“Maskerade” y Nielsen son de esas obras y compositores tras cuya mención siempre viene esta secuencia:
a) Inmediatamente: “Tengo que oirlos, que prometen”
b) Una hora más tarde: “Bueno, antes una operita abyecta. Nielsen, mañana”
c) Al cabo de una semana: “¿Qué iba oir yo la semana pasada? ¿Barber?”
Y así va pasando el tiempo sin cumplir mis propios deseos. De manera, Supermaño, que te agradezco mucho que hayas puesto estos fragmentos, sobre todo el preludio del segundo acto, que es, como dices, delicioso.
De Goldmark sólo conocía “Boda campesina” y un concierto para violín. Así que también se agradece la ampliación de conocimientos.
Por mi parte, me voy un siglo atrás. Ya que Antxi nos tiene inmersos en el “Mes Rossini” con su estupenda “Cenerentola”, de cuya obertura ha realizado un esclarecedor análisis, y como nada hay más atrevido que la ignorancia, voy a osar hacer algo parecido con esta obertura de “Semirámis”, en versión de la Orquesta Philarmonia de Los Angeles, dirigida por Gustavo Dudamel.
Rossini. Obertura de SemirámisEmpezamos con una breve y juguetona introducción que va en crescendo, y que deja el campo libre para que las trompas acometan un primer tema (0.31) tan noble y sereno que uno casi cree estar oyendo violoncellos en vez de trompas. Tras un tutti orquestal, se suman a la melodía las maderas, con un fondo de violines en pizzicato (2.08) El tema inicial se va marchando, difuminándose, como escapándose de entre los dedos (3.29) hasta que entran los timbales (3.53), preparando nuestros oídos para el segundo tema, muy “rossiniano”: ágil, alegre, con el flautín sobrevolando con volátiles figuraciones. (4.10)
Un pasaje vibrante y tormentoso precede a la marcha, característica de esta obertura (5.58), a la que se apuntan primero clarinetes y fagots, después la flauta y el flautín, para lanzarse acto seguido (6.46) a un nuevo crescendo: aquí tenemos a Rossini en todo su esplendor y al timbalista trabajando a pleno rendimiento. Parece que con ello va a terminar la pieza, pero no: después de una transición de las cuerdas (7.38) Rossini nos regala una montaña rusa de tuttis y crescendos, entre los que coloca la reexposición de los dos últimos temas (8.07 y 9.53) Un galop (10.42) sirve de antesala a una conclusión brillantísima. No podía ser menos: es Rossini.