Empezamos el repaso a las versiones discográficas de Anna Bolena por la que todos se imaginan. La toma en vivo de las míticas representaciones que tuveron lugar en La Scala de Milán en Abril de 1957 (7 recite) que se repitieron justo un año después (5 recite). La grabación recoge la primera de ellas, 14 de Abril de 1957. Serata de gala, durante la Fiera di Milano. Protagonista la Callas, dirección de Gavazzeni, regia di Luchino Visconti.
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Maria Callas, la artista del siglo XX en cuanto a ópera se refiere, nos ofrece una de sus grandes creaciones (que son muchas). La complicada tesitura del papel protagonista, de la que ya hablaremos profusamente en próximas entregas, parangonable a la de Norma (estrenada también por Giuditta Pasta), con abundante incidencia en zona central y grave junto a fulgurantes ascensos, propia de soprano sfogato o prima donna assoluta, no es un problema para ella, que recuperó esa vocalidad en el siglo XX.
El arte de la eximia soprano se expresa tanto en lo vocal, en el que su sólida técnica y escuela de canto, a despecho de un timbre "especial", "difícil", desigual, del que no es predicable la belleza, pero sí la personalidad e individualidad, le permiten ofrecer impecable legato, morbidez, regulaciones dinámicas, dominio de la coloratura (en este caso casi siempre es requerida di forza) y un fraseo impagable por contraste, variedad de colores y de acentos, en el que las caracterísiticas y el clima del melodrama romántico están totalmente expresados. A ello le unimos su magnetismo, la capacidad para grabarnos a fuego frases, palabras, momentos. El dolor, la tristeza, la amargural, la ira, el sentido del perdón, todos los estados de ánimo de la reina Anna Bolena, sin olvidar el sentido áulico esencial en el melodrama.
Así, resultan inolvidables, el final del acto I con las palabras "Giudici ad Anna ? Giudici?" "AH segnata é la mia sorte si mi accusa chi condanna" que es las funciones de 1958 y tras el escándalo de la cancelación en Roma, resultaron inolvidables ( Ya contaremos el testimonio presencial de Elvio Giudici), el dúo con La Seymour (que ya hemos comentado) y esa química que siempre tuvo con la gran Simionato y la inolvidable escena final, en la que esa alternancia de momentos lúcidos con el delirio y la pérdida de razón, están genialmente expresados por la divina. La melancolía, la añoranza en la evocación de su feliz infancia en la sublime cantilena "Al dolce guidami" (en palabras de Massimo Mila en su crítica aparecida en "L'expresso el día 21 de Abril de 1957: "La Callas l'ha modulato con ineguagliabile perizia di mezzi toni, alla Benedetti Michelelangeli) para en un rasgo más de su cameleonismo artístico finalizar vibrante, lanzada, con acentos fieros, y tremendas subidas al agudo y descensos al grave, a la par de una coloratura di forza insuperable, la cabaletta final "coppia iniqua".
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Maria Callas reclama a sus compañeros para recibir las ovaciones interminables del público Scaligero después de la Bolena en 1957.
Gran Giovanna Seymour de
Giulietta Simionato con sus dos octavas y pico, bellas, impecablemente timbradas, esmaltadas y homogéneas de arriba a abajo. Un ejemplo de "uguaglianza". Perfecto suo "rapporto" dramático con la Callas (memorable su dúo en el acto II). Gran escuela de canto y técnica que le permiten sortear la escritura de filiación Rossiniana de su parte (sobre todo en el dúo con Enrico y en su aria "Per questa fiamma indomita" y la subsiguiente cabaletta). Ella y la Callas son las únicas dos de la representación, (algo normalen la época en que se rescata Anna Bolena despúes de tanto tiempo=, saben de qué va el bel canto.
Sólo cabría reprocharle una mayor fantasía y variedad en el fraseo, en el que la supera una norteamericana de la que hablaremos cuando toque su grabación
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Gianni Raimondi luce una voz juvenil, bellísima, esplendorosa, italianísima, con agudos rutilantes, plenos de squillo. Fuera de estilo y en las antípodas de lo que debería ser un papel creado para Rubini sí, con un canto, de pocas sutilezas y algo monocorde en su fraseo, sí, pero que se ve compensado con la efusión juvenil y una inmediatez irresistible. Así resultan memorables frases como "Ah così nei dì ridenti" o "Fin dal'età più tenera". Además, se vé aliviado por el corte de la escena de la torre, aria "vivi tu te ne scongiuro" y la cabaletta, imposible estilísticamente para ningún tenor de la época, en la que imperaba el estilo filoverista.
Muchísimo más discutible resulta a oídos actuales la actuación del bajo
Nicola Rossi Lemeni como Enrico VIII. De timbre ingrato y sofocado, canto rudo, vulgarísimo, absurdo sería decir fuera de estilo, porque ni lo imagina. Eso sí, tiene personalidad y acentúa con vehemencia e incisividad, más bien torva, todo hay que decirlo.
Asimismo, a esos mismos oídos actuales, les (nos) indigna la cruel podadura (empezando por la obertura
) que el maestro
Gianandrea Gavazzeni aplica a la partitura. A su interpretación le faltan 50 minutos respecto a las versiones completas. Hay que ponerse en situación, el belcanto excepto unas poquitas óperas había desaparecido del repertorio de los teatros, su estilo no digamos. Los modos de la
giovane scuola invadían todo los géneros, había que reproponer una ópera medio siglo olvidada a un público poco acostumbrado y de reacción imprevisible. Rudolf Bing la había rechazado para el MET a pesar de la petición de Callas. Una ópera vieja y aburrida dijo. El mismo maestro Gavazzeni (Bergamasco como el autor) no estaba completamente seguro de la valía de la obra: "No es de esas obras maestras que puedan sotenerse sin un afuerte colaboración ejecutiva" manifestó.
Dicho esto su trabajo es estupendo. Perfectas las atmóferas, impecable la colaboración con los cantantes, sólido el pulso y el sentido de la narración operística.
Mañana marcho de viaje. Me despido hasta la vuelta