SIEGFRIED:
ACTO I
“ESTA JUVENTUD...”
Se abre el telón y vemos la pobre casa del herrero Mime, un Nibelungo, quien se queja de que por más que intenta forjar una espada adecuada para Siegfried, su hijo ("su hijo" es un decir, como veremos...), éste siempre las termina rompiendo (todo esto en un tono muy de andar por casa, como si hablase de ponerle rodilleras al niño para que no rompa los pantalones).
Pero pronto nos damos cuenta de qué está pasando...Mime habla de poder conseguir una espada con la que Siegfried pueda vencer a Fafner (recuérdese el Oro del Rhin...Fafner es el gigante que mató a su hermano y se quedó con el anillo) y poder arrebatarle el anillo. Fafner, nos cuenta Mime, vive en una cueva y se ha convertido en un dragón terrorífico, pues el anillo lo ha consumido
.
De repente, entra Siegfried con un oso (sí, sí, han leido bien...yo siempre me lo he imaginado entrando cual zíngaro con el oso con una cuerda a la nariz) y lo azuza contra Mime, riéndose abiertamente del miedo que pasa el pobre nibelungo.
La conversación que entablan nos remite a la típica conversación padre-adolescente rebelde:
-Siegfried: a ver, qué m****** de espada me has forjado hoy?
-Mime: ya verás...esta fijo que te aguanta mucho tiempo.
Pero Siegfried rompe la espada.
-Pero qué es esto, eres un inepto, no tienes ni p**** idea de forjar...y te llamas herrero????
El pobre Mime se queja amargamente de que Siegfried lo trate así:
-Con lo que yo te he cuidado, con la de padecimientos que he tenido que pasar por ti y así me lo pagas....
Pero a Siegfried no le conmueve en absoluto y le responde esto (cito literalmente):
“Me has instruido mucho, y mucho aprendí de ti; pero nunca logré aprender lo que me enseñaste con más empeño, y es, cómo quererte. Si me ofreces de beber o de comer, me harta sólo el asco. Si me preparas un blando lecho para descansar, el sueño se me hace difícil. Quieres enseñarme a ser diestro y yo preferiría quedarme sordo y torpe. Desde que te observo, veo la mala intención en todo lo que haces. Si te veo quieto o marchar cojeando encorvado y gibado, guiñando los ojos, incitas a tomarte del cuello, contrahecho, y darte un empujón”.
Un cielo de chico el Siegfried, como podemos observar. Que bueno, como veremos, Mime tampoco es una hermana de la caridad (hablando de monjas...no dejen de pasarse por la ópera del mes “Diálogos de carmelitas”, que merece la pena!) pero lo del Siegfried tiene tela...
En fin, la conversación se dirige por derroteros peligrosos: Siegfried le pregunta que cómo siendo él tan guapo, tan rubio y tan ario, es Mime tan feo, tan enano y tan chepudo.
-Tú no eres mi padre –concluye el sagaz Siegfried
-Cómo que no? Siegfried...yo...soy tu padre.
La mentira no cuela y Siegfried amenaza a Mime con hacer sopa de Nibelungo con él y éste cede:
-Pues....tu madre murió...una mujer vino aquí un día, moribunda...te dejó a mi cargo.
-Y cómo se llamaba??
-Sieglinde (todo encaja, queridos foreros)
-Y mi padre?
-No sé, no me lo dijo, sólo me dijo que murió en combate.
-Mientes, enano de m*****....tienes pruebas??
-Sí...mira, estos son los restos de la espada que usaba tu padre.
A Siegfried se le alegra la vista al ver la espada más que a un Latin King y le pide a Mime que se la reforje (como la Narsil del Señor de los Anillos, vaya) mientras él se va a dar una vuelta por el bosque.
Y allí se queda Mime, solo, con los fragmentos de Nothung en la mano maldiciendo el día que aceptó quedarse con Siegfried...pero no le da tiempo a pensar mucho, porque enseguida entra un misterioso hombre en la cabaña.
-Salud, herrero!
Mime se asusta:
-Quién eres, forastero?
-El mundo me llama “Caminante“ (
).
Mime no es muy hospitalario que se diga y Caminante se decide a proponerle un trato:
-Hazme tres preguntas, las que quieras...empeño mi cabeza a que sé la respuesta.
Mime está intrigado...quién es este tipo tan extraño? Qué preguntas le hará para que le deje en paz?
Pero el juego de acertijos y quién de los dos perderá la cabeza lo dejaré para otro día....