Siddharta escribió:
Pero cómo es posible valorar el aquí y el ahora, la honestidad de un cantante que ha preparado una interpretación intentando adecuar sus intenciones y sus medios, cuando nuestras mentes no son vírgenes y están llenas de 100 años de música grabada (de comparaciones...).
Me pasó viendo un Lensky (no digo cuál para que no vengan a llevarme a la hoguera, lo negaré todo) de medios vocales discretos, pero que para mí fue el
aquí-y-ahora. Podría compararlo con todos los Lenskys que he oído en disco, pero con qué fin. Para mí fue, en una interpretación detallista, cuidada y soñadora (a través de un canto digno), todo lo que un Lensky puede ser. Fue la ópera (modo hiperbólico off
)
Claro que la revisitación permanente puede "agotar" un tanto la mina (¿qué puede hacer hoy una Mimì para ser personal y distinta?) pero siempre hay margen. El hecho de que Patrizia Ciofi sea un músico más interesante que la astronómicamente mejor dotada June Anderson se ha debido no sólo a su talento, sino a que quedaba margen en el repertorio para propuestas como la suya. Es cierto que el peso de la discografía es cada vez más difícil de llevar (no es que todo esté ya inventado, pero desde luego, cada vez hay más cosas inventadas, y son muchísimas) pero me niego a admitir la culminación, y el consecuente agotamiento, de la encarnación vocal, cuya crisis (que es evidente) creo que tiene mucho más que ver con una concepción cada vez más tecnocrática del canto que con el peso del disco. Vds, que son mis amigos, me dirán si mi esperanza a día de hoy en la encarnación vocal es meramente voluntarista o no.
A mí me pasó lo que comentas sobre Lensky escuchando a un Nemorino. La voz era bonita, pero pálida de armónicos.
Slancio no había ninguno, y la prudencia casi púdica para abordar la frase italiana era de un escrúpulo excesivo. Era un Nemorino bastante marciano, con el que no puede explicarse Donizetti ni la ópera italiana, pero que sin embargo, en mi opinión daba en la diana del personaje con una humildad inquebrantable, una sinceridad de acentos enternecedora y un gusto por decir su música verdaderamente admirable. En ocasiones, es verdad, la vocalidad puede no serlo todo o puede haber elementos que compensen sus carencias.
Lo que ocurre es que ello no puede llevar en ningún caso, en mi opinión, a las teorías del sacrificio de la vocalidad por la expresión. Porque en realidad (estoy queer total esta mañana) la calidad del canto
tambien es parte del concepto. Y puede serlo, para entendernos,
para mal (me da igual lo que pida el papel; cuando llegue un agudo yo lo filo, el teatro se cae y salgo a hombros) pero también
para bien (de hecho, ésa es la esencia del belcantismo). Así, pueden parecerme excusables algunas licencias como la desafinación "expresiva" de Berganza en el dúo de La Dolorosa, cuando tras mantener perfectamente a tono el segundo "Jamááááás" lo crece justo al final antes de atacar "Maldito el cobarde que manchó mi frente y niega y miente si le recuerdan su delito", porque el concepto, por lo demás, es de una musicalidad irreprochable. Pero lo que no me parece admisible es el afeamiento supuestamente pretendido (y como tal, se supone que excusable) de la línea vocal para resultar más torvo, más melodramático o más incisivo, usado como instrumento sistemático de caracterización. Eso, sencillamente, no es cantar. Porque, como trataba de decir ayer, el que canta lo que pone
sul fiato, con respeto a los signos dinámicos, agógicos y expresivos, con solvencia vocal y un poco de gusto estará, de partida, mucho más cerca de una asunción conceptual
total que un imitador suicida de Callas o Christoff.