¡Yuhuhu!
Aquí está lo prometido…
¿Qué va a pasar? Sinopsis argumental
La acción sucede en Roma entre los años 58 y 62, durante el reinado del emperador Nerone.
PRÓLOGO. La Fortuna y la Virtud discuten sobre cuál de las dos diosas tiene una mayor influencia en la vida de los seres humanos (“Deh, nasconditi, o Virtù”), pero llega el Amor que vendrá a revolucionar todo como dueño absoluto del mundo. En ese mismo día, la Virtud será la perdedora ante la Fortuna gracias a los manejos del Amor y su madre Venus; ya desde el prólogo estará presente en la ópera una tónica de cinismo.
ACTO I. De madrugada, el general Ottone, amante de Poppea –en la vida real fue su segundo esposo–, llega de su exilio como gobernador de la provincia de Lusitania (“E pur io torno qui, qual linea al centro”), y advierte que hay dos guardias pretorianos de la escolta del emperador, adormilados ante la puerta del palacio de Poppea. Nerone ha pasado la noche con su amante, la patricia Poppea. Ottone se lamenta (“Apri un balcon, Poppea”), y los guardias de escolta comentan que el emperador desatiende las numerosas obligaciones del gobierno del vasto imperio porque sólo está pendiente de sus amores con Poppea (“Chi parla?…).
Tras una noche de amor, Nerone y Poppea se despiden al amanecer, en un dúo de gran sensualidad (“Signor, deh, non partir”). Sus amores han de permanecer ocultos hasta que el emperador repudie a su esposa Ottavia. Cuando Nerone se ha marchado, Poppea se recrea en las promesas de su amante (“Speranza, tu mi vai”): repudiar a Ottavia, desposarse con ella y hacerla emperatriz. Todo ello sucederá gracias a la ayuda de Amor y Fortuna (“Non temo, no… Per me guerreggia Amor, e la Fortuna”). La nodriza Arnalta, que actúa como su confidente, advierte a la ilusionada Poppea en contra del peligro de la situación, pues teme la venganza de la emperatriz.
La emperatriz Ottavia ha descubierto los amores de Nerone y se siente traicionada y humillada (“Disprezzata regina”), aunque no piensa en pagarle de la misma forma tomando un amante, como le sugiere su nodriza. El filósofo estoico Séneca, preceptor del emperador, intenta que Ottavia se resigne ante las servidumbres de su condición femenina y de emperatriz (“Ecco la sconsolata donna”), en nombre del honor y la virtud. Estos argumentos desencadenan las protestas del paje de Ottavia, que amenaza a Séneca, pues lo considera un falso sabio que hasta el momento ha vivido muy bien aprovechándose de su posición privilegiada en el palacio imperial, y que es incapaz de aconsejar nada práctico a su señora. Ottavia ruega a Séneca que interceda por ella ante el pueblo y el senado, y se dirige al templo a orar. Cuando se queda solo, Séneca reflexiona sobre los engranajes y las miserias del poder (“Le porpore regali imperatrici”). En una aparición, la diosa Palas le advierte de las desgracias que le amenazan: cuando se cumplan, Séneca recibirá un aviso de Mercurio.
Llega Nerone, y discute acaloradamente con su preceptor Séneca a causa de los amoríos con Poppea, pues ha decidido repudiar a Ottavia por ser frígida y estéril para contraer matrimonio con su amante (“Son risoluto insomma”). Séneca intenta disuadirle, pero Nerone está dispuesto a hacer su voluntad. La escena revela los ejes de poder que ejercen ambos personajes: el capricho del tirano que impondrá su voluntad frente a los argumentos racionales.
Tras la agria discusión con Séneca, se produce otro encuentro amoroso entre Nerone y Poppea, con un apasionado dúo (“Come dolci, Signor, come soavi”). Poppea ejerce su poder sobre Nerone, y obtiene la promesa de hacerla emperatriz ese mismo día, además de hacer que el emperador ordene el suicidio de Séneca, que es un obstáculo a sus ambiciones por su oposición al repudio de Ottavia y al matrimonio y ascenso de Poppea al trono imperial.
Poppea se encuentra después con Ottone, que le reprocha su traición y su infidelidad, y le suplica que no lo abandone. Ella atribuye los hechos al destino que ya desde siempre pesaba sobre él, abocado a ser el perdedor (“Ad altri tocca in sorte”). Ottone comprende que la nueva posición de Poppea representará un peligro, aunque sigue enamorado de ella. Aparece Drusilla, dama de la emperatriz Ottavia, que desde hace tiempo ama a Ottone en secreto, y éste decide corresponder a sus sentimientos, aunque sabe que es incapaz de olvidar a Poppea (“Ottone, torna in te stesso”).
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Busto del emperador Nerón</center>
ACTO II. En los jardines de su villa, Séneca está solo y lejos de las intrigas de la corte (“Solitudine amata”), y recibe la visita de Mercurio, que le anuncia su próxima muerte. Llegan varios miembros de la guardia pretoriana con su capitán, que comunica a Séneca la sentencia de muerte con una orden de suicidio de parte de Nerone (“Amici, è giunta l’ora”). Tras cortarse las venas, el filósofo muere desangrado en el baño, rodeado de amigos y discípulos que tratan en vano de disuadirlo y lamentan el hecho (“Non morir, non morir, Seneca”).
La escena siguiente es un fuerte contraste con los acontecimientos anteriores. Por un lado, el paje y la doncella de Ottavia cantan un divertido dúo amoroso en palacio (“Sento un certo non so che”). Por otro, la noticia de la muerte de Séneca es celebrada por Nerone, que se emborracha con su amigo el poeta Lucano, sobrino del filósofo recién fallecido (“Or che Seneca è morto, cantiam, Lucano”): Nerone y Lucano rivalizan cantando a la belleza y encantos de Poppea (“Bocca, bocca”).
El desesperado Ottone, que ha llegado a considerar la idea de matar a Poppea, prefiere seguir amándola a pesar del sufrimiento que le causa (“I miei subiti sdegni”). Pero Ottavia, herida en su orgullo, no se resigna: desea vengarse de Nerone, y para ello ordena a Ottone que mate a Poppea, bajo la amenaza de denunciarlo al emperador por haber intentado forzarla, algo que es falso (“Tu, che dagl’avi miei”). Ottone deberá disfrazarse de mujer para asesinar a Poppea.
Drusilla, que ignora las conspiraciones urdidas a su alrededor, manifiesta su alegría por las promesas de amor de Ottone (“Felice cor mio, festeggiami in seno”). Tras una escena burlesca del paje y la nodriza de Ottavia sobre la juventud y la vejez, Ottone aparece angustiado por la idea de tener que asesinar a Poppea, y Drusilla le ofrece sus vestidos para disfrazarse (“Io non so dov’io vada”).
En sus aposentos, Poppea es feliz por la muerte de Séneca, que allana su camino hacia el trono imperial (“Or che Seneca è morto, Amor, ricorro a te”), y promete a Arnalta llevársela con ella como persona de máxima confianza. Vencida por el sueño, Poppea se adormece en el jardín tras una canción de cuna de Arnalta (“Oblivion soave”). Ottone, disfrazado como Drusilla, intenta asesinar a Poppea, pero Amor desciende del cielo para protegerla (“Dorme, l’incauta dorme”) y detiene el brazo de Ottone cuando se dispone a apuñalarla (“Eccomi trasformato”). Poppea se despierta y cree que es Drusilla quien la ha atacado; Arnalta pide socorro a los criados y Ottone huye. Amor celebra su victoria, y anuncia que convertirá a Poppea en emperatriz.
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Nerón y Séneca, del escultor Eduardo Barrón</center>
ACTO III. Drusilla, que cree que Poppea ya ha sido asesinada, se alegra por el éxito del plan urdido por Ottavia (“O felice Drusilla”). Pero aparece Arnalta con la guardia, acusando a Drusilla del asesinato (“Ecco la scellerata”). Drusilla es interrogada cruelmente por Nerone, y se confiesa culpable ante las amenazas de tortura y la sentencia de muerte. Ottone explica lo que en realidad ha ocurrido: él ha atentado contra la vida de Poppea, disfrazado con los vestidos de Drusilla por orden de Ottavia (“No, no, questa sentenza”). Nerone decreta el exilio para Ottone y exculpa a Drusilla, que pide permiso al emperador para seguir a su amado. El asesinato planeado por la emperatriz da a Nerone una excusa concreta para repudiarla, como así lo hace en un solemne decreto, ordenando que sea abandonada en una embarcación a la deriva en medio del mar.
Llega Poppea: Nerone le revela la conjuración tramada por Ottavia, a la que ya ha repudiado, para casarse con ella de inmediato y hacerla emperatriz (“Signor, oggi rinasco”). Arnalta se alegra por su nueva posición de privilegio como confidente de Poppea (“Oggi sarà Poppea”); en contraste, Ottavia canta un dramático adiós a Roma (“Addio Roma! Addio patria!”).
La escena final da título a la obra, y es la glorificación de Poppea (“Ascendi, o mia diletta”), a la que todo el mundo aclama por su belleza. Los cónsules y tribunos cantan a la nueva emperatriz. Venus y los amorcillos de su cortejo bajan del cielo, y el Amor concede a Poppea el título de diosa. El final de la ópera es un dúo lleno de intimismo y sensualidad, en el que Nerone y Poppea celebran a solas el triunfo de la pasión amorosa (“Pur ti miro, pur ti godo”).
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Poppea Sabina (Museo Arqueológico de Olimpia)</center>