Moïse et Pharaon (Rossini) Roma, Teatro dell'Opera, 11-12-10
Ildar Abdrazakov, Nicola Alaimo, Eric Cutler, Erika Grimaldi, Sonia Ganassi, Juan Francisco Gatell, Riccardo Zanellato, Barbara di Castri. Dirección Musical: Riccardo Muti. Producción: Pier Luigi Pier' Alli
Memorable velada operística la que pude vivir gracias a ese gigante de la batuta que es Riccardo Muti. Mosè era una ópera que me gustaba, pero no me apasionaba ni escuchaba muy a menudo. El genio del director Napolitano me la reveló como una auténtica obra maestra, compacta, marmórea de una grandeza clásica y rotunda. Sonido sedoso, mórbido, maleable, dúctil, transparente en el que se oía nítidamente la intervención de cada instrumento. Sentido de la concertación impecable con crescendi memorables, de los que crecen de verdad alcanzando el clímax y no esos como "capados" que tantas veces escuchamos. En fin, fabulosas dinámicas, variaciones en los da capo, pulso siempre firme, tensión teatral absoluta, sostén y estímulo a los cantantes. Bis de la plegaria "Dal tuo stellato soglio" (como sea en francés) ante el delirio del público y que resultó emocionantísima, sobrecogedora y maravilloso ese final de la obra, que no tiene nada que envidiar al del Ocaso de los Dioses. Inolvidable. Bravo Maestro!
En el elenco vocal destacó Sonia Ganassi, con las limitaciones de su instrumento, pero musical, dominadora del estilo, con sentido del legato, buena agilidad y fraseando siempre hermosamente. Ildar Abdrazakov, falto de autoridad, de empaste, de anchura, desguarnecido en el grave, pero canta con nobleza y buena línea. Estos son los papeles que debería frecuentar sin tocar Verdi ni más allá. Un tanto tosco y desigual el Pharaon de Nicola Alaimo. Eric Cutler (Amenophi) en un papel que estrenó Nourrit, muestra emisión gutural, ascensos al agudo y sobreagudo forzadísimos, abiertos y desagradables. A su favor, cierto entusiasmo y ese aire de honradez y sinceridad que suele acompañar a los cantantes americanos. Gatell canta bonito con vocecita enana y filiforme. Erika Grimaldi como Anaï, luce timbre grato pero graves problemas técnicos. El agudo no pasa, la afinación es sospechosa y la agilidad esforzada y borrosa. Me gustó mucho la producción de Pier Alli, preciosa, elegantísima, superando el estatismo de muchos momentos de carácter oratorial de la ópera con un uso acertado de las proyecciones (bellas y eficaces dramáticamente), a diferencia de las de La Walkiria de La Scala. El punto negro fué la absurda coreografía del Ballet.
_________________ "El canto como la belleza que se convierte en verdad" (Friedrich Schiller)
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