Bueno, breve crónica de la Octava de Mahler presenciada el pasado jueves 5 en el Auditorio de Zaragoza, con Gergiev a la batuta, los chicos y chicas del Mariinsky y un complejo de coros locales -aragoneses y navarros-.
De entrada, asumamos que es una obra compleja en varios sentidos. Compleja por larga, compleja por el rol de los coros y las exigencias vocales a los solistas. Sumemos a ello que la primera parte es en latin y la segunda en alemán. Una obra compleja y rica, llena de detalles, retos... fascinante, vaya.
El resultado global de la noche fue excelente. El mejor momento: el inicio del segundo movimiento, muy bien gestionado por Gergiev. El peor: el inicio, cuando los coros tardaron en calentar y comenzaron desafinando un poco. Pero rápidamente se hizo la magia, todo se amalgamó y Mahler cobró cuerpo. Es una música impresionante.
Los coros cumplieron, pero la escritura vocal de Mahler deja más margen y da para más. Gergiev y los chicos del Mariinsky estuvieron fabulosos en general, pero no termino de ver cómo funcionan las indicaciones de Gergiev, más allá de marcar las entradas. Sus gestos me confundían y en no pocos momentos se precibió cierto apresuramiento, cierta falta de claridad, de disección de planos. Eché de menos una dirección más mesurada y con más contrastes, más luminosa que tremebunda. Menos plana, en suma. Pero es una obra muy compleja e insisto que el resultado global fue magnífico y muy disfrutable, sobre todo si tenemos en cuenta que había muchos coros de distinta procedencia y que no habrán tenido muchas oportunidades de preparar la obra con Gergiev.
Si queréis algún dato más, no dudéis en preguntar.