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Carlo Evasio Mario Soliva (1791–1853) Nace en la localidad piamontesa de Casale Monferrato. Pronto comienza sus estudios de música en el conservatorio de Milán, donde recibe clases de Vincenzo Federici, Ambrogio Minoja y Bonifacio Asioli. Es este último el que más se interesa por los estudios del joven y el que le acercó a la estética musical alemana. Durante su estancia en el centro realiza reducciones para piano de numerosas óperas de la época. Su primer contacto con el público tiene lugar en 1813, con la representación de una marcha compuesta para ser introducida en el ballet Le creature di Prometeo, ballet escenificado por el entonces célebre coreógrafo Salvatore Viganò cuya temática había sido utilizada años atrás por Beethoven y que en esta ocasión se presentaba como un pasticcio compuesto por piezas musicales de diversos compositores. Soliva se diploma en piano y composición en 1815 obteniendo resultados tan extraordinarios en este último arte como para merecer el primer premio del conservatorio.
Finalizados sus estudios, Carlo comienza una breve carrera como compositor operístico. Su primera ópera es La testa di bronzo, con libreto de Felice Romani destinada a ser estrenada en la famosa Scala milanesa. El acontecimiento tiene lugar en 1816 y el éxito que obtiene Soliva es inmenso (Stendhal califica al compositor como “un genio”), de tal forma que la ópera es interpretada cuarenta y siete veces más. Ante tal éxito, el teatro encarga a Soliva una nueva ópera. Soliva compone entonces Berenice d´Armenia, con libreto de Jacopo Ferretti, otrora famoso por ser el autor de La Cenerentola rossiniana. Por motivos que no se han llegado a esclerecer, este nuevo título no sería finalmente estrenado en la Scala , sino en el Teatro Regio de Turín, en 1817. En contra de lo que podría pensarse, esta obra no obtiene éxito y hasta la fecha no se ha vuelto a ver en Turín ninguna ópera del compositor.
Siete meses después, Soliva regresa a Milán con el objetivo de presentar su tercera ópera, La zingara dell´Asturia, cuyo libreto es de nuevo obra del belliniano Romani. Sin embargo, la composición fracasa estrepitosamente desde el mismo momento de su estreno. Al año siguiente vuelve a probar suerte en el mismo teatro, esta vez con Giulia e Sesto Pompeo, con Benedetto Perotti firmando el libreto. La obra obtuvo una buena acogida en su estreno, pero en posteriores representaciones fue severamente protestada. Esta es la gota que colma el vaso de la paciencia de Soliva, y en este momento toma la decisión de abandonar, durante un largo periodo de tiempo, su carrera como operista y dedicarse a la música de cámara, de salón y a la sacra para voz. En 1821 recibe una invitación de parte del Ministro del Reino de Polonia para dirigir la escuela de canto del conservatorio de Varsovia. Soliva aprovecha la oportunidad y parte hacia la ciudad polonesa. Allí permanecería durante toda una década, donde conoce a Chopin, cimentándose entre ambos una buena amistad, y a su futura esposa, Maria Eralewska, con la que tendrá cuatro hijos.
Soliva regresa por un breve espacio de tiempo a Milán (haciendo durante el viaje hace un alto en el camino en Viena para visitar a Beethoven, al que le dedicaría su segundo concierto para piano, arpa y viola) con el fin de estrenar su quinta ópera, Elena e Malvina, cuyo libreto vuelve a ser obra de Felice Romani. El estreno tiene lugar en 1824 y gustó a público y crítica. En 1831, ante mociones presentadas contra de los rusos, el conservatorio de Varsovia es clausurado. Soliva se traslada entonces con su familia a San Petersburgo, donde le es confiado el cargo de maestro de capilla de la corte y del teatro de ópera y director de la Escuela Imperial de Canto. Allí reside durante diez años, gozando del respeto y de la simpatía de los ciudadanos cultos del lugar. Durante su estancia en la ciudad presenta la que es su última ópera, Kitaijskaja djewaschka. En 1841 abandona San Petersburgo para trasladarse a la ciudad natal de su padre, la localidad suiza de Semione, siendo en 1844 nombrado miembro honorario de la Academia Filarmónica local. Poco tiempo después abandona la región y se instala en París. Allí vive cómodamente: frecuenta la residencia de la princesa de Belgiojoso, hace vida social con nobles y eruditos de la capital francesa y con toda probabilidad se reencuentra con Chopin. La tranquilidad caracteriza sus últimos años de vida. Finalmente, Soliva muere en la ciudad de la luz a los 62 años de edad.
Sinfonía virtual
Giulia e Sesto Pompeo, ópera en dos actos (1818). Final del acto primero.
Última edición por Zelenka el 24 May 2014 21:17, editado 2 veces en total
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