A mí tampoco me parecen mal, de entrada, las traducciones de las partes habladas.
Un caso especial es el narrador del Oedipus Rex de Stravinsky: el compositor recomendaba que se hiciera en el lenguaje de cada lugar de representación, como modo de acercar la obra (en latín) al espectador. Lo gracioso fue que cuando las huestes de Gergiev lo trajeron a Madrid también se trajeron al narrador, en ruso
Pero en el caso que nos ocupa, traducir a una de las lenguas vehiculares de Barcelona el personaje de Samiel tiene un sentido más concreto, creo. En la producción original de Hamburgo, el director hace a Samiel recitar a telón bajado el texto del coro de cazadores del último acto. El efecto es interesante, porque por primera vez me fijé en qué decía el texto. Sin la música festiva y masculina (
ist männlich Verlangen) el texto tiene resonancias incluso siniestras (ved el vídeo, el actor de la producción original es buenísimo). Cantado por un grupo es una fiesta vitalista e inocente. Recitado por un individuo, perdido el sabor de comunidad y el abrazo benévolo del resto, en medio de una obra compuesta en la génesis del nacionalismo alemán, la cosa tiene más vuelo. Creo que sólo por ese efecto merece la pena traducirlo a la lengua de los espectadores de la función.