SEMIRAMIDE.
Melodramma tragico en dos actos por Gioachino Rossini.
Libreto: Gaetano Rossi basado en la tragedia de Voltaire
Estreno: La Fenice de Venecia
Fecha: 1823 - 3 de febrero
Acción: Babilonia, Mesopotamia, alrededor del año 800 A.C.
Personajes e intérpretes del estreno:
SEMÍRAMIDE Reina de Babilonia, viuda de Ninos. ISABELLA COLBRAN.
ARSACE General del Ejército Asirio. ROSA MARIANI.
ASSUR Príncipe, antiguo amante de Semiramide. FILIPPO GALLI.
IDRENO Príncipe de la India. JOHN SINCLAIR.
AZEMA Hija de Semiramide. MATILDE SPAGNA.
OROE Sumo Sacerdote de Baa. LUCIANO MARIANI.
MITRANE Capitán de la Guardia Real.
FANTASMA DE NINOS Espíritu del rey Nino.
Tras el estreno en Viena de "Zelmira"y de regreso a Italia, Rossini se instaló en Bolonia en casa de sus padres, e inició la composición de la ópera “Semiramide” para el Teatro La Fenice de Venecia. En diciembre interrumpió la composición, siendo invitado por el príncipe Metternich al Congreso de Verona. El compositor escribió cuatro cantatas de alabanza: “Il vero omaggio”, “La Sacra Alleanza”, “L’augurio felice”, e “Il bardo”. La primera fue ejecutada en público; las otras tres fueron ofrecidas en audiciones privadas para los dignatarios del Congreso.
“Semiramide”, ópera trágica en dos actos, fue presentada el 3 de febrero de 1823 en Venecia y recibió la ovación del público. Este fue el último estreno de Rossini en un teatro italiano: se cerraba así su carrera en Italia, iniciada en 1810.
Con Semiramide, Rossini cerró brillantemente su época italiana dejando un verdadero testamento estético que pone fin a este género cortesano y aristocrático de la Europa de los siglos XVIII-XIX que exalta valores y virtudes –justicia o venganza, pasión o piedad–, habitualmente encarnados por personajes idealizados procedentes de la historia clásica. A partir de la Tragédie de Sémiramis (1748) de Voltaire, la obra se basa en dos temas tan importantes en la tradición clásica como la venganza de sangre –que aparece ya en el matricidio de Electra o el del incesto involuntario –presente por ejemplo en Edipo–, protagonizados por la mítica reina asiria Semíramis. Ésta decide, años después de haber asesinado a su marido Nino con la complicidad de su amante Assur, casarse con el joven general Arsace. La decisión encierra un incesto involuntario, porque Semiramide ignora que Arsace es en realidad su hijo Ninia que Assur hizo desaparecer de la corte siendo muy pequeño. Sin embargo, el fantasma del rey Nino, que reclama una víctima para expiar una falta no castigada (de hecho, su asesinato por Assur), tiene un papel decisivo en el final trágico en que Ninia mata involuntariamente a su madre Semiramide. Voltaire tiene muy en cuenta, además, dos grandes tragedias de Shakespeare, Hamlet y Macbeth, como pone de manifiesto la presencia del fantasma del esposo asesinado. Prescinde, en cambio, de otros aspectos que la larga tradición alrededor de Semíramis –que remonta a la antigüedad griega y llega al siglo XIX con autores tan importantes como Dante, Calderón de la Barca, Crébillon o Metastasio– había asignado a la fundadora de Babilonia, como son un marcado carácter libidinoso e incestuoso de la reina, su capacidad militar o el increíble parecido físico entre madre e hijo. Desde el punto de vista musical, Rossini, después de las innovaciones de los años pasados en Nápoles, vuelve deliberadamente a la estética de la opera seria que había seguido en su Tancredi diez años antes, con la estructura en números cerrados y la tensión dramática confiada a las arias y dúos. Ya hacía tiempo que en sus creaciones Rossini volvía a reivindicar el canto ornamentado propio del siglo XVIII, del estilo galante tardío, última emanación del barroco, en gran parte debido al regreso de esta estética como refugio ante las crecientes invasiones de sentimiento romántico y revolucionario que se estaban anunciando, pero que aún no habían estallado por completo. Decidido a defender el estilo que consideraba irrenunciable, en Semiramide Rossini impuso una exhibición de canto tan florido que uno tiene la sensación de encontrarse ante un crecimiento casi “patológico” de una forma viva que está a punto de extinguirse. No sólo la protagonista de la obra, Semiramide –que debe cantar con infinitas roulades vocales y frases repletas de notas ornamentales–, sino también el personaje de Arsace que, como amante (en principio) de dos de las damas reales del drama, tiene la voz de mezzosoprano de coloratura por la simple razón de que ya no había prácticamente ningún castrato en el mercado que pudiera asumir su estreno. El furor ornamentístico recae también sobre el bajo, el personaje de Assur, para el que Rossini contaba con el famosísimo Filippo Galli, un virtuoso del canto que sólo tenía 40 años pero que ya llevaba casi quince de una espléndida carrera rossiniana, con los papeles de bajo bufo de L’italiana in Algeri, Il turco in Italia y La cenerentola, etc.; parte de su carrera la hizo en el Teatro de la Santa Creu de Barcelona (1818-1819), donde volvería aún en plena fama en 1838-1839.
Otras óperas relacionadas:
Semiramide (riconosciuta), de Giacomo Meyerbeer.
Semiramide riconosciuta, de Nicola Porpora.
La morte di Semiramide o La morta di Nino, de Sebastiano Nasolini.
La morte di Semiramide, ossia La vendetta di Nino de G.B. Borghi.
El libretto lo podéis encontrar en
http://www.geocities.com/ubeda2002/semiramis/acto1.htm
Material parcialmente extraído de la web del Liceu.