En una ópera que es un auténtico bombón para los que amamos el canto refinado, el legato, el fraseo, la imaginación, el canto bonito vaya, el hecho que los preludios de cada acto hayan sido lo más interesante de la noche, no es un buen punto de arranque. Personalmente, añado que era mi primer "Romeo y Julieta", ópera fantástica, de las que gustan disfrutar, pleno exponente de la rica lírica francesa y título favorito del mejor intérprete del protagonista varón de la historia (Kraus). Añado pues ese segundo punto, pero para los que ya la hayan visto en vivo y con cantantes más o menos buenos, esta versión concierto no va a suponer hito importante en su palmarés de experiencias operísticas. Me justificaré pues, ya que ante una opinión tan entusiasta que mana de alguien con tanto background y sapiencia como "tunner", uno tiene que hacerlo, admitiendo margen de error por parte de uno. El gran jarro de agua fría de la noche me lo vertió en la cabeza Roberto Alagna. Su primera aparición en el Real con una ópera (creo), y primera vez que servidor le puede ver en vivo. Con toda la prudencia del mundo, visto lo visto ayer hay tres opciones: 1/ que estamos ante un evidente ocaso de lo que fue un cantante excepcional. 2/ que patina con este papel. 3/ que ni lo uno ni lo otro: esto es Alagna y es lo que siempre fue, ni más ni menos. Prefiero pensar en cualquiera de las dos primeras opciones pues la tercera me llevaría a concluir que estamos ante una voz mínima, con agudo imposible, con cero de proyección vía armónicos, un canto lleno de trampitas, falsetitos, declamados y susurros sin sentido, una técnica y líneas nada puras, frecuente engolamiento, y para colmo de los colmos, la afinación es de dudosísimo cobro. En todo duo o número en que se juntaba con cualquier cantante, era adelantado por la derecha, por la izquierda y por el centro, no digamos con la "Julieta": los maravillosos dúos parecían juntar a Birgit Nilsson cantando "Turandot" con Luis Aguilé (grandioso, por cierto, pero se me entiende). Sí hay estampa de cantante, sí hay síntomas de saber frasear y hacer un legato, sí hay cosas que se ven se notan y se palpan que no estamos hablando de un inventito, un "camelo" o una buena operación de marketing. Eso está claro, pero ayer, esas cartas no se pusieron encima de la mesa, se quedaron entre bastidores en un armario y bien cerrado. Tendrá que ser en otra ocasión en la que me saque de la decepción padre que me he llevado quizás también motivada por el doble error de haber generado una gran expectativa propia del peso que supone en el mundo lírico el nombre propio Alagna, y también por tener en la retina referencias con este papel a las que el tenor de marras queda a cientos de miles de años luz. El tan popular y bello aria "Lamour" por momentos la hizo... fea, algo que hay que proponérselo, desaparecía en los duos, su muerte la escuchó él, no creo que ni la Julieta que la tenía en la cara llegase a escuchar nada, ... vamos que no hay que irse al mito si quiera, en absoluto; me parecen más interesantes otras voces tenoriles en activo en este y en otros repertorios. A Sonya Yoncheva le vino la mar de bien una competencia tan escasa. Porque la soprano se presentó con el famoso vals aburrida, plana y previsible. Pero su interpretación ganó pulso, variedad en la gama de colores y recursos, y cobró más calor y pasión su compromiso interpretativo a medida que avanzó la noche. Nunca termina de enamorar, pero hay un caudal, técnica apreciables, sin agudo que impresione ni que corre, saca además buen partido de una cara mona y de generosos escotes en los dos modelitos que lució. Buenas conclusiones para tener en cuenta, pasando por alto ciertos defectos y olvidando el mencionado "Je veux vibre" con el que se presentó y que, curiosidad, en el magnífico film reciente de "Tintin", lo ponen en boca de "Bianca Castafiore", cuando sabemos que en los comic saca de quicio al capitán con el aria de "Fausto", pero funcionó bien tal sorprendente cambio. Entre el resto del largo cast de comprimarios hay de todo. De entre todos ellos, alguna breve nota al respecto: espantosos los portes de Laurent Alvaro como "Capulet" y de Joan Martin Royo como "Mercutio", al que ni intuimos en la canción de la reina "Mab". Mejora mucho la bella prestación de "Stephano" en boca de Marianne Crebassa; es una garantía Diana Montague traduciendo a "Gertrude"; Roberto Tagliavini impone en el fraile "Laurent"; y el mejor, y muy pero que muy bien el "Tybalt" Mikeldi Atxalandabaso (pufff, escribir esto: urge llamada al agente de este señor para que se ponga un nombre artístico menos imposible de leer, escribir y pronunciar, por favor), quien sin ir más lejos, me pareció un tenor más amplio que el protagonista. Michel Plasson es un lujo asiático para el atril con esta partitura. Como se ha dicho, suyos son los apuntes más reseñables de la noche, e insisto en que eso no me deja especialmente satisfecho hablamos de "Romeo et Juliette" en que persigo otras prioridades; sí, obviamente cuando hablamos de los "Gurrelieder" de Schoemberg, de la septima de Beethoven o la octava de Bruckner. Pero bueno, quien tiene, ofrece y retiene. Muy bien, empastadito, y buen sonido el del coro, con su curioso role de narrador en algunas partes. Vimos versión concierto, con movimientos y gestos por parte de los intérpretes. Me conformo y soy feliz con eso antes que con ciertas cosas.
_________________ Harmoniously, NICO
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