Registrado: 12 Ene 2010 18:39 Mensajes: 1806 Ubicación: Zaragoza
|
UN REGALO DE PAPA NOEL PARA LOS ABYECTOS Hace aproximadamente un mes le aseguré a cierto forero, por suerte, que para Navidad presentaría alguna ópera abyecta más. Digo “por suerte”, ya que, si no hubiera adquirido ese compromiso, dudo que hubiera logrado vencer la pereza de ponerme a ello en estas fechas. “¿Pero tú has firmado algo?” me dijo mi mujer, atónita, el día de la lotería cuando en vez de pegarme la tarde como todo el mundo, mirando si nos había tocado algo, me la pegué leyendo versiones de Edipo, Re. “Pues no, pero… nobleza obliga.” Yo le había echado el ojo a una ópera de Mascagni y a otra de Wolf Ferrari, pero nada o casi nada he podido encontrar de ellas para la presentación, de modo que, cambiando de obra y de autor sobre la marcha, os presento el último trabajo de otro abyecto habitual, Ruggero Leoncavallo. EDIPO, REUna vez más, traigo aquí la última ópera de su autor. Ultima y también póstuma, pues Leoncavallo murió en 1919 antes de terminarla, correspondiendo la labor de completarla a Giovanni Pennacchio. Para decepción de Gerardo, no tenemos aquí una ópera “de tenor”, sino “de barítono”, pues Leoncavallo la escribió expresamente para el cantante de dicha cuerda Titta Ruffo (1877-1953), a quien el compositor le hizo jurar en el lecho de muerte que estrenaría la obra. Titta cumplió, y el 13 de diciembre de 1920 “Edipo, Re” se estrenaba en Chicago con gran éxito, según un telegrama que el propio Ruffo envió a la viuda de Leoncavallo. (Y que se puede consultar, junto con otros, en el Sistema bibliotecario ticinese – Fondo Leoncavallo Locarno ( http://www.sbt.ti.ch/leoncavallo) El libreto es de Giovacchino Forzano, más conocido por serlo también del de “Gianni Schicchi”. Los intérpretes principales del estreno fueron: Edipo: Ruffo, Titta [Barítono] Yocasta: Francis, D. [Soprano] Creonte: Paillard, Albert [Tenor] Tiresias: Defrère, Désiré [Barítono] Director: Gino Marinuzzi Hay varias grabaciones discográficas, aunque las que he podido rastrear empiezan en los años 60. No he podido verificarlo, pero supongo que, dado el éxito inicial de la obra, alguna se haría en los cuarenta años siguientes al estreno. Pero, como digo, no tengo pruebas. Las grabaciones de las que puedo dar razón son las siguientes (Los cantantes aparecen en el orden Edipo-Yocasta-Creonte-Tiresias-Corintio-Pastor): Linz, 1960 Hugh Beresford , Erika Honnemann, Emil Maijkut, Günther Adam Director: Joseph Strobl. Linzer Landestheater Nápoles, 1970 Giulio Fioravanti, Luisa Malagrida, Luigi Infantino, Dino Dondi, Gianpiero Malaspina, Fernando Jacopucci Director: Armando de la Rosa Parodi. Teatro San Carlo, Nápoles Roma, 1972 Giorgio Lormi, Linda Vaina, Giuseppe Vertecchi, Maurizio Mazzieri, Saverio Durante Director Pietro Argento. Orch sinf e coro di Roma della RAI Hilversum, 1977 Michael Davidson, Paola Barbini, Gianni Bavaglio, Hubert Waber, Willem Laakman, Henk Kreukniet Director: Kees Bakels. Großer Radio-Chor Radio-Orchester Hilversum Viena, 1998 Alan Titus, Yvonne Naef, Keith Lewis, Cheyne Davidson, Roland Bracht, Johannes Chum Director: Dennis Russell Davies. Vienna Radio Symphony Orchestra and Chorus Turín, 2002 Renato Bruson, Raffaella Angeletti, Ezio Di Cesare, Alfredo Zanazzo, Carlo Morino, Alessandro Casentino Director: Yoram David. Orchestra e Coro del Teatro Regio di Torino Quien nos falla esta vez es Spotify, pues no ofrece ninguna versión del Edipo de Leoncavallo. En Youtube, en cambio, está entera, pero en una versión en la que la orquesta ha sido sustituida por el piano. ¿Significa eso que tendremos que prescindir de los colores y matices de la orquesta leoncavalliana? ¡No! Porque aquí está el tito Loge, que tiene la grabación de 1970 y, como la obra tan sólo dura 53 minutos, ha podido subirla íntegra para alegría y disfrute de todos. Además, el libreto está traducido en Kareol, de modo que vamos a poder seguirla fácilmente. Argumento:Si algún grupo humano podemos considerar espejo o almas gemelas de nuestros queridos compositores abyectos son los dramaturgos griegos del s. V a. C. Los tres más importantes, Esquilo, Sófocles y Eurípides dieron al mundo unos dramones apocalípticos que sentaron las bases de la “tragedia griega”, dos palabras cuya mención evoca sangrientas historias que encajan a las mil maravillas en el marco de la abyección operística. Los compositores abyectos deberían haber acudido a estas historias como moscas a la miel. Sin embargo, no he encontrado ningún título, aparte de éste de Leoncavallo, basado en los textos griegos clásicos. (Como siempre cabe que a uno se le escape algo, no me atrevo a afirmar con rotundidad que sea el único que lo haya hecho). Eso sí, el libretista, Forzano, siguió el texto de Sófocles con bastante fidelidad. Para quien le interese, la obra original de Sófocles puede leerse aquí: http://www.teatroenmiami.com/biblioteca/edipo.pdfLa historia de Edipo es bien conocida: un oráculo predice que Layo, rey de Tebas, será asesinado por su hijo, quien, después de ello, se casará con su madre. Horrorizado, Layo entrega al hijo recién nacido a un pastor con la orden de que lo mate en el monte, pero el hombre se ve incapaz de cometer un infanticidio y le da el bebé a un mensajero, quien lo lleva a la corte de Corinto, cuyos reyes, Pólibo y Mérope, lo adoptan al carecer de hijos propios. Edipo crece pensando que estos son sus padres, hasta que un día, un invitado borracho le hace dudar. Edipo emprende un viaje para consultar al oráculo de Delfos, y en un cruce de caminos se encuentra con Layo, a quien no conoce, y al que da muerte por una discusión absurda sobre preferencia de paso (para que luego digan que Sófocles no está de actualidad: ¡eso sí que es un oráculo!). Edipo llega a Tebas, sube al trono y se casa con la viuda de Layo, Yocasta, cumpliendo así la terrible predicción. Pero ni Sófocles ni Leoncavallo nos cuentan esta historia de manera lineal, sino de una forma mucho más moderna: al estilo investigación policíaca. Al comenzar la obra, todos estos hechos han sucedido ya, y ante una epidemia de peste, Edipo tiene que hacer el papel de Sherlock Holmes, interroga a varios testigos hasta que junta todas las piezas del puzzle (tampoco es tan difícil: son tres o cuatro piezas, como los puzzles para niños de tres años), y acaba descubriendo, horrorizado, que el asesino es él, y que, además, se ha casado con su madre. Crimen, incesto, la peste… Un compositor como Leoncavallo, de comprobado pedigrí abyecto, tenía que frotarse las manos. Audición:Empieza la obra con unos acordes que intentan dar un toque dramático, y que a mí me parecía que lo consiguen hasta que leí un artículo de Andrea Merli para http://www.mundoclasico.com/2009/documentos/ en el que dice que son acordes de un tango, concretamente de “Jalousie”. Esto último no lo sé, porque yo de bailes, rien de rien. Pero, volviéndolo a oir, sí que me suena a tango esa introducción. El pueblo pide a su rey, Edipo, que le libere de la epidemia de peste que asola Tebas. Edipo replica que ya ha enviado a su cuñado, Creonte, a que pregunte al oráculo de Apolo la manera que librarse de la epidemia. Creonte informa de que Apolo ha prometido acabar con la epidemia si se cumple una condición: que se castigue al asesino del anterior rey, Layo, que está en la propia Tebas. Pero como el oráculo no da el nombre, y nadie de los presentes lo sabe, el rey manda llamar a Tiresias, anciano ciego que es adivino. ComienzoACTO UNICO
(Tebas. Plaza ante el palacio que se encuentra a la derecha. En el fondo, a la izquierda, un camino sinuoso que lleva a una colina con olivos. Estatuas de Apolo, Diana y Palas)
CORO (desde adentro) ¡Ah, libertador! ¡Ah, libertador! ¡Oh, señor, ayuda! ¡Libertador nuestro! ¡Eres nuestra salvación! ¡Libera a Tebas del horrendo flagelo que la sacude! De la horrible peste que la deja desierta. ¡Estéril el suelo y estériles las mujeres! ¡Asesino de la atroz esfinge! ¡Salvación nuestra! ¡Nuestro salvador! ¡Libera a Tebas del horrendo flagelo! ¡Señor, oh señor, tu pueblo llora! ¡Ayuda, ayuda, para un pueblo que sufre! ¡Oh señor, nuestra salvación!
(Edipo aparece en la escalinata y observa)
EDIPO (tristemente) ¡Como padre que ve a sus hijos dolientes, más que ninguno sufre el rey, más que ninguno el rey llora! ¡Durante noches y noches de insomnio y tormentos, mi mente pensó! ¡Pero superior al consejo mortal, es el consejo de los dioses! Ordené que mi cuñado Creonte fuese a consultar a Apolo.
(Haciendo señas)
¡Él ha regresado coronado de rosas! ¡Ahora, pueblo, escuchad la divina respuesta!
(El pueblo se vuelve y deja pasar a Creonte)
CREONTE ¡Mi rey! ¡Pueblo mío! Vengo a revelaros la respuesta de Apolo.
EDIPO ¿Fue propicia?
CREONTE ¡Fue propicia!
EDIPO ¡Divino Apolo! ¡Dios tutelar! ¡Honores, fiestas y sacrificios en tu honor!
CORO ¡Divino Apolo! ¡Dios tutelar! ¡Honores, fiestas y sacrificios en tu honor! ¡Honores para ti, divino Apolo!
(A una seña de Edipo, todos callan)
EDIPO ¡Habla, Creonte!
CREONTE Ésta es ¡oh, rey! la respuesta del oráculo délfico. Dentro de poco, la horrenda epidemia de peste volverá a su negro averno. ¡Y la ciudad podrá gozar de su anhelada armonía! ¡Al fin la paz resplandecerá serena y la antigua alegría reinará sobre nuestra querida Tebas! Pero con una condición...
EDIPO ¡Será cumplida!
CREONTE ¡Febo ordena castigar al asesino del rey Layo, tu predecesor! ¡Su impunidad es la causa de la epidemia, la única causa!
EDIPO ¿Se encuentra lejos el asesino?
CREONTE ¡En Tebas!
EDIPO ¡En Tebas!... ¿En Tebas?... ¿Y a qué esperas? ¡Su nombre! ¡Su nombre! ¡Y encadenadlo!
CREONTE ¡Edipo! ¡Escucha! ¡Calló su nombre el oráculo!
EDIPO ¿Habéis oído? ¡Entre nosotros se encuentra quien conoce el nombre del asesino de Layo! ¡Sea pronunciado ese nombre fatal! ¡Sea revelado hoy al rey!
(Trágico y silencio)
¿Calláis?... ¿Calláis?
CREONTE Edipo, si quieres, el adivino Tiresias podrá revelarte, completo y claro, el vaticinio délfico.
EDIPO ¡Ve por Tiresias, rápido!
Mientras van a buscar al adivino, Edipo anuncia terribles castigos para el asesino o sus encubridores, si los hay. Llega Tiresias, pero se resiste a dar el nombre. Al final, ante las amenazas del rey, el anciano revela que el crimen lo cometió el propio Edipo. Este, que no es consciente de haber matado a Layo (pues ni siquiera lo conocía), se indigna ante la acusación, y cree que se trata de una conspiración de Creonte para derrocarle. Hace detener a ambos, Creonte y Tiresias, y los condena a muerte. Declaración de TiresiasEDIPO ¡Mientras tanto, tebanos, os hablaré! Si alguno de vosotros sabe quién asesinó al rey Layo, ¡le exijo que lo revele! ¡Si alguno conoce el nombre, y no lo revela, sea excluido en los ritos y sacrificios! ¡Le estará prohibido adorar a los dioses! ¡Amor y familia, todo, le será negado en mi reino! Y si permaneciese oculto en mi morada, siendo yo reo, caiga sobre mí el castigo que impuse a otros. ¡Pueblo! ¡Así lo ordena Edipo!
CORO (murmurando) ¡Ese nombre nos es desconocido, señor! ¡Nadie conoce el nombre del asesino de Layo! ¡Aquí viene Tiresias!...
EDIPO ¡Al fin nos será revelado el misterio!
(Llega el adivino ciego, acompañado por Creonte. Éste lo hace detenerse frente al palacio)
EDIPO ¡Estás delante del rey! ¡Sacerdote de Apolo, el rey te pide completar el oráculo! ¡Revela al asesino de Layo y salva a Tebas! ¡Vamos, revela el nombre del asesino de Layo y salva a Tebas! ¡Salva al rey!
(Pausa)
TIRESIAS ¡Déjame volver a mi hogar! Permite que no responda a aquello que quieres.
(Se va)
EDIPO ¡Detente! ¿No puedes revelarlo? ¿Conoces al asesino?
TIRESIAS ¡Lo conozco!
EDIPO ¿Y no quieres revelarlo?
TIRESIAS ¡No quiero!
EDIPO ¡Tiresias! ¡Ah! ¿Pero no ves cómo la muerte avanza inexorable! ¿No ves los lúgubres cuervos descendiendo sobre la ciudad, convertida en cementerio? ¡Escucha la voz de tu rey que truena y obliga a obedecer! Te imploro llorando, ¡ah, salva a Tebas! ¡Revela el nombre del asesino de Layo!
TIRESIAS Mejor para ti no saberlo nunca.
(Trata de marcharse)
EDIPO ¡La ira de Edipo es un rayo! ¡Revela el nombre!
TIRESIAS ¡No!
EDIPO ¡La flameante espada alzo sobre tu cabeza cual mensajera de la muerte!
CORO ¡Tiresias!
TIRESIAS ¡Osado! ¿Me obligas a hablar? ¡Caiga la desgracia sobre ti! ¿Condenarás al exilio al asesino de Layo? Pues bien, Edipo, ¡toma el cayado y márchate! El asesino de Layo que ha infectado a Tebas, ¡eres tú!
EDIPO ¿Es ésta una trampa, Creonte?
CREONTE ¡Edipo!
EDIPO ¡Calla! ¡Creonte, fuiste un día mi amigo, pero ahora conjuras para usurpar el trono! ¡Guardias! ¡Encadenadlos! ¡Que mueran ambos!
(los guardias se arrojan sobre ambos y los encadenan)
CORO ¡Que mueran! ¡Que mueran! ¡La reina! ¡La reina! ¡Yocasta!
Aparece Yocasta entre música de arpas. Viendo preso a su hermano, pregunta a Edipo la razón. Este reitera la acusación de traición, que Creonte niega bajo juramento. Yocasta pregunta en qué se sostiene la acusación, a lo que Edipo replica que en la profecía del oráculo. “Ah, bueno, si es por eso, tranquilo” –dice Yocasta-. “Los oráculos también se equivocan. Sin ir más lejos: a Layo, un oráculo le dijo que lo mataría su hijo, pero todo el mundo sabe que murió a manos de unos bandidos en un cruce de caminos. Un sirviente escapó a la matanza pero, casualmente, tomó las de Villadiego en cuanto te vio subir al trono” ¡Rayos! A Edipo se le enciende una lucecita: ese sirviente ¿está localizable? Sí, lo encontrarían fácilmente. Edipo hace que lo vayan a buscar y, mientras tanto, concede a Creonte y a Tiresias la libertad provisional sin fianza. Entrada de Yocasta(Música de arpas, susurrar de doncellas, como un coro a boca cerrada, como un oasis en medio del clamor y la ira. Yocasta sale del palacio. Silencio. Yocasta desciende la escalinata entre las doncellas que acompañan el sonido de las arpas con sus voces. Edipo se dirige hacia ella para esperarla. Coro de mujeres. Edipo se inclina. En ese instante, Yocasta ve a los prisioneros)
YOCASTA ¡Tú, Creonte! ¡Encadenado! ¡Hermano mío! ¡Hermano mío! ¡Dime por qué! ¡Creonte, habla! ¡Seguro que esto es un error! ¡Ah, por todos los dioses, calmad mi corazón! ¡Oh, señor! ¡Hermano! ¡Háblame, te lo ruego!
EDIPO ¡Lo descubrí conspirando en mi contra, junto con este mago tejedor de artimañas!
CREONTE ¡Infamia! ¡Si no soy inocente de tu acusación, que no goce más, y muera a manos de las Erinias!
YOCASTA Respeta este juramento, Edipo.
EDIPO ¡Ese cómplice suyo, mi reina, delante de toda Tebas, me ha acusado de ser el asesino de Layo!
YOCASTA (sarcásticamente) ¿Y dice estar en su sano juicio? ¿En qué basa tal acusación?
EDIPO ¡Dice adivinar los misterios del futuro! ¡Las artes proféticas sostienen su acusación!
YOCASTA ¡Elimina de tu alma el miedo supersticioso! ¡Las profecías son como hojas, desaparecen rápido ante la verdad! ¡Te daré una prueba firme, hermano, esposo! Un día, Layo consultó al oráculo, y éste le dijo que su hijo le daría muerte. Pero es bien sabido que a Layo lo mataron unos bandidos en una encrucijada de caminos.
EDIPO ¿Cómo dijiste? ¿En una encrucijada de caminos?
YOCASTA Sí.
EDIPO ¿Dónde?
YOCASTA En la región de Fócida.
EDIPO ¿Y en qué lugar exactamente?
YOCASTA Donde se cruzan los caminos de Delfos y Daulis.
EDIPO (agitado) ¿Cuál era el aspecto de Layo, qué edad tenía?
YOCASTA Alto, majestuoso. Unas gentiles canas le coronaban la cabeza.
EDIPO ¿Cuántos hombres lo acompañaban?
YOCASTA Cuatro y un heraldo.
EDIPO ¿En una sola carroza?
YOCASTA Sólo una.
EDIPO Mujer, ¿quién te comunicó el fatal mensaje?
YOCASTA Un sirviente que escapó a la matanza.
EDIPO ¿Vive en el palacio?
YOCASTA Ya no. Cuando te vio ceñir la corona tebana, me tomó de las manos y me suplicó que lo enviara al campo.
EDIPO Dime, ¿se le puede encontrar?
YOCASTA Sería fácil.
EDIPO (a Creonte y Tiresias) ¡Sed libres hasta que venga el pastor!
(Los guardias liberan a Creonte y Tiresias, que se alejan lentamente)
EDIPO (al pueblo) ¡Corred todos a buscarlo!
(El pueblo se dispersa rápidamente. La plaza queda desierta. Edipo está estupefacto.)
Edipo prosigue el interrogatorio. Cuando se entera de que Yocasta tuvo un hijo con Layo pero que éste, por miedo al oráculo, mandó matarlo, empieza a atar cabos: él mató a alguien, cuyas señas coinciden, en un cruce de caminos, exactamente en el sitio donde se dice que murió Layo. La horrenda sospecha empieza a tomar forma en su mente. Yocasta aún confía en que el sirviente que han ido a buscar exculpe con su declaración a Edipo, al que trata de animar, y ambos cantan un lírico dueto: “¡Paz, serenidad! ¡Paz! ¡Paz!” Duo de Yocasta y EdipoYOCASTA ¡Señor! ¡Estás desconcertado!
EDIPO Habla, ¿tú y Layo tuvisteis algún hijo?
YOCASTA Sí, pero a los pocos días de nacer, por temor al oráculo, el rey lo hizo asesinar.
EDIPO ¡Ah, el oráculo profetizó que un príncipe asesinaría a su padre! Esa amenaza también recae sobre mí. ¡Negras nubes se forman y ofuscan mi mente! ¿Fueron mis padres Pólibo y Mérope de Corinto? Un día, a la mesa, un invitado borracho me llamó "hijo recogido por piedad"... ¡Contuve la ira! Fui a Delfos a interrogar al oráculo... ¡Mi destino era matar a mi padre y casarme con mi madre! Atónito, salí huyendo de las tierras corintias. Al entrar en la región de Fócida, donde se cruzan los caminos de Delfos y Daulis, vi venir una carroza con cinco ocupantes, entre ellos, un hombre canoso. Discutimos sobre la preferencia de paso... ¡Peleamos!... ¡El viejo me fustigó con su látigo! ¡De un golpe cayó muerto! ¡Me abalancé sobre los otros, y también los maté! ¡A todos menos a uno, que se dio a la fuga! ¡Oh, mujer! ¿Seré yo el asesino de Layo? ¡Horrendo destino!
YOCASTA (Cariñosamente) ¡Edipo! ¡Edipo! ¡No temas, el pastor vendrá y dirá que Layo fue asesinado por ladrones! ¡Oh, Edipo! Desaparecerán de tu alma las negras nubes y la dulce paz volverá al doliente rey. ¡Descansa, mi rey, sobre el corazón que te ama! ¡Que entre mis caricias encuentre tu alma de nuevo la paz!.. ¡Paz! ¡Serenidad! ¡Paz! ¡Paz!
Suenan trompetas. Es una embajada de Corinto, que viene a ofrecer el trono de esa ciudad a Edipo, pues ha fallecido Pólibo. Edipo rechaza esa corona, pues teme que, si vuelve, cumpla la parte del oráculo que predecía que se casaría con su madre. El embajador, pensando que va a arreglar la cosa, le informa de que Mérope no era su verdadera madre. (Qué ocasión desperdiciada para no haber abierto la boca). ¿Y tú cómo lo sabes?, se extraña Edipo. “Porque, mira tú qué casualidad, yo mismo te cogí de manos de un pastor de Tebas y te entregué a los reyes de Corinto; así que éstos sólo eran padres adoptivos tuyos.” Ya está liada del todo. A Edipo sólo le queda esperar que llegue el pastor, que también coincide que es el sirviente que escapó a la matanza en la encrucijada, para que el círculo se cierre y comprenda que el oráculo se ha cumplido implacablemente. Yocasta también lo comprende, porque, según el libreto, ella y Edipo, que hasta ahora estaban abrazados, se apartan con un escalofrío. Finalmente, llega el pastor, que lo confirma todo y, para rematar la faena, reconoce a Edipo como el asesino de Layo. Y empieza el final, lleno de abyectos gritos de “¡Horror!”, “¡Ruina!”, “¡Tinieblas!”, y lo mejor de todo: “¡Me maldigo!”, que dice Edipo. (Me recuerda a los políticos que dicen: “Me felicito” incluso por cosas que han hecho otros. ¿Se puede uno maldecir y felicitar a sí mismo? ¿No es algo que se hace a otros?) Bueno, oigamos: Declaraciones del corintio y del pastor(Suenan trompetas. Edipo se levanta, en lo alto de la colina aparecen los embajadores. Éstos descienden velozmente. Los guardias se acercan a Edipo, listos para recibir las órdenes.)
UN CORINTIO (a los guardias) ¿Dónde está el palacio de Edipo?
EDIPO ¡Éste es el palacio, y Edipo soy yo!
UN CORINTIO (saluda inclinándose profundamente) ¡Saludos al rey! Vengo de Corinto.
EDIPO ¿Y qué mensaje traes?
UN CORINTIO ¡Terrible noticia! ¡Nuestro señor Pólibo ha muerto!
EDIPO ¿Qué dices?... ¿Pólibo muerto?
UN CORINTIO ¡Muerto!
EDIPO ¡Oh, padre! ¡Oh, padre! ¡Muerto en soledad! ¡Edipo, tu hijo, te llora amargamente! ¡Llora! ¡Llora!
(Se sienta y apoya su cabeza sobre el seno de Yocasta, con las manos se cubre el rostro. Todos respetan el dolor del rey.)
UN CORINTIO Junto con la atroz noticia, otra más alegre te traigo.
EDIPO ¿Más alegre?
UN CORINTIO ¡Sí, el pueblo de Corinto te aclama como su rey!
EDIPO ¡Rehuso!... ¡No!... ¡No quiero!
UN CORINTIO ¡Señor, allá te esperan grandes riquezas!
EDIPO La muerte de Pólibo destruye, en parte, la profecía del oráculo délfico... Pero ¡aún queda otra más atroz e infame! ¡Unirme con mi madre! ¡No! ¡No quiero desafiar al oráculo!
UN CORINTIO ¿Y es ésa la única razón que te impide ceñir la corona corintia?
EDIPO Así es.
UN CORINTIO ¡Amor a la patria! Te diré un secreto que revelaré aquí mismo. ¡Ven a Corinto libre y seguro! ¡No debes temer al oráculo, oh señor, pues no eres hijo de Mérope y Pólibo!
EDIPO (trágico) Mensajero, ¿qué dices?
UN CORINTIO ¡La verdad!
EDIPO ¿La verdad?... ¡Las pruebas!
UN CORINTIO Yo mismo te entregué a Pólibo.
EDIPO ¿Encontrado?
UN CORINTIO ¡No! ¡Entregado por un pastor que debía matarte sobre estos montes!
EDIPO ¿De qué casa venía el pastor?
UN CORINTIO ¡De la casa de Layo!... No se más.
(Sin decir nada, Edipo y Yocasta, que estaban abrazados, se separan con un escalofrío. Temblorosos, se miran y se alejan uno de otro, sin decir palabra, mientras desde lejos llegan las voces del pueblo, que no deben turbar el tema musical que describirá el trágico y atroz silencio que representa las escena)
CORO ¡Al rey el pastor! ¡Sea llevado al rey! ¡Aquí está el pastor! ¡A la presencia del rey! ¡Oh, rey!
(En presencia de Edipo, el pueblo calla. Edipo, sin decir palabra, toma al pastor y lo muestra al corintio)
EDIPO (con voz transformada) ¿Es éste?
UN CORINTIO (lo mira) ¡Sí, éste es!
EDIPO ¿Le entregaste un niño en los montes?
EL PASTOR (temblando) ¡Señor!
EDIPO (con voz trémula) ¡Responde!
EL PASTOR ¡Sí, se lo di!
EDIPO ¿Quién te lo entregó?
EL PASTOR Los padres del niño, por temor a un oráculo, decidieron matarlo... ¡Yo me apiadé!
EDIPO (calmándose, aterrorizado) ¿Y quienes eran sus padres?
EL PASTOR ¡Yocasta y Layo!
EDIPO ¿Y tú te salvaste de la matanza de Layo?
EL PASTOR ¡Sí, fui el único superviviente, señor!
EDIPO (casi sin voz) ¿Reconoces en mí al regicida?
(el pastor inclina la cabeza asintiendo)
YOCASTA, EDIPO (un grito atroz) ¡Ah!
(El grito de la reina que huye se une al grito de Edipo)
EDIPO ¡Oh, luz! ¡Luz! ¡Que ésta sea la última vez que te vea! ¡Tinieblas!... ¡Horror!... ¡Me maldigo!
(Huye hacia el palacio. El pueblo murmura. Estruendosa, suena desde adentro la voz de Tiresias, oída con angustia y consternación por el pueblo.)
TIRESIAS (Desde adentro) ¡Edipo, rey! ¡Hijo y esposo de la mujer de la cual nació! ¡Asesino de su padre! ¡De sus hijos padre y hermano! ¡Edipo, rey!
CORO ¡Ah! ¡Horror! ¡El mar no podría lavar todos los horrores que esconde este palacio! ¡Horror!... ¡Es tu ruina, oh Tebas! ¡Tu ruina!
Edipo, que había entrado al palacio, sale descompuesto: Yocasta se ha suicidado colgándose en su alcoba. Medio loco ya, Edipo se despide de sus hijas, que también son sus hermanas, y, acudiendo a la llamada de Apolo, se sumerge en la noche horrenda, noche eterna, negra y profunda. Final(El coro se dispersa. El cielo se oscurece progresivamente. Se ven relámpagos. La furia de los elementos se desencadena, mientras en el palacio, el inmenso drama humano, concluye en su terrible tragedia. Edipo sale, yendo a tientas, con el rostro ensangrentado y las cuencas de los ojos vacías.)
EDIPO (casi sollozando) ¡Oh, noche horrenda! ¡Oh, noche eterna! ¡Negra! ¡Profunda! ¡Borra de mí toda visión! ¡También la última, esa de la reina, de la madre, de la esposa torturada! Colgando de una cuerda por el cuello, impura, balanceándose desde el techo de la alcoba. ¿Cómo volver a ver cualquier cosa humana? ¡Profanador de los amores más sagrados! ¡Engullid todo, tinieblas! ¡No ver nada! ¡No oír nada, salvo el rugido de mi alma! Pasar entre los vivos como una sombra, expiando mis culpas en eterno sufrimiento. ¡Oh, Tebas! ¡Adiós! ¡Vuelve la serenidad!
(Salen sus hijas, junto con Creonte)
¡El culpable de las desgracias de la ciudad, Edipo, huye para siempre en las tinieblas! ¡Adiós!
(Se aleja. Se oyen sollozos)
¿Quién llora? ¿Quién llora en el palacio? ¡Mis hijas! ¿Quién os acompaña? ¡Eres tú! ¡No puedo decir tu nombre sin invocar tu perdón!
(Creonte, con un gesto, envía las niñas junto a Edipo. Éstas se arrodillan a sus pies llorando. Edipo las acaricia con sus manos)
¡Mis flores, no habrá más sol para vosotras! ¡Oh, blancas palomas, el cielo se os ha cerrado! ¡Suave Ismena, bella Antígona, quiero acariciaros una vez más!
(Quiere abrazar a sus hijas pero, aterrado, se retira bruscamente.)
¿Qué dices, Apolo?... ¡Sí! ¡Te escucho! ¡Te oigo, oh, inexorable! ¡Edipo está condenado a acariciar a sus hijas con manos fraternas! ¡Horror! ¡Horror! ¡Horror! Te obedezco ¡oh dios! y me marcho. ¡Creonte! ¡Te dejo toda mi vida! ¡Oh, amadas, olvidad a vuestro padre! ¡Ah! ¡Oh, noche horrenda, noche eterna, negra, profunda, envuélveme en tu manto! ¡Oh, noche!
(Diciendo estas palabras, se aleja hacia la salida; cae, se levanta. Creonte, dulcemente, ha tomado a las niñas, que, estirando el brazo en dirección a su padre, le dicen adiós. Edipo desaparece. Sus hijas comienzan a llorar.)
(Traducción del libreto: Ana Paula Martin, para Kareol) Termino la presentación con las palabras del anteriormente citado Andrea Merli para http://www.mundoclasico.com, y su escueto análisis de la obra: "El ambicioso drama en un acto de Ruggero Leoncavallo "Edipo Re", sobre libreto de Giovacchino Forzano sacado de la homónima tragedia de Sofocles, que se estrenó póstumamente el 13 de diciembre de 1920 en Chicago (con el famoso barítono Titta Ruffo, que había prometido al autor en el lecho de muerte que interpretaría la obra) bien podría pertenecer al siglo precedente, pese a los intentos, a menudo conmovedores por su inocencia, de renovación de un lenguaje musical, el del padre del Verismo, completamente arraigado en la época decimonónica. Leoncavallo, en este ultimo trabajo, no resiste a la tentación de reanudar el canto abierto a una melodía mediterránea, espontánea y próxima al mundo de la 'canzonetta' que él con tanto éxito había recorrido.Los primeros acordes, aun intentando dar un toque dramático, son nada menos que los del celebre tango 'Jalousie' y en contados momentos, en el trascurso de la ópera el canto del barítono protagonista recuerda desde muy cerca el fatídico 'prólogo' de I pagliacci en la frase 'un nido di memorie in fondo all'anima'. Con todo, el 'mestiere' (el oficio) del honrado operista que tuvo más ambiciones que aciertos, garantiza un más que honorable resultado teatral y musical y, si la ópera hubiese sido compuesta con antelación a la que resultó su obra insuperada Pagliacci, podríamos considerarlo un halagador primer intento de un joven autor. Lástima que sea su testamento."
Última edición por Loge el 19 Feb 2011 21:30, editado 3 veces en total
|
|