I like to drink wine
and money is fine
but I like the girls even more.
Ahí tenemos, in a nutshell y via Elvis Presley, las principales preocupaciones existenciales del Baron Ochs auf Lerchenau.
En principio, él iba a ser el protagonista del Rosenkavalier (Strauss andaba ya componiendo el principio del tercer acto, y aún seguía emperrado en titular la obra
Ochs), pero esta es otra de tantas cosas que le salieron rana a nuestro Baron.
El Baron Ochs irrumpe con su maravillosa tarjeta de visita dedicada al mayordomo (
Wo hat Er seine Manieren gelernt? Der Baron Lerchenau antichambrieret nicht!) en el primer acto, se queda de gorra a desayunar, intenta camelarse a la criada Mariandel (Octavian), estipula con el notario un contrato de matrimonio realmente ventajoso para él (recuperar el castillo y dominios de Gaunersdorf "
libres de cargos y con todos los privilegios, tal como mi difunto padre los poseyó") y, conociéndolo, no me extragnaría que además
il mio tesoro esa magnana no se hubiera lavado.
En el segundo acto, precedido por el Caballero que debe entregar la Rosa, Ochs se dirige al palacio de Faninal, donde tras magrear a Sophie como si estuviera en una feria de ganado, se retira a discutir con el padre y el notario los detalles del contrato de matrimonio.
Cuando, alertado por Annina y Valzacchi, vuelve al salón, es desafiado por Octavian y resulta herido en el brazo. Su vals final nos muestra a un personaje pletórico como seguramente pocas veces ha existido en la historia de la ópera: todos los suegnos de Ochs están a punto de realizarse.
Tiene bien atada su boda con Sophie (no se casarán), eso quiere decir recuperar su perdida fortuna (va a seguir pobre como un perro), ha obtenido además una cita secreta con la sexy Mariandel (con un travesti, en suma) y para regarlo todo, unas copichuelas de buen Borgogna entre las manos (eso no hay quien se lo quite).
En el último acto, tras el episodio del albergue embrujado, su trayectoria será paralela a la de la Mariscala: ambos tendrán que aprender a renunciar, Ochs por la fuerza, ella porque es la autora de su propia vida.
Por supuesto, si a alguien recuerda Ochs, es a Falstaff (tan admirado de Strauss) otro liante que acaba siendo apaleado por los demás personajes.
Lo guay de Ochs es que con su contundente presencia introduce un elemento de vulgaridad y de comedia soez dentro del mundo tan fisssssno del Rosenkavalier. Desde su especie de aria sobre el periodo de celo (básicamente, todos los meses, que "
uno no es un ciervo") hasta el permiso que le da a Octavian para calentar a Sophie y así encontrarla él luego "a punto", estamos ante un personaje tan rijoso como Don Giovanni pero sin ningún glamour y sin ninguna clase, lo cual está muy bien. Una buena dosis de verde para contrarrestar el de otra forma imperante rosa.
Dependiendo del intérprete, este gordinflón maleducado podrá caernos más simpático (Manfred Jungwirth en el Rosenkavalier de Kleiber en Munich) o parecernos más arrogante y peligroso (Kurt Moll en el Rosenkavalier de Kleiber en Viena), pero si el Caballero es una
Komödie für Musik es claramente (y casi exclusivamente) gracias a él.
Mención aparte merece su "lenguaje", "idiolecto" o como queráis llamarlo: es un prodigio de snobismo, una suerte de alemán austríaco completamente afrancesado, pomposo, divertidísimo (bueno, es que el libreto entero es un prodigio de escritura: cómo cada personaje está caracterizado a través del lenguaje: desde el austríaco popular supercastizo de Mariandel, hasta las fórmulas aprendidas de Sophie, pasando por las metáforas sencillas e inolvidables de la Mariscala o el alemán con barbarismos italianos de Valzacchi... en mi opinión es, no sé si el mejor libreto de la historia, pero sí el mejor escrito. )
A vosotros... os cae bien u os cae mal, Ochs?