El Oro del Rin
Las Hijas del Rin, protegen el oro sagrado que el río alberga. El nibelungo Alberich las pretende, pero es rechazado y puesto en ridículo. Entonces maldice el amor y roba el oro, pues quien lo posea y lo haga fundir en un anillo, recibirá poderes ilimitados.
En una ocasión, el dios Wotan había cortado una rama del Fresno del mundo para tener sabiduría y poder infinitos. Del mismo modo en que ahora Alberich fundió un anillo, Wotan con la rama hizo una lanza y grabó en ella leyes y contratos convirtiéndose así en el encargado de respetarlos.
Tanto Alberich como Wotan pagan un precio alto:
a. Alberich tuvo que renunciar al amor.
b. Wotan a un ojo.
Wotan se hizo construir por los gigantes Fafner y Fassolt el castillo del Walhalla, ofreciéndoles como salario a Freia, sin la cual los dioses se harían viejos. Precisamente para evitar esto, Wotan propone a los gigantes como gratificación, siguiendo el consejo de Loge, ofrecerles el oro y el anillo del nibelungo.
El tesoro de Alberich será robado con astucia y violencia, y el nibelungo maldice su anillo.
El oro es pesado en una báscula en cuyo plato opuesto colocan a Freia. Wotan tendrá que entregar también el anillo como parte del precio estipulado. Pero éste no lo quiere entregar aunque renuncia a él cuando la sabia Erda surgida de las profundidades, profetiza que los dioses también serán sometidos a la suerte ineludible del eterno nacer y perecer, y que el anillo acelerará su proceso.
La maldición de Alberich se consuma en los gigantes. Fafner mata a su hermano Fassolt en la lucha por anillo.
Tras una tormenta que descarga las tensiones acumuladas, los dioses se dirigen a través del arco iris hacia el Walhalla.
En la profundidad se lamentan las Hijas del Rin por la pérdida del oro.
“El Oro del Rin” o “Das Rheingold” empieza con una especie de simbología de la creación del mundo. Según la mitología alemana, al comienzo estaba el agua. Esta situación primitiva la descubrió Wagner durante una siesta del 5-9-1853:
“Caí en una especie de estado de sonambulismo, y noté de modo repentino como si estuviera hundiéndome en una corriente de agua. El ímpetu del agua se convirtió en el acorde de mi bemol mayor, ampliamente desarrollado en los arpegios…”
Esta aparición musical fue posteriormente enriquecida por un sonido de trompeta (que aparece como símbolo de la Naturaleza). Cuando aparecen las Hijas del Rin surge un nuevo elemento musical a la pentatonalidad de la línea musical. El lenguaje sonoro de las Hijas del Rin, su “Weia, Waga, Woge” indica un nacimiento, aparición y origen, un inicio mitológico.
Al área estilística del despertar de la Naturaleza pertenecen también los motivos musicales del oro, que desde tiempo inmemorial se encuentra en las profundidades del Rin, la visión del jardín de Freia, donde maduran las manzanas de oro (que otorgan a los dioses la inmortalidad y juventud), la tormenta con el dios que imprime movimiento a su martillo, y el arco iris que Froh extiende en el sol vespertino sobre el valle hacia el castillo.
Esta simbología de la creación nace bajo la mirada del espectador, y todo el preludio de la ópera describe la creación del Rin, y por lo tanto, simbólicamente la creación del mundo germánico.
Creado el Rin, en la primera escena, se ve como empieza a brillar un bloque inmenso de oro que está situado al fondo de las aguas y custodiado por tres ninfas, que según la mitología, son las Hijas del Rin. Este oro tiene un gran valor porque simboliza la esencia de la hermandad.
Se puede interpretar pues, lo siguiente:
1. RIN: NACIÓN GERMÁNICA
2. ORO: CORAZÓN DE LA NACIÓN GERMÁNICA
Una vez se ha creado el Rin y se ha visto el esplendor de su oro, aparece de debajo el fango un nibelungo, Alberich, que intenta seducir a las Hijas del Rin en vano, y que después de ser rechazado y enredado diversas veces por éstas, se da cuenta de la presencia del oro en las profundidades del río.
Alberich advierte a las tres ninfas para que custodien ese oro, porque alguien, pensando en sí mismo, puede robarlo.
Las Hijas del Rin se muestran tranquilas e inconscientemente proporcionan a Alberich toda la información necesaria para que Alberich se apodere del oro.
“¿Tú de dónde sales ignorante? ¿No has oído hablar del oro del Rin? (…) La pureza del oro no despreciarías si supieras la magia que contiene. La riqueza del mundo podría ser para aquél que con el oro del Rin hiciera un anillo que le otorgaría un poder incalculable. (…) ¿No sabes, pues, a quién únicamente le está permitido forjar el oro? (…) Sólo a aquél que solemnemente abjure del poder del amor, a aquél que renuncie a los placeres del amor, sólo aquél recibirá la magia para forjar un anillo con el oro. (…) Entonces, estamos a salvo y no debemos preocuparnos, pues todo lo que vive, quiere amar: y nadie renunciará al amor”.
Pero se equivocan porque Alberich, renuncia al amor cantando un tema en el que aparece el leitmotiv de la renuncia al amor (que aparecerá a lo largo de toda la Tetralogía) llevándose el oro de las Hijas del Rin.
“¡El poder absoluto podría alcanzar! ¿Si no consiguiera el amor, no podría con astucia, obtener el placer? ¡Seguid riendo! ¡El nibelungo se dispone a jugar con vosotras! (…) ¡Yo apago vuestra luz, arranco el oro de la roca y forjaré el anillo de la venganza! Que las aguas lo oigan: ¡maldigo por siempre al amor!”.
Alberich se llevará el oro a la morada subterránea del Nibelheim, donde viven los nibelungos. Forjará un anillo y, a su vez, encargará a su hermano Mime que le forje un yelmo (el poseedor del cual podrá transformarse en lo que quiera, volverse invisible y desplazarse al instante).
Si la primera escena sucede en las profundidades del Rin, la segunda empieza en una zona al aire libre en las alturas de las montañas cercanas al Rin. Fricka despierta a su marido preocupada porque los gigantes Fafner y Fassolt a quienes Wotan ha encargado la construcción del Walhalla, han terminado su obra, vendrán a cobrar el precio estipulado.
Wotan ofreció a los gigantes la joven diosa Freia pero confía que podrá pagar a los torpes gigantes con otra “moneda”, pues entregando a Freia, contribuye a acelerar el envejecimiento de los dioses. A pesar de la insistencia de Fricka, Wotan está tranquilo, además, Loge, su consejero, le ha ofrecido su ayuda, sin embargo, la orquesta recuerda insistentemente la importancia y el carácter de sus pactos con el leitmotiv del pacto.
Cuando los gigantes van a exigir el precio pactado, Wotan finge que no sabe cuál es. Los gigantes le recuerdan que les prometió a la diosa Freia. El dios que nunca es menos divino que en este momento, pone cara de asombro: él nunca lo ha dicho en serio. Suena entonces el leitmotiv del pacto feamente deformado en la orquesta.
Mientras Wotan solo puede pensar en que aparezca Loge con algún ardid y le solucione el problema, Fassolt hace amargos reproches al dios supremo, mientras que su hermano Fafner tiene una razón poderosa para no apartarse del pacto, pues Freia es la diosa encargada de custodiar las manzanas cuyo consumo concede la juventud eterna a los dioses y, si se va con los gigantes, los árboles se marchitarán y con ellos, la raza de los dioses.
Se trata en este punto de una alusión a la lucha incesante por el poder que también el mundo mitológico tiene en vilo a todos, a los dioses, a los gigantes, a los enanos y por último también a los hombres.
Los gigantes no ceden y quieren llevarse cuando antes a Freia mientras en la orquesta se oye el leitmotiv tierno y lírico de Freia que siempre la acompaña.
Froh y Donner impiden el paso a los gigantes cuando éstos quieren llevarse a Freia a la fuerza, y es en este momento cuando aparece Loge.
Éste primero elogia, casi exageradamente el suntuoso castillo y el precio pactado le parece justo. ¿Quién podría renunciar al amor? Nadie está dispuesto a ello. Los dioses lo escuchan atentamente y sorprendidos y los gigantes vuelven a sentir confianza.
Entonces es cuando entramos en una de las escenas más importantes de este Prólogo, el momento en que Wotan, casi desesperado, ante la extrema angustia de que los gigantes se lleven a Freia y adelanten el envejecimiento y fin de los dioses, pide al dios del fuego que le aconseje bien, y le dice:
“¡Aconséjame inteligentemente! Sabes que no fue otra cosa que tu juramento de liberar a la noble prenda lo que me empujó a dar mi consentimiento, cuando los creadores del castillo, me pidieron a Freia como pago por su trabajo.”
Loge, astuto como es, le responde a Wotan que únicamente lo que prometió fue pensar el modo de cómo liberarla, pues cómo iba él a encontrar lo que no existe y no se puede obtener.
“¡Te llamas Loge, pero yo te llamo mentiroso!”- le contesta Wotan a Loge. Es aquí donde Wagner hace un juego de palabras entre Loge y Lüge (que en alemán significa “mentira”). Loge continua:
“Busqué en vano, y ahora lo veo todo claro: no hay nada en todos los mundos tan apreciado por los hombres, que pueda sustituir el valor y la belleza de una mujer”.
Sin embargo, sigue diciendo Loge, como quien no quiere la cosa, que hay alguien que vencido por la ambición de poder y de riquezas, ha renunciado al amor: y éste es Alberich que acaba de robar el oro a las Hijas del Rin.
Las Hijas del Rin se han dirigido a Loge, explica, para que exponga el caso a Wotan y éste les devuelva el oro. Wotan se enfurece al escuchar la narración sin sentido aparente de Loge, pero, Fassolt que ha escuchado atentamente, señala a su hermano el peligro que supone que el oro esté en manos de los nibelungos, que son sus peores enemigos.
Loge sigue diciendo sin darle importancia, que el oro en las profundidades del Rin es un metal sin valor, pero el anillo que se puede fabricar con él, asegura el dominio del mundo. Wotan ya había oído hablar del oro del Rin y de sus signos de valor.
Sólo entonces los presentes parecen comprender la gravedad del asunto, y ya es demasiado tarde, puesto que Alberich ya ha renunciado al amor y ha forjado el anillo, y su poder será, por lo tanto, ilimitado.
La inquietud se apodera de los dioses. Wotan con decisión, dice: “Tengo que poseer este anillo”.
Es en este momento cuando los gigantes deliberan y deciden que están dispuestos a renunciar a Freia si a cambio se les entrega el oro.
¿Pero cómo podrían dar algo o prometer algo que no les pertenece y que está fuera del ámbito de su posesión? Sin embargo, obtener este oro ahora es cosa fácil, no es necesario renunciar al amor, puesto que Alberich ya lo ha hecho, y entonces es cuando la astucia de Loge aconseja nuevamente a Wotan:
“Robándolo! Se le roba al ladrón lo que el ladrón robó. ¿Acaso hay otra manera más simple de conseguir propiedades? Pero con siniestras defensas Alberich guarda su oro. Debes actuar con inteligencia si quieres llevar al ladrón ante la justicia y devolver a las Hijas del Rin su brillante juguete, el oro, pues eso es lo que ellas te suplican”
Los gigantes dan a los dioses un plazo hasta la noche y se llevan a Freia como rehén y el efecto se nota de inmediato: una niebla gris parece asentarse sobre el paisaje, los rostros de los dioses aparecen de repente marchitos y viejos apoderándose de ellos un sentimiento de derrota. Wotan reacciona: “¡Al Nibelheim!”
Loge y Wotan en la tercera escena bajan a la morada subterránea del Nibelheim decididos a robar el oro, el anillo y el yelmo mágico, que Alberich ha ordenado que forjara Mime.
En el sentido musical esta bajada es muy destacable porque la música realiza una especie de bajada descendiente, que progresivamente se va escuchando cada vez más, plasmándose en el repique de los martillos de los nibelungos sobre los yunques donde se trocea y se trabaja el oro.
Aparece el leitmotiv de los nibelungos y es de importancia destacar que esta bajada que Wagner reproduce y que representa el descenso de Loge y Wotan al reino de los nibelungos, la copia pero en sentido contrario cuando los mismos elevan al Walhalla el oro, el anillo, el yelmo mágico y a Alberich.
Antes de que Loge y Wotan realicen su aparición en la morada subterránea de los nibelungos, vemos que Alberich está ejerciendo de tirano con su pueblo y sobretodo con su hermano Mime, a quien ha encargado que le forje un yelmo con parte del oro que ha robado a las Hijas del Rin.
El leitmotiv del yelmo mágico es el fragmento más sobrecogedor de todo “El Oro del Rin” puesto que está escrito en tono menor y usando una instrumentación que sugiere un mundo misterioso de fuerzas ocultas que actúan fuera de todo control, y además de la sensación de un aire malévolo de incógnito poderío.
Cuando Alberich se prueba el yelmo mágico desaparece y hacen su entrada Wotan y Loge que encuentran a Mime en un estado lamentable. Les cuenta que Alberich los tiene, a él y al resto de nibelungos, esclavizados y que su propio hermano le ha obligado a hacer lo peor:
“(…) un yelmo forjado me obligó a hacerle, y me ordenó con todo detalle cómo debía fabricarlo. Bien me di cuenta, astuto, qué inmenso poder poseía ese trabajo que realicé sobre el metal: guardar para mí quise ese yelmo, para con su magia librarme del poder de Alberich y tal vez, si, tal vez superar del tirano las exigencias, y ponerlo bajo mí dominio, arrebatarle el anillo, para que, así como soy esclavo de su astucia, ¡liberarme y dominarle a él de forma parecida!”
En este momento se hace patente que Mime también ansia conseguir el anillo que ahora está en poder de Alberich, y por otro lado, lo difícil que será para los dioses recuperar la joya, más Wotan confía una vez más en la astucia de Loge que ya le ha sacado de más de un apuro:
“Pero el enemigo caerá con la ayuda de tu astucia”- le dice Wotan.
Con la entrada de Alberich empieza el episodio de su captura. Los visitantes ponen en conocimiento del nibelungo que la noticia de su nuevo poder ha llegado hasta los umbrales del Walhalla, pero por primera vez, un suspicaz Wotan le pregunta:
“¿Para qué te sirve este montón de oro en un Nibelheim sin alegría, si nada puedes obtener con tesoros?”.
Pero la intención de Alberich no es amontonar tesoros allí, él ansía a dominar el mundo entero, vivir al aire libre a semejanza de los dioses. Es en este momento donde la orquesta pone de manifiesto la astucia de Loge, con el leitmotiv del Loge burlón:
“Un anillo agitaste con fiereza y tu pueblo tembló ante él: pero si cuando estás dormido un ladrón se te acercara y el anillo hábilmente te quitara, ¿cómo podrías, con tu sapiencia, evitarlo?”
Alberich se enoja y facilita la clave al astuto Loge:
“Loge se cree siempre el más listo; piensa él que los demás somos tontos: (…) Ese yelmo que hace invisible me inventé yo mismo; (…) y puede cambiarme rápidamente a mí voluntad, y modificar mí figura consigue ese yelmo: nadie me ve cuando me busca; pero estoy en todas partes, oculto a las miradas. Así, pues, sin preocupaciones, incluso de ti estoy seguro ¡amigo que te preocupas por mí!”.
Loge ya tiene lo que buscaba y juega con el ansia de superioridad e inteligencia de Alberich, haciendo ver que no cree que el yelmo contenga el poder que Alberich le otorga, y lo desafía a que le demuestre que todo lo que le ha explicado es cierto.
“¡Ahora te atormentará la envidia! Decide, ¿qué forma quieres que tome ahora mismo ante ti?”- le dice Alberich, y Loge lo manipula nuevamente: “La forma que quieras: basta con que me dejes atónito de sorpresa”.
Alberich se transforma en un gran dragón y Loge finge tener miedo, de nuevo aparece el leitmotiv del Loge burlón que subraya sus palabras:
“(…) Pero igual que has crecido, ¿puedes también encogerte y hacerte pequeñito? Eso me parece lo más inteligente, para, astuto, huir de los peligros: ¡pero eso sería demasiado difícil!”
Una vez más Alberich demuestra, que a pesar de todo, a pesar de tener poder, está faltado de inteligencia y no ve las intenciones claras de Loge, y alardea ante él con su nuevo juguete, el yelmo mágico:
“¡Demasiado difícil para ti, porque eres demasiado tonto! ¿Qué tamaño quieres que tenga?”- dice Alberich y Loge le contesta “Que quepas en la más estrecha grieta donde temeroso se oculta el sapo”.
Alberich se convierte en sapo por propia vanidad y en este momento es cuando Loge da la orden a Wotan para que atrape a Alberich. Wotan pone un pie encima del sapo y Loge le quita el yelmo mágico de la cabeza y Alberich recobra su aspecto o retoma su figura de nibelungo y entonces Loge lo ata fuertemente. Los dioses arrastran la prisionero a la superficie terrestre.
La captura de Alberich es una narración destinada a mostrar como el excesivo orgullo puede nublar la astucia incluso de los más poderosos, y caer en una sencilla trampa. El tesoro del nibelungo es recuperado no con fuerza sino con astucia.
Wotan y Loge ascienden con Alberich al Walhalla y Wagner utiliza el mismo motivo que usó para la bajada al Nibelheim, pero en sentido ascendiente.
En la cuarta escena, una vez en el Walhalla, Alberich al verse derrotado y vencido por los dioses, hace una cosa que tendrá una importancia vital para toda la Tetralogía: lanzará una maldición contra el anillo, y dice que en un futuro, todo aquel que lo posea acabará muriendo.
(…) “Pues entonces, déjame que te dé el primer saludo de mi libertad. Por una maldición llegó a ser mío, pues que ahora el anillo sea siempre maldito. Su oro me otorgó un poder ilimitado, que ahora su magia traiga la muerte a aquel que lo lleve. Ningún hombre será feliz con él, ningún hombre afortunado vera la sonrisa de su resplandor. Cualquiera que lo posea se sentirá agobiado por problemas, y cualquiera que ahora lo tenga será acosado por la envidia. Todo el mundo ansiará poseerlo, pero nadie le sacará provecho. Sin beneficio alguno, su dueño lo habrá de vigilar, pues el anillo le llevará hasta sus asesinos. Convencido de que ha de morir, el cobarde se verá poseído por el miedo. Mientras viva, suspirará por la muerte, y el señor del anillo se convertirá en su esclavo, hasta que mis manos vuelvan a sostener lo que me fue robado. Esta es la suprema bendición que el nibelungo otorga a su anillo. Ahora, te lo puedes quedar... ¡Guárdalo bien! ¡No escaparás a mi maldición!”
Llegan hasta el Walhalla los gigantes Fafner y Fassolt a cobrar el nuevo precio estipulado. Wotan ofrece pagarlos con el oro robado a los nibelungos, a cambio de la diosa Freia. Fafner piensa que ese oro debe tener un valor muy importante para que Wotan les proponga ese cambio, pero el otro gigante Fassolt, que se ha enamorado de la diosa Freia, no quiere aceptar ese trueque. Ante las presiones de su hermano Fafner, Fassolt acaba accediendo con la condición de que sólo renunciará a Freia si no la ve, por lo tanto, la cantidad de oro que Wotan deberá entregarles deberá ser suficiente para cubrir, de arriba a bajo, todo el cuerpo de la diosa.
Se reúne todo el oro, pero quedan dos partes por tapar: una es cubierta por el yelmo mágico, y la otra sólo podrá ser tapada por el anillo, a lo que Wotan se opone.
La gran pregunta es ¿por qué Wotan no quiere entregar ese anillo?
En este punto es donde empiezan las confusiones en la Tetralogía. Creemos que todas la dudas quedan resueltas en la primera jornada, que no adelantaremos, y a esta conclusión llegamos “cogiendo” las obras no en su orden habitual, es decir “Oro”, “Walquira”, “Sigfrido” y “Ocaso”, sino precisamente al revés, tal como surgieron en la mente de Richard Wagner. De este modo, la impresión que tenemos ahora, dista mucho de lo que en un principio habíamos planteado.
Este anillo forjado con el oro robado a las Hijas del Rin por Alberich, concentra el poder, y por lo tanto quien tenga este anillo tendrá el poder.
•¿Y POR QUÉ ESTE ANILLO SIMBOLIZA EL PODER?
Pues porque el hecho de haber transformado aquel oro en un anillo, que, en una primera fase, estaba en estado puro en las profundidades del Rin como mineral inerte y perteneciente a la Naturaleza como orden natural, hace que al ser robado por Alberich y convertido en un anillo, deje de tener un valor patriótico, un valor simbólico y espiritual, que es lo que decíamos al principio que representa el oro, y se convierta en un SIMBOLO DE PODER: ha pasado por las manos del hombre, (en este caso de un nibelungo) y lo transforma en una mercancía, en un bien cultural representando también la emancipación de la Naturaleza, el proceso por el cual la humanidad pasa de un sistema natural a un sistema de producción industrial. Wotan es el padre de los dioses y necesita poder, por esto no está dispuesto a librar a los gigantes el anillo. Esta es la segunda fase por la que atraviesa el oro.
Una vez Wotan y Loge arrebatan a Alberich el oro, el metal será sometido a una maldición lanzada por el nibelungo, y acabará en manos de Fafner, el cual ignora el verdadero valor del oro, por esto, la tercera fase por la que pasará el oro será denominada como una fase de sometimiento, estará en un proceso de “manos muertas” y el oro devendrá improductivo bajo su control. No podrá, mientras él lo someta, ni beneficiar ni perjudicar a nadie, ni a los nibelungos ni a los dioses.
Pero el dios Wotan cambia de opinión cuando entre los dioses aparece Erda y que le recomienda que les de el anillo a los gigantes. Erda dice a Wotan que ese anillo es fruto de la mercantilización de los valores individuales y espirituales, así como patrióticos. Este anillo llevará a la perdición a aquel que lo posea, tal y como ha dicho Alberich.
“¡Cede Wotan, cede! ¡Evita la maldición del anillo! Una imparable y oscura destrucción te procurará su posesión. (…) Todo lo que fue lo sé, todo lo que existe, todo lo que será, también lo veo: el mundo eterno, mujer de los orígenes, Erda te advierte contra tu valor. Tres de mis hijas concebidas en los orígenes dio a luz mi cuerpo: lo que yo veo, te lo dicen cada noche las Nornas. Pero el más grave peligro me ha movido hoy a venir en persona a verte aquí: ¡escucha, escucha, escucha! Todo lo que existe, acabará. Un dia oscuro amanece para los dioses: te lo aconsejo, ¡líbrate del anillo!. (…) Te he advertido, ya sabes lo suficiente: ¡piensa con cuidado y temor!”
Wotan le hace caso a Erda y entrega el anillo a Fafner y Fassolt. En este momento el primer poseedor del anillo cae en desgracia, puesto que el gigante Fassolt tiene que compartir el tesoro con su hermano Fafner, que quiere el anillo solamente para él por todos los medios.
Fafner se ha apoderado del mismo y pretende quedárselo. Se pelea con su hermano Fassolt y en la lucha Fafner le clava una maza y lo mata, con lo cual el gigante Fafner queda como poseedor del anillo, del oro y del yelmo mágico que permite cambiar de apariencia física.
Sólo en este momento Wotan es consciente de la maldición del anillo y es en este punto, donde la Tetralogía realiza un giro crucial:
“¡Ahora me doy cuenta del terrible poder de la maldición!. ¡Como me paraliza el miedo! Miedo y ansiedad se apoderan de mi mente. Erda debe enseñarme cómo acabar con esto. ¡He de bajar a buscarla!”
Por otro lado los dioses que ya han pagado su Walhalla, a través del arco iris empiezan a elevarse hacia el palacio donde vivirán por siempre más, acompañados por una marcha espectacular que es precisamente el leitmotiv del Walhalla pero con el son de fondo de las Hijas del Rin que reclaman el oro perdido. Finaliza así la cuarta escena de “El Oro del Rin”.
brunilda
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