mitchum escribió:
Gualtier Malde escribió:
mitchum escribió:
Gualtier Malde escribió:
Voto el Ezio de Attila.
Por cierto Mitchum, hace años pensaba como usted sobre Muti. ¿Pero en verdad cree usted que los momentos "de gloria" de Rigoletto son los pepinazos al final de Pari siamo o de Si vendetta?. No sé qué me ha pasado, pero hoy cambio los pepinazos por un buen fraseo lleno de contrastes, una lectura musical de gran nivel y una interpretación sentida. Y eso se consigue sin los agudos interpolados.
me fui a los clásicos, a Warren, a Tibett, a Stracciari, a McNeil. En todos ellos hay fraseo, hay contrastes, hay lectura musical de gran nivel, hay sentimiento... y costumbre. una cosa no niega a la otra, estimado Gualtier.
No, si yo no digo que no puedan estar juntos. El tema es que no entiendo por qué descalificar una interpretación por el solo hecho de omitir los agudos que han sido impuestos por la tradición.
no la descalifico, pero algunos de esos excesos convierten buenas interpretaciones en muy buenas, al exigirle un plus al intérprete.
Es que allí es donde estoy en desacuerdo. Dos o tres agudos (que a mí me pueden gustar, no me vaya a malinterpretar) suman a lo sumo 5 o 6 segundos de una función de 2 horas, y no creo que hagan la diferencia para hacer que una función buena pase a ser muy buena.
A mí me gustan ciertos agudos tradicionales si van a estar bien dados. Pero a veces los del público le damos tanta importancia a esos agudos tradicionales que nos importa un bledo, por ejemplo, si el tenor de turno descuartiza brutalmente el Ah si ben mio y vocifera el Di quella pira, con tal de que emita dos alaridos bien sostenidos que pasen por si natural o do agudo. A estas alturas, le digo que preferiría que se ahorraran los agudos y aprendieran a cantar legato el Ah si ben mio, a frasea, a cantar los TRINOS!!! y a cantar correctamente la Pira sin pasarse por alto los grupetti. Eso, que prácticamente nunca se ve, sí merecería ser llamado extraordinario.