Mozart y Salieri de Rimsky - Korsakov: los monólogos de Salieri
Bueno, amigos, pues voy a posponer el monólogo de Grimes (que requiere un trabajo elaborado que ahora mismo no soy capaz de ofrecer
) y paso a exponer una pequeña joyita llamada "Mozart y Salieri", una ópera de sólo dos personajes y 40minutos de duración de Rimsky-Korsakov:
De esta obra nos interesarán, lógicamente, los 3 monólogos de Salieri. Antes de pasar a ellos, algunos datos sobre la obra:
Se trata, como digo, de una operita breve (casi una cantata) sobre la obra homónima de Pushkin (en realidad, prácticamente todo el libretto está "fusilado" de la obra original, escrita en 1831) compuesta por Rimsky - Korsakov en 1897.
La obra, como podéis imaginar, trata acerca del supuesto envenenamiento de Mozart a manos de su supuesto envidioso rival, Antonio Salieri. Éste último, como veremos, es el rey de esta obra, tiene 3 monólogos para explayarse a gusto y, en realidad, Mozart, en el desarrollo de esta ópera, es sólo una excusa para las peroratas de Salieri, para que éste dé rienda suelta a su envidia y reflexiones.
La ópera fue estrenada en Moscú el 7 de diciembre de 1898, con una pareja de lujo: Iván Ershov (fantástico tenor dramático) como Mozart y el gran Chaliapin como Salieri. Aquí los tenemos (foto del estreno):
Efectivamente, Chaliapin fue quien interpretó por primera vez el papel de Salieri, bajo la atenta mirada del propio compositor. Y no sólo eso: Chaliapin interpretó regularmente este papel, haciéndolo completamente suyo y llegando a cantar la obra entera dándose la réplica a sí mismo como Mozart (después de todo, un papel tenoril muy central -el extremo agudo de la partitura es un Sol3).
Pues bien, después de esta por fuerza breve introducción (me ha pillado fatal esta presentación, lo siento...
), entraremos de lleno en el primer de los monólogos de Salieri, precisamente en la voz de Chaliapin, a quien se le grabó en vivo y en directo en 1927 en el Covent Garden cantando esta obra.
Todos dicen: no hay justicia en la tierra
La obra comienza con este monólogo, largo, intenso, en el que Salieri (muy teatralmente) nos cuenta su vida, su vocación, su pasión por la música, su carrera como compositor y cómo, al final, la envidia se ha apoderado de él al ver a Mozart, un libertino y un payasete (en pocas palabras) componer con más talento que él.
Aquí tenéis el (impresionante) texto de este primer monólogo:
SALIERI
Todos lo dicen: no hay justicia en la tierra.
Pero tampoco la hay allá arriba.
Para mí esto está tan claro como una sencilla escala (musical)
Nací con el amor a la música.
Siendo niño, cuando en lo alto resonaba el órgano
en nuestra vieja iglesia, escuchaba y me admiraba,
y unas lágrimas involuntarias y dulces caían.
Temprano dejé los juegos y las diversiones,
y todas las ciencias ajenas a la música
fueron por mí abandonadas.
Obstinadamente y con arrogancia
me separé de ellas y me entregué sólo a la música.
Difícil fue el primer paso y aburrido el comienzo.
Vencí las tempranas desilusiones.
Consideré el trabajo la base del arte.
Y me hice artesano: conferí a mis dedos
una obediente y fría agilidad
y precisión a mi oído.
Diseccioné los sonidos,
disequé la música como a un cadáver.
Comprobé la armonía por medio del álgebra.
Entonces, ya experto en esta ciencia, me atreví
a entregarme a los placeres del sueño creador.
Comencé a componer, en silencio, en secreto,
sin atreverme a pensar aún en la gloria.
A menudo, habiendo estado en mi silenciosa celda
dos o tres días, olvidando el sueño y la comida,
alimentándome del éxtasis
y de las lágrimas de la inspiración,
quemé mi trabajo observando fríamente cómo
mis pensamientos y los sonidos, nacidos de mí,
ardían y desaparecían convertidos en ligero humo.
Gracias a mi obstinada y ferviente constancia,
alcancé por fin un elevado escalón
en este arte infinito. La gloria me sonrió.
Con mis creaciones llegué al corazón de la gente.
Era feliz. Gozaba en paz con mi trabajo,
mis éxitos, mi gloria. También con los trabajos
y los éxitos de mis amigos,
compañeros en este arte divino.
¡No, nunca conocí la envidia!
¿Quién se atreverá a decir que el orgulloso Salieri
fue alguna vez un despreciable envidioso?
¿Una serpiente pisoteada por la gente,
que mordía con frecuencia, impotente, la tierra y el polvo?
¡Nadie! Pero ahora... yo mismo lo digo.
Ahora siento envidia.
Envidio profunda, dolorosamente envidio.
¡Oh, cielos! ¿Dónde está la justicia cuando
el don sagrado, cuando el genio inmortal
no es concedido como recompensa
a un ardiente amor, a la abnegación,
al trabajo, al esfuerzo, a la oración,
sino que ilumina la cabeza de un loco,
de un libertino ocioso?
Y escuchemos ahora la interpretación de Chaliapin:
Salieri1
La interpretación es muy chaliapiniana: personalísima, excesiva, teatral, fascinante, irritante a veces, pero siempre única, hipnótica, llena de intención. La música -de no altísima calidad- es un mero vehículo del drama y, en este caso, de la exhibición de Chaliapin, quien sabe diferenciar con muchísima inteligencia los diversos estados de ánimo de Salieri.
Os dejo, pues, con el primer Salieri cantándonos (interpretándonos sería más correcto aquí) este primer monólogo en este pedazo de historia conservado en forma de grabación...
PD.- Más tarde -o mañana si no me da tiempo- cuelgo a Reizen, Pirogov y Theo Adam.