Berg se propuso superar la aparente antinomia existente entre la ópera basada en números cerrados y el drama musical continuo
à la Wagner, revelando así que no encerraba ninguna verdad dramática absoluta.
Para ello empleaba también el
leitmotiv de una forma nada wagneriana, y el uso de las formas musicales revestía para el autor una importancia capital.
Alban Berg escribió:
Se me puede creer, todas las formas musicales que se encuentran en el curso de la obra son cabalmente logradas. Puedo demostrar de una manera persuasiva y profunda su justeza y buen fundamento. A cada escena, a cada música de entreacto había entonces que asignarle un rostro musical propio e identificable, una autonomía coherente y delimitada con claridad. Esta exigencia imperiosa tuvo por consecuencia el empleo tan discutido de formas musicales antiguas o nuevas, que por lo común sólo se usan en música pura. Eran las únicas que podían garantizar la pregnancia y la nitidez de los diferentes trozos.
Por más conocimiento que se tenga de la multiplicidad de las formas musicales contenidas en esta ópera, del rigor y de la lógica con que fueron elaboradas, de la habilidad combinatoria que se ha puesto hasta en sus menores detalles, a partir del momento en que se alza el telón hasta que cae por última vez, no puede haber persona en el público que distinga nada de estas diversas fugas e invenciones, suites y sonatas, variaciones y pasacalles, cuya atención sea absorbida por otra cosa que por la idea de esta ópera, por algo que trascienda al destino individual de Wozzeck