasado mucho desde sus funciones en el Merlin de 2003 donde el recuerdo que tengo de él es muy pobre. Tras eso, huí de él un tiempo y solo le había visto un Lohengrin bastante mejor en Berlin en 2008. La voz ha ganado mucho peso en el centro. Es poderosa y bien timbrada, aunque impersonal. Cantó con bastante gusto tanto en el primer acto donde superó claramente a la Stemme como en el segundo donde estando ya claramente por debajo (la diferencia entre la calidad de ambas voces es notoria), siguió dándole un réplica emocionante, salvo un pequeño accidente vocal que cortó rápidamente en cuanto el gallo asomó a la puerta, y del que se repuso con eficacia tras un par de minutos. Al tercer acto llegó vivo y aun desplegó frases interesantes hasta que el cansancio empezó a hacer mella al final. En cualquier caso una gran y meritoria labor.
René Pape volvió a ser el Marke de costumbre. Un lujazo. Mi santa, encantada y feliz porque además el traje de almirante le sentaba como un guante. Es el quinto Marke que le veo y sigue estando a un nivel óptimo. A un nivel un poquito inferior, pero poco, la Brangane de Ekaterina Gubanova a quien le puedo pone alguna pega en repertorio italiano pero no aquí. De nuevo, preciosos sus avisos, como ya comenté hace unos años de su interpretación en Gante. Además fue junto a Skelton quien mantuvo el primer acto a flote. Cumplidor el Kurwenal de Nikitin, barítono que con el tiempo y cuanto más asentado está, veo que progresa menos y que quizás sea otro caso en que dentro de unos años hablemos de lo que pudo ser y no fue.
Ovaciones ensordecedoras para Rattle, Stemme y Pape, y algo menores aunque igualmente generosas para el resto.
Creo que este sabado la dan por los cines