Abróchense los cinturones, que entramos en materia…
Desde la corte de Mantua, que ve nacer
L'Orfeo ¿cómo llega la ópera, y cómo llega Claudio Monteverdi a los teatros comerciales de Venecia?
Lean, lean…
And how Monty goes Venetian Showbiz…
A partir de sus orígenes como espectáculo destinado a dar un gran realce a las celebraciones privadas de la realeza y la aristocracia, la ópera había pasado a ser un espectáculo público en Venecia en 1637 cuando Benedetto Ferrari, libretista virtuoso de la tiorba. y el compositor Francesco Manelli tomaron para los Carnavales el Teatro San Cassiano inaugurando su temporada con
Andromeda, en el estilo grandioso de la ópera romana patrocinada por la familia Barberini, que poseía en Roma el
Teatro alle Quattro Fontane. La diferencia con los espectáculos operísticos representados hasta el momento en Florencia y Roma es que la ópera en Venecia será un espectáculo público, al que se accede previo pago de una entrada, y no por invitación. Los pioneros de este
showbusiness operístico fueron los miembros de una compañía romana que en 1636 representó en Padua la introducción a un torneo titulada
L’Ermiona. Y en 1637 la cosa pasa a Venecia, inaugurándose así la costumbre que tan habitual nos resulta –pasar por taquilla y adquirir una localidad–, pero que entonces era una novedad. Los teatros venecianos de la época fueron designados con el apellido de la familia propietaria, ó con nombres de santos, aludiendo a los santos titulares de la parroquia donde se levantaban los edificios.
El tandem Manelli–Ferrari tuvo mucho éxito en su temporada inaugural del Teatro San Cassiano, y por ello continuaron en 1638, representando
La maga fulminata. En 1639 Manelli abrió el Teatro Grimani con
La Delia, sobre un libreto de Giulio Strozzi, y en el mismo año se abrió el Teatro San Samuele con la reprise de
Arianna de Monteverdi, que ya era de 1608. Manelli estrenó en el Grimani
L’Adone (1640), con libreto del veneciano Paolo Vendramin. Será Francesco Cavalli, alumno de Monteverdi, quien reeemplace en el San Cassiano a Manelli y Ferrari entre 1639 y 1641, con titulos como
Gli amori di Apollo e Dafne (1640) ó
La Didone (1641): los libretos eran del abogado Gian Francesco Busenello, al que encontraremos como libretista en
Poppea.
<center>Ecco Busenello!
</center>
Y aquí algunas portadas de libretos de las óperas representadas:
<center>
</center>
En 1641 se estrenan en el San Cassiano dos títulos de Monteverdi:
Il ritorno d’Ulisse in patria y
Le nozze de Enea con Lavinia, ópera perdida con libreto del aristócrata veneciano Giacomo Badoaro. En 1642 se abrió otro teatro, llamado por ello Teatro Novissimo, ya que era el más nuevo de Venecia… por el momento.
Como ya había anticipado en el post inicial,
L’incoronazione di Poppea –y permitidme que a partir de ahora emplee las siglas LIP, aunque sólo sea por no tener que escribir el título completo cada vez…– fue estrenada en el Teatro SS. Giovanni e Paolo, conocido también como
Il Zanipolo en dialecto veneciano, ó Teatro Grimani, por el apellido de sus propietarios. Es un hito en la ópera veneciana, por su fuerza expresiva y su reflejo de las pasiones humanas. Trata un tema histórico, que era toda una novedad en los escenarios de Venecia. Excluye cualquier elemento pastoral de su argumento, característica que se reflejaría progresivamente en las óperas venecianas desde 1637 hasta 1650. Lo pastoril, tan importante en los comienzos del género, iría cayendo en desuso; los temas bíblicos se habían prohibido, y hasta el momento las historias relatadas en Homero, Virgilio y Ovidio habían dado pie a argumentos mitológicos, con la presencia destacada de lo sobrenatural, del
deus ex machina.
La tendencia histórica en la ópera veneciana se reafirmaría con las aportaciones de Cavalli, en títulos como
Alessandro vincitor di se stesso (1651),
Scipione Africano (1654),
Muzio Scevola (1665) ó
Pompeo Magno (1666). Con todo, LIP no prescinde del marco mitólogíco habitual en el prólogo, aquí a cargo de tres personajes, que son Fortuna, Virtud y Amor, pero inicia la tendencia de presentar hechos históricos bajo un aspecto de contemporaneidad, y con personajes llenos de vitalidad, no con arquetipos artificiales y lejanos. Y esto es una razón poderosa de la vigencia de esta ópera en la actualidad. Me uno a la opinión de EMarty en un post anterior; para mí, la teatralidad y vivacidad de LIP son plenamente válidas en nuestros días, precisamente por el tratamiento de la historia y los personajes. La ambición, el amor como medio para llegar al poder, la necesidad de deshacerse de los rivales que son un obstáculo… ¿acaso han perdido vigencia? Rotundamente no. Ni en la vida, ni sobre las tablas.